Visitar el cementerio no es una actividad que se pueda considerar como innovadora en nuestra ciudad. De hecho, desde Funerària de Terrassa y el Museu de Terrassa ya se ha procedido a organizar eventos de esta clase. Sin embargo, nunca se había hecho de noche, con la luna por testigo. La propuesta, cabe remarcarlo, recibió una respuesta importante que sorprendió a los organizadores.
Esta actividad, que se ha enmarcado dentro de los actos de celebración de la Festa Major, comprendía dos visitas de unos 45 minutos de duración, pero el alud de solicitudes obligó a incluir una tercera visita. En total, este paseo nocturno entre tumbas, esculturas y panteones reunió a 111 personas, divididas en tres grupos de 37 cada uno.
El éxito de esta iniciativa ha sido de tal envergadura que 150 peticiones quedaron pendientes. Posiblemente, de cara al otoño, se resuelva con nuevas visitas para satisfacer a los que se quedaron en la cola, en la lista de espera.
Se trataba de realizar la misma visita que se hace en horario diurno, pero con el añadido de la presencia de la luna en sustitución del sol. Al parecer, las peticiones para efectuar una visita guiada de estas características, por la noche, como se hace en otras localidades, habían llegado a los organizadores.
Una teatralización
La otra novedad, respecto a las visitas diurnas, fue esta vez la inclusión de una teatralización, con tres actores ataviados con disfraces de épocas pretéritas, que aportaban, no sólo sus dosis humorísticas, si no que también apuntaban hechos o detalles de la historia pasada de este equipamiento funerario, y también de las vicisitudes anteriores de esta ciudad.
No obstante, el peso de la visita recayó en dos personas del personal didáctico del Museu de Terrassa, Mia Pérez y Sílvia Comellas, cuyo papel fue impecable, tanto en las explicaciones como en los detalles sobre todos los puntos del cementerio que se visitaron.
Antes de comenzar la visita, los asistentes recibieron de la organización unas velas modernas, que no necesitaban cerillas para encenderse. Una bombilla era suficiente. Un antiguo sepulturero salió de las dependencias para iniciar la visita, antes de entrar propiamente en el recinto. “Salía para hacer la ronda y no me esperaba encontrame a gente aquí”, comentó.
El sepulturero revisó la historia y recordó que este cementerio local, el más flamante de la época (el otro estaba en Vallparadís y se cerró definitivamente en el año 1967), se construyó en unos terrenos llamados Can Torrella del Mas. Su inauguración fue el primer día del mes de noviembre del año 1932 y el primer entierro oficial fue el de una niña de 8 años, de nombre Rosa Vera i Marcet.
El recorrido por las diferentes vías del cementerio, diseñado en su día por el arquitecto municipal, Melcior Vinyals i Muñoz, estuvo presidido en todo momento por luces que, en el suelo, guiaban el camino. Al parecer, Vinyals definió el cementerio como “una ciudad muerta” y creó un espacio, según el sepulturero, “sin muchas florituras” y con una forma de una gran iglesia.
El personal didáctico del Museu de Terrassa repasó diferentes tipos de esculturas que se pueden observar en el cementerio, como las referentes a los ángeles, que resulta ser la figura “más repetida” en todo este recinto. Otro tipo de escultura que también se destacó fue el del Descendimiento de la cruz, que representa el momento en que Jesucristo acaba de ser bajado de la cruz, en lo que representa “un cuadro escénico de dolor”.
Llega el picapedrero
Apareció entonces la figura del picapedrero, otra pieza teatralizada por un actor que explicó anécdotas referentes a esta escultura. Posteriormente, fue el momento de conocer lo que es una Piedad, una escena más íntima del Descendimiento, en el que sólo aparecen Jesucristo y la Virgen María.
Tambén se destacó la prolífica presencia de mosaicos en este cementerio egarense. “Es uno de los cementerios que tiene más obras de mosaico en toda la península”, se aseguró. Después, los visitantes pudieron conocer detalles de algunas tumbas monumentales, con el picapedrero como protagonista de nuevo, volviendo a resurgir entre la oscuridad para espetar al público, con dosis de ironía y sinvergonzonería. “¿Todavía por aquí? ¿No tienen casa?”. Lo cierto es que los visitantes, de todas las edades, interactuaron con buen humor ante los actores, preguntaron para resolver sus dudas ante el personal didáctico y siguieron el hilo de toda la historia con atención. Sólo hubo una petición, en medio de las risas del resto de asistentes, de una mujer que apeló al resto a que “no me dejéis sola aquí”.
La visita se cerró con la aparición de Magdalena, la que fuera cocinera de la familia Alegre de Sagrera y que, según se cuenta, sus restos a aposentaron en el panteón familiar. Magdalena explicó algunas pinceladas de la vida los Alegre de Sagrera pero, azorada, se fue corriendo ante las dudas de si, en realidad, estaba o no estaba allí. Y la visita concluyó ante la satisfacción general entre los asistentes, que cruzaron la puerta del cementerio sin volver la vista atrás. Fue una buena experiencia para conocer de primera mano y, bajo la luz de la luna, un cementerio con mucha historia.