Terrassa

Nada es igual después del 1-O

El referéndum por la independencia ha marcado un antes y un después en la historia de Catalunya y también de la ciudad, donde el “procés” ha condicionado el devenir de la calle y la política. Pocos municipios como Terrassa se han visto tan impactados por un acontecimiento que ha movilizado a la ciudadanía, sacudido el Ayuntamiento y vivido la larga ausencia de dos consellers egarenses.

Desbandada socialista. El Ayuntamiento de Terrassa ha sido uno de los grandes damnificados del 1 de octubre de 2017. Dos meses después de que el referéndum por la independencia movilizara más de 60 mil electores en la ciudad, el pacto de gobierno entre el PSC y el PDeCAT había saltado por los aires y el alcalde Jordi Ballart había dinamitado el ejecutivo local y el Partit dels Socialistes.

Nadie podía imaginar el día de la votación por la república catalana que el Ayuntamiento de Terrassa viviría un cataclismo de semejantes dimensiones. Apenas un mes después, el 31 de octubre, la declaración fallida de independencia y la aplicación del artículo 155 llevaron al PSC a poner fin al acuerdo de gobierno con el PDeCAT en la ciudad.

El alcalde Jordi Ballart obedecía así a su partido y rompía con los neoconvergentes, pero se guardaba un as en la manga. El 6 de octubre había anunciado que si los socialistas apoyaban el 155 rompería el carnet y dejaría la alcaldía. Muchos pensaron que iba de farol, pero no fue así. El 31 de noviembre, dos meses después del referéndum, Ballart anunciaba su marcha del PSC y del Ayuntamiento, llevándose a cinco concejales y dejando un gobierno de tres ediles completamente inoperativo.

Movilizaciones sin precedentes. El mes de octubre de 2017 Terrassa se echó a la calle en una ola de movilizaciones sin precedentes en la ciudad. El día 1 miles de personas acudieron a los colegios de madrugada para garantizar la constitución de las mesas, votaron y custodiaron las urnas hasta entrada la noche. El día 4 volvieron a la calle para mostrar su rechazo a las cargas policiales y al Gobierno del PP.

Tres días después del referéndum una marea humana invadió literalmente la Rambla por la mañana y desbordó el Raval de Montserrat por la tarde. No se recordaba una protesta de tales dimensiones en la ciudad, donde la repulsa a las agresiones policiales trascendió con mucho las filas del independentismo.

Las redes sociales jugaron un papel clave aquellos días de tensión política y judicial, con protestas ante la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía y ante el Palacio de Justicia.

En octubre la ciudadanía volvió a la calle para protestar contra la destitución del Govern, contra la imputación del President Carles Puigdemont y varios miembros del Executiu y más tarde coincidiendo con el ingreso en prisión de Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, líderes de Òmnium y de la ANC. También, y especialmente, en apoyo a los egarenses Josep Rull, en sus dos ingresos en prisión, y a Lluís Puig, desde el día su huida a Bélgica.

Tras 1-O, la movilización popular parece vivir un nuevo paradigma en la ciudad, donde los partidos han pasado a un segundo plano y es la ciudadanía la que se moviliza a través de las redes sociales. A favor de la república catalana y también en defensa de la unidad de España. Algo más tarde, pero el unionismo se ha sumado en la ciudad a la ola de movilizaciones políticas. La más sonada el 3 de diciembre, cuando la plataforma “Terrassa por la Unidad” convocaba por facebook una manifestación con parada en el Raval para defender una Catalunya dentro de España y pedir el fin del “procés”.

El espacio público a debate. El movimiento social contra el encarcelamiento de los políticos independentistas ha puesto sobre la mesa el debate sobre la libertad de expresión y la neutralidad del espacio público, también en Terrassa. El vídeo de un hombre visiblemente exaltado arrancando lazos amarillos de los árboles de la Rambla d’Egara y encarándose a los transeúntes se hizo viral antes del verano y levantó la alarma sobre el interés de algunos colectivos por alentar la tensión social en la ciudad.

Antes de Festa Major, el alcalde Alfredo Vega apelaba a la convivencia y pedía que la tensión política no afectara a la celebración. Desde entonces, ningún incidente serio en la calle. La única “guerra” se libra en los edificios, las paredes y las aceras de la ciudad, donde los lazos amarillos son repintados de bandera rojigualda y mas tarde republicana. Ayer mismo instalaron una bandera epañola en el puente de Renfe de la avenida Josep Tarradellas, donde desde hace días colgaban lazos amarillos.

Josep Rull y Lluís Puig. El encarcelamiento de Josep Rull y la huida a Bruselas de Lluís Puig son la cruz de un año marcado también por la judicialización del “procés”, que ha golpeado duro a dos familias egarenses. Las muestras de apoyo no han cesado en once meses y el Raval se ha convertido cada tarde en un clamor por la libertad, una reivindicación a la que se suma ya la mayoría del arco político.

Incertidumbre política. Las elecciones de 2015 configuraron un Consistorio atomizado y sin mayorías claras. Tres años después, el “procés” se ha encargado de dejar un gobierno en frágil minoría y un futuro político plagado de incógnitas. Los partidos no se atreven a hacer pronósticos porque, a ocho meses de las municipales, los terrassenses han dado prueba de que el voto no está decidido. Los resultados de las últimas convocatorias así lo atestiguan. En las generales de 2016 los comunes ganaron en Terrassa con más de 28 mil votos, en las europeas de 2015 la victoria fue para ERC y en las catalanas del 21-D, el partido más votado fue Cs.

La histórica hegemonía del PSC está más en cuestión que nunca, pero está por ver el impacto que el “efecto Pedro Sánchez” puede tener la próxima primavera. En el Consistorio todos lo tienen claro. Las mayorías absolutas son historia y tocará pactar. 

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