Terrassa

Baile para toda la familia

Happy Boom
Compañía Iván Góngora. Iván Góngora y Yaiza dels Mur (baile), y Albert Rovira (piano). Viernes, 20 de julio. Plaza de la Imaculada del barrio de Ègara.
 

La tarde amenazaba lluvia, pero no llovió. Quizá fuera por ese motivo que no se llenaron todas las sillas instaladas en la plaza de la Immaculada para presenciar el espectáculo "Happy Boom", de la compañía de Iván Góngora. Aún así, 150 personas avalaron el éxito de la propuesta.

Con una gran puntualidad, los dos personajes masculinos de esta puesta en escena comenzaron a mezclarse entre el público para estimular, ya de entrada, el feed back de la audiencia, con inmejorable resultado. Cogieron sus plumeros y trapos para quitar el polvo de cuerpos y cabezas y comenzaron a interactuar, logrando la inmediata conexión con los más pequeños, y también con los adultos, una audiencia de edades diversas que se dejó llevar por la teatralidad y el aspecto de performance de esta puesta en escena.

La historia transcurre entre las cajas de una fábrica de juguetes, una escenografía que en Terrassa se instaló a pie de calle, y no en un escenario.

Al levantar una de las cajas enseguida aparece un piano, del que se extraen las músicas de esta propuesta casi muda, creada con la intención de arrancar la admiración y las risas.

Iván Góngora aparece como un personaje imperfecto, histriónico, descerebrado, el payaso que no da pie con bola y que casi siembra la destrucción a su paso.

A su lado está un pianista talentoso, a veces delicado, siempre atento, que le pone banda sonora a las acciones irregulares del titular de la compañía. De repente, sin embargo, sobresale de una caja la mano y el brazo de una bailarina (como se acaba pronto descubriendo) de aquellas salidas de las cajas de música; sale para convertirse en la gran protagonista con sus movimientos mecánicos, primero, y luego con su destreza con el zapateado y el baile flamenco.

Una bata de cola que al final acaba mudándose en una falta de tul fueron el vestuario de la artista encima de un traje totalmente negro. Su sonrisa casi perenne y la inocencia, al lado de los movimientos voluntariamente torpes de su "partenaire", no les impidieron protagonizar momentos brillantes, como con una pequeña muestra de percusión corporal.

La audiencia a escena
En medio de estas muestra de talento coreográfico al operario de la fábrica le dio tiempo de robar una par de zapatos y de seguir interactuando con el público. Tanto fue así, que casi nadie dudó a la hora de aceptar mezclarse con los artistas en el escenario, lo que culminó en un baile colectivo final, con varios volutarios y voluntarias, que parecían querer que el espectáculo no terminara jamás. De hecho, la propuesta acabó durando media hora más de lo que dura habitualmente, cautivando a un público muy variado. La ovación y la gran fiesta final así lo atestiguaron.

La propuesta se englobó dentro de la programación del "Fem l’estiu a Terrasa" que volverá el miércoles con los cuentos de Rosa Fité en la plaza de Ca N’Anglada.

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