Terrassa

El sello “gourmet” de Lluís Muncunill

La Fira Modernista de este año está dedicada a la gastronomía, lo que permitirá a los visitantes sumergirse en locales ambientados a principios del siglo XX y también degustar platos tradicionales de aquella época. Motivados por el tema central y también porque se cumplen 150 años del nacimiento del arquitecto Lluís Muncunill hemos recorrido su legado para hallar la obra que ideó y realizó en el sector de la restauración y del ocio. Y en la búsqueda hemos encontrado cinco edificios significativos donde el arquitecto dejó su huella. Son el Café Colón, en la Plaça Vella; el Casino del Comerç en la calle de Sant Pere y el Gran Casino en la calle de la Font Vella; y los hoteles Peninsular y Bellavista.

Empezamos la ruta por el Café Colón situado en la Plaça Vella esquina con la calle de Cremat. Se trata de uno de los edificios públicos de la última etapa constructiva de Lluís Muncunill de influencia “noucentista” que todavía se conserva tal como lo diseñó y que está cerrado. Fue proyectado entre 1918 y 1926 en el mismo solar que el arquitecto había construido en 1893 un pequeño café y unos quioscos de madera -“les barraques”- . El nuevo café, de grandes dimensiones, se ideó para unificar las fachadas de la Plaça Vella pero tuvo el efecto negativo que cubrió la visión de la Torre del Palau. El café estaba equipado con bar y salón de billar y ocupaba la planta baja mientras que la superior estaba dedicada a vivienda.

Sobre la misma época, en el tramo final de su ejercicio en la profesión, Muncunill concibió el Gran Casino de la Font Vella que, actualmente, es sede de la cooperativa cultural y educativa Abacus. El edificio, que fue inaugurado en 1921, se ha definido como ecléctico; con una mezcla de estilos que aúnan el clasicismo y el barroco.

El “Casino dels amos”
El Gran Casino fue un encargo de la sociedad industrial y burguesa más conservadora de la época -Fomento de Tarrassa- para tener un punto de encuentro donde celebrar sus reuniones, actos sociales, bailes y fiestas. Fue, por tanto, una obra suntuosa tanto en el exterior como en su interior con mobiliario, lámparas, objetos artísticos y pinturas de Joaquim Vancells y Germans Viver, entre otros. El momento de máximo esplendor fue después de la posguerra. Se efectúa una reforma de los espacios, de las pinturas del salón del baile y del restaurante. Recupera su actividad aunque se centra más en actos sociales distinguidos, bailes de salón, juegos de salón y acoge también alguna actividad cultural, especialmente conciertos. Poco a poco llegó su decadencia (la rumorología dice que había partidas clandestinas) hasta que fue restaurado de nuevo. Se situó la cadena de bares y restauración Sports Bar (muy conocido en Sitges) y posteriormente la librería Abacus.

Durante la feria, el “casino dels amos” se abre al público el patio donde se representa un espectáculo de cómo se divertía la burguesía de la época a cargo del Esbart Egarenc. Muncunill también intervino en otro proyecto de casino. Fue en el Casino del Comerç, de la calle de Sant Pere, mucho más modesto y popular que el de la Font Vella porque aquí acudía la “menestralia”, los obreros.

Decimos intervino porque en este edificio -antigua Casa Suris de 1825- efectuó la reforma del patio que daba acceso a la calle Gaudí. Un lugar que era cita imprescindible para los bailes de verano. Todo ello desaparecido y reconvertido actualmente en una plaza interior, rodeada de locales que siguen vacíos y a la espera de ocupación.

Además de lugares de restauración y ocio de la época, el arquitecto afrontó el proyecto de dos hoteles. Uno de ellos fue la reforma de la fachada y el interior del Hotel Peninsular (1889), en la calle de Sant Pere, 52, que es hoy sede de Amics de les Arts i Joventuts Musicals. Este edificio destaca a nivel arquitectónico porque Muncunill aplica por primera vez los “gabletes”, elementos de remate de la fachada y ornamentación floral en el interior.

Los primeros baños
Como curiosidad añadir que el Hotel Peninsular también destacó en su época por ser el más lujoso (un cinco estrellas de ahora) y por disponer de habitaciones con baño completo. No fue casualidad. Tenía a su origen en el Hotel Pompidor del Raval, el cual fue el primero que inauguró los primeros baños de la ciudad, que se llamaban “Guanabacoa” y que podían usar clientes del establecimiento y también la ciudadanía en general.

Cierra la ruta “gourmet” la Fonda-Hotel Bonavista, que se emplazó en la confluencia de la Rambla con las calles de Volta y Pare Llauradó. El edificio, según las fotografías observadas, era de estilo racionalista y configurado por tres plantas, del que destacaba los doce balcones con fachada a la Rambla. Fue muy célebre su café-restaurante en la planta baja, el cual acogía celebraciones de banquetes y enlaces. El establecimiento fue promovido por Francesc Rius Suñe en 1907 y estuvo activa hacia 1950. A finales de siglo XX fue derribada y se levantó un nuevo edificio residencial y bajos comerciales.

 Fuentes consultadas: “Terrassa, Patrimoni Industrial” / y blog de Joaquim Verdaguer

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