La alcaldesa de Rubí, Ana María Martínez, estará el próximo 17 de agosto en Barcelona para participar en el acto unitario de homenaje a las víctimas del atentado terrorista. En especial, en lo que ella le pertoca como mandataria, en el recuerdo a los dos asesinados vecinos de su ciudad: el pequeño Xavi, de 3 años, y su tío abuelo Francisco López, de 57 años.
Seguramente familiares de ambas víctimas estarán también en Plaça Catalunya. Ella, la alcaldesa, rememora aquellos infaustos días de hace casi un año con un nudo en la garganta, con la remembranza de un escalofrío. “Fue el golpe más fuerte que hemos sufrido en el sentimiento de ciudad en nuestra historia reciente”, reflexiona la primer edil cuando echa la vista atrás y palpa el efecto “de aquella salvajada”, de un acto “brutal” cometido por un grupo de terroristas. Sin duda, fue lo peor que ha experimentado como alcaldesa, dice.
¿Qué hacer cuando la noticia de que dos de las dieciséis víctimas mortales del ataque son de Rubí, y que una de ellas es un crío de 3 años? “Lo que tocaba era estar cerca de las familias, compartir su sentimiento de desgarro. Sólo podíamos acompañarlos en su dolor”. Un escalofrío recorrió la ciudad de Rubí cuando pocas horas después del acto terrorista trascendieron las identidades de los dos asesinados vecinos de esta localidad. Parte de la familia se había desplazado aquel día a Barcelona a pasar la jornada, a pasear por sus calles céntricas, a ver las Ramblas.
Francisco empujaba el carrito en el que iba Xavi cuando la furgoneta de uno de los islamistas irrumpió en el paseo central desde Plaça Catalunya. Unos mossos d’esquadra vigilaban la zona. El vehículo circuló a pocos metros de varios agentes, que empezaron a correr en dirección a la furgoneta en el momento en que ésta empezó su ciega espiral de atropellos. El conductor zigzagueaba para arrollar a cuantas más personas mejor. Dos de los atropellados fueron Xavi y Francisco. La hermana del niño y la madre resultaron heridas.
La furgoneta detuvo su trayectoria y alguien vio al terrorista apearse y huir en dirección al mercado de la Boqueria. Un mosso corría hacia el mismo sitio. Se transmitió la descripción física del asesino. Un agente vio a alguien con indumentaria semejante y lo identificó.
Era un operario que trabajaba en la zona. El asesino escapó al dispositivo. Un rato después mató a un joven a cuchilladas para hacerse con su vehículo en Zona Universitaria. El conductor, Younes Abouyaaqoub, fue abatido el 21 de agosto en Subirats.
El atropello masivo de la Rambla, con quince muertos, tuvo un apéndice unas horas después, en la madrugada del 17 al 18 de agosto, con un ataque en Cambrils que acabó con una mujer asesinada y cinco terroristas muertos a tiros por los mossos. A las pocas horas fue trascendiendo la identidad de las víctimas de la masacre. Entre los fallecidos había dos rubinenses. Uno de ellos era un pequeño de 3 años.
“Sin duda, ha sido lo peor que he vivido como alcaldesa”, recuerda Ana María Martínez. “Sólo podíamos acompañar a los familiares. Y ellos tampoco querían más de lo que se hizo”, añade.
la imagen del abrazo
El funeral se celebró el 21 de agosto, lunes, en la iglesia de Sant Pere de Rubí. La ofició el obispo de Terrassa, Josep Àngel Saiz Meneses. En el exterior se dispuso un vasto operativo policial. Mucho antes de la misa, la plaza, la del Doctor Guardiet, ya estaba llena de vecinos, los mismos que prorrumpieron en aplausos cuando aparecieron los coches fúnebres. En una concentración realizada el 24 de agosto, llegó el instante del abrazo de los padres de Xavi con un imán sollozante. Y llegó la manifestación multitudinaria del 26 de agosto en Barcelona, con abucheos al Rey, con “esteladas” en las calles. “La politización de aquel acto me produjo tristeza, rechazo y vergüenza ajena, aunque fuera una minoría la protagonista. Espero que no vuelva a pasar”, concluye.