In the Middle of Norway” es un documental que habla de los superhéroes, pero no de aquellos superhéroes que nos vienen a la mente cuando escuchamos esa palabra, sino de aquellos héroes cotidianos, invisibles, cuyos pequeños actos ayudan a mejorar nuestra idea de la humanidad. Jorge Martí Aguas, cantante de La Habitación Roja, estrella del rock en España y cuidador en Escandinavia, es el protagonista de este documental que mañana se estrena en el marco del festival barcelonés In-Edit, con todas las entradas agotadas. Su directora es la egarense Mia P. Salazar, actualmente afincada en Suecia y responsable, junto a Georg Bungard (director de fotografía y editor de este proyecto), de Bungard Film.
Hasta hace algunos años la conocíamos artísticamente por su proyecto musical The Big Head Troubled Boy. ¿Qué la llevó al mundo del audiovisual?
Dejé los escenarios musicalmente en 2014, y me mudé a Suecia. Hacía tiempo que colaboraba con Pablo Maestres en proyectos audiovisuales de forma desinteresada, me gustaba mucho y quería aprender. Cuando llegué a Estocolmo creamos un colectivo y luego la productora. Después de unos primeros proyectos más comerciales tuve la suerte de participar, junto a Maceo Frost, como codirectora de “Too Beatiful”, un proyecto sobre el boxeo femenino en Cuba.
¿Qué es lo que le atrajo del mundo audiovisual?
Yo estudié literatura inglesa y tenía mucho bagaje escribiendo. La escritura es un proceso creativo muy orgánico, que requiere narración, estructura… Ha sido como juntar todo lo que sé con lo que te pide el cine, conocimientos de todo. Empecé haciendo anuncios, documentales, pero quería dirigir lo mío, tener un proyecto propio.
¿Cómo se topó con la historia de Jorge Martí Aguas?
Le había conocido en Barcelona, y tenía una historia muy conectada con la mía. Yo también había sido cuidadora -junto a mi madre y mi hermana- de mi padre, que ya murió. Alternar ese trabajo con los escenarios reclama una energía muy grande, aprendí mucho de ese rol. Jorge es (en Noruega) cuidador de su mujer y enfermero. Después de conocernos, contactábamos a menudo por email. Él representa además la figura del extrapiado, con la que me identifico. Además de la diferencia de cultura debe vivir esa dualidad entre artista y cuidador.
¿Cómo ha sido la realización del documental?
Lo hemos hecho todo nosotros, un equipo de dos personas con alguna colaboración. Hemos invertido tres años de presupuesto y de tiempo. Hemos ido a Benicàssim, a Noruega, aunque desafortunadamente no hemos podido ir a México, donde La Habitación Roja estuvo de gira.
¿Y todo con la total colaboración del protagonista de la historia? ¿Se acaba uno enamorando de él?
Fue díficil al principio pero después se nos abrió mucho. Logramos llegar a un punto muy respetuoso. Te enamoras (risas) un poco. Yo no era una gran fan, pero es un personaje muy admirable. Yo no quería dejarle como un héroe pero eso es imposible. Aguanta mucho y soporta mucho estrés.
¿Es difícil para él?
Durante la grabación nos preocupamos y teníamos miedo por toda la carga que lleva. Justo cuando acabamos la grabación nos regaló un salmón ahumado. Comiéndolo al llegar de regreso a casa, nos llamó su mujer para decirnos que estaba grave en el hospital por un tromboembolismo pulmonar. Por suerte ahora está bien.
¿Cree que el reflejo de esa realidad falta en la música, un mundo al que le sobra el hedonismo?
La vulnerabilidad está muy castigada. En instagram la gente se muestra guapa y fuerte. Jorge hace turnos de noche demenciales en el hospital, cuidando de su mujer e hijas, sin dejar de lado su carrera musical. Y nadie lo sabe.
Un elemento importante en el documental es el paisaje noruego, donde vive Jorge. ¿Cómo ha sido filmar en esos parajes?
Noruega es uno de los países más bonitos del mundo. El paisaje es abrumador, pero te hace sentir muy pequeño; la sociedad es fría, te sientes aislado. Es casi obligado tomar el paisaje como hilo creativo, mostrar el sentimiento de cuando estás solo, en medio de grandes montañas y fiordos. La cabaña en la que escribe música Jorge está muy aislada, se requiere un largo camino en coche. Pero Jorge, desde 1998, no había caminado por aquella zona porque no tiene demasiado tiempo. Nos mostraba todo aquello como un niño entusiasmado, con el orgullo de vivir en un lugar tan precioso, en medio de una especie de tragedia. Hemos sacado un poco eso en el film.
¿Les ha costado mucho llevarlo adelante?
No teníamos recursos pero ha sido chulo hacerlo con un equipo tan pequeño. Eso ha favorecido el tono íntimo del film. Yo siempre digo que es una maqueta, no un disco, pero hemos trabajado muy duro para que parezca una película de verdad. Aunque estamos muy abrumados por la respuesta; un jueves sacábamos la nota de prensa y el sábado ya salíamos en el País, nos hicimos virales. Nos han llamado de todos los diarios, hemos salido en “La ventana” de Francino… Yo quería hacer el documental como “portfolio”, presentarlo a festivales y por eso dura sólo 38 minutos. Con el presupuesto tan ajustado, sólo teníamos para la mitad de la banda sonora. La otra mitad la escribí yo. La música vuelve a golpearme en la cara; en el cine soy una infiltrada pero la música soy yo.