Son delincuentes del Este de Europa que después de vigilar a las víctimas las asaltan y sacan dinero con sus documentos. En Terrassa hay un caso al mes
Esta, esta. La señal es discreta, apenas apreciable para los profanos. Es un gesto acordado, un mensaje secreto, acaso una mueca o un movimiento de manos que se antoja mecánico e inofensivo para los demás, pero para ellos, para estos delincuentes, forma parte del código de comunicación indispensable para seguir a la víctima. Ya la han “marcado”, se han acercado a ella con disimulo y han memorizado el número de su PIN de seguridad cuando ella lo ha pulsado en la caja del supermercado al pagar con tarjeta. Luego la siguen con suma discreción, y la asaltan, a las bravas o empleando el viejo ardid de la pregunta por una dirección. Y le roban la tarjeta, le saquean la cuenta en un santiamén. Porque saben el PIN.
Que no cunda el pánico, que no corra la paranoia, que nadie deje de pagar con tarjeta por pavor a estas acciones delictivas. Lejos de las recomendaciones policiales que se genere la funesta alarma social. Pero lo que sí pretenden los Mossos d’Esquadra es despertar la concienciación sobre una práctica en boga en toda España. En Terrassa se han dado varios casos. Cuando menos, cinco en los últimos cinco meses, con un modus operandi análogo al ejecutado en otros sitios.
Los grupos de delincuentes especializados en esta combinación de artimaña y latrocinio forman células itinerantes con alergia al arraigo. No les consta ningún domicilio comprobado y se desplazan de una ciudad a otra a diario. No actúan durante mucho tiempo seguido en una misma localidad para no “quemarla”, para evitar allanar el camino de la investigación policial. En Terrassa, empero, tres de los cinco casos denunciados en cinco meses han sido resueltos, aunque sin detención (aún) de los malhechores. La unidad de investigación de los Mossos d’Esquadra del Àrea Bàsica Policial (ABP) de Terrassa prosigue sus indagaciones en coordinación con otros departamentos de la policía autonómica y de otros cuerpos policiales de España.
Los casos
Una persona vecina de Terrassa estaciona su vehículo en un centro comercial de Sabadell. Entra en el establecimiento y lo recorre. Compra y se dirige a la cola. Confiada, paga con tarjeta. Se la guarda en la cartera, agarra las bolsas y vuelve al coche. Una secuencia habitual, pura rutina. Piensa en sus cosas, viaja a Terrassa, llega a su domicilio. Cómo saber que alguien la sigue, a ella precisamente.
Cómo adivinar que está a punto de pasar un mal trago, agrio, porque una persona se le acerca en la calle, a punto de llegar a casa, y le pregunta cómo alcanzar la autopista, y se aprovecha de la buena fe de la interpelada para pegarle un tirón del bolso y arrebatárselo. El bolso, le han robado el bolso, pero lo peor no es el bolso, ni el dinero que pudiera contener. Lo peor es que los asaltantes sacan dinero de un cajero automático con su tarjeta. Porque conocen el PIN, y lo conocen porque la han vigilado en el centro comercial.
Otra víctima egarense detectada en los últimos meses sale de un supermercado de Terrassa. Mete las bolsas con la compra en el maletero de su vehículo, estacionado en el aparcamiento del mismo súper.
Alguien se aproxima a ella. Hola, perdón, una pregunta, me puede ayudar, cualquier pretexto es válido para el acercamiento previo al zarpazo de la fechoría. En esta ocasión, la pregunta es “sobre el hospital más cercano”. La víctima da explicaciones, es este hospital, se va por aquí, por aquí, pero resulta que el malhechor la engatusa para que se lo indique con el móvil, con un plano virtual, porque lo que quiere es que la asaltada mantenga el bolso abierto, y se despliegan las mañas del hurto, y en un momento le han desaparecido del bolso tarjetas y documentación.
Minutos después, la víctima recibe mensajes de su entidad bancaria: alguien ha contratado un un préstamo a su nombre. Un préstamo de 12.000 euros. Menudo sofoco, menudo disgusto.
Este ilícito penal se ha extendido como una mancha de aceite por todo el territorio español. Los mossos aseguran que hay multitud de denuncias de hurtos, robos y estafas “con la misma pauta de actuación”, con los mismos pasos, las mismas estratagemas. Las células de delincuentes trabajan como organización criminal, con una perfecta distribución de papeles. A esa conclusión han llegado los Mossos d’Esquadra tras las gestiones efectuadas con el Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil.
Son ladrones originarios de países de la Europa del Este. Forman grupos “coordinados en todo momento”. Cada célula itinerante rastrea un territorio que le ha sido asignado y se pone manos a la obra. Primero visita supermercados y centros comerciales para ver el panorama, para conocer de primera mano medidas de seguridad y ubicación de los datáfonos, los aparatos para el pago con tarjeta bancaria. Y estudian y analizan, y se informan sobre este establecimiento y sobre este otro, aquí mejor, tú te colocas en esta zona, pues en este súper la situación del datáfono es mejor para observar los códigos pulsados por los clientes.
Escogido el establecimiento, el grupo delictivo se presenta allí. Uno de los ladrones se queda en el coche, en el parking. Las células están integradas, por regla general, por tres tipos. Dos se dirigen al comercio, pero sólo uno de ellos entra. El compinche permanece en la zona exterior, controlando, ojo avizor, buscando víctimas potenciales.
Este sujeto es el que elige a quién robar. ¿Por qué a esta persona sí y a esta no? Buscan, preferentemente, a mujeres que no sean jóvenes y que, en apariencia, luzcan una imagen de la que se pueda deducir un alto poder adquisitivo.
Ya está “marcado” el objetivo. El maleante que vigila y escoge informa al otro tipo, al que ha entrado en el súper como si fuera un cliente más. Una seña convenida es suficiente para que el otro ladrón se dé por aludido y se sitúe detrás del damnificado en la línea de cajas. El cliente saca la tarjeta de crédito e introduce el número PIN. Recibe el tique y se marcha con la compra. El estafador que estaba en el súper, pero fuera de la zona de cajas, es el encargado del siguiente paso. Se aproxima a la víctima y le pregunta algo, a veces le muestra un plano para requerir información sobre esto o aquello, y desarrolla la maniobra de distracción para que su compinche hurte el bolso o sólo la tarjeta. Robando únicamente ese documento los delincuentes tienen más margen de tiempo. La víctima tarda más en saber que lo es.
Los malhechores se largan con su coche y corren hacia un cajero cercano al sector. Como conocen el código numérico, realizan operaciones de reintegro en efectivo. Todas las que pueden. Con mucha frecuencia, según los investigadores, acuden a tiendas para hacer compras caras. Los mossos han detectado también casos de delincuentes que piden créditos personales inmediatos con las tarjetas sustraídas. Lo hacen asimismo mediante cajeros. Así disponen de más dinero en las cuentas de los perjudicados y pueden llevar a cabo más reintegros de pasta. Al día siguiente volverán a un supermercado para guipar los cuatro dígitos de la seguridad de la tarjeta de otra víctima.
LOS CONSEJOS
No hay alarma. Los Mossos d’Esquadra apuntan que no hay motivo para la alarma, pero vale la pena saber de esta tipología delictiva
Cautela. Lo importante es extremar la precaución en la operación de pago, no teclear el número PIN de manera visible. Es preferible tapar con una mano lo que hace la otra
Cuidar el bolso. La policía recomienda a los clientes vigilar sus efectos personales en el caso de que algún desconocido se les acerque