El libro dedicado a Lluís Muncunill, de la historiadora Mireia Freixa, se abre en las primeras páginas con el dibujo de dos proyectos, el primero es un balneario y el segundo un panteón. No consta que se llevaran a cabo -al menos en Terrassa- pero es un indicio de la capacidad que tenía el arquitecto (1868-1931) para enfrentarse al diseño de equipamientos diversos, aunque buena parte de su obra se centró en edificios industriales y residenciales. Dos tipos de encargo que, a menudo, iban enlazados porque fueron los mismos propietarios de las fábricas, principalmente del textil, quienes le confiaron su casa señorial en el Centre de la ciudad a principios del siglo XX.
De su cuantioso patrimonio, del que se conservan más de cuarenta inmuebles catalogados, hemos seleccionado el religioso por tratarse de unas fechas propicias para ello. Firma pocas intervenciones pero destacadas. Son pequeñas joyas reconocidas dentro del catálogo sacro catalán por su interés histórico-artístico y a través del conjunto se puede observar también la evolución que experimentó su trabajo en estilos, técnicas y materiales.
Para situarnos, Freixa explica que la obra de Muncunill comienza en el historicismo, con predomino del neogótico (el Ayuntamiento de Terrassa, construido en 1900 y 1903, es el máximo exponente) o neorrománico (Palau d’Indústries-Escola Industrial, 1901) para sumergirse después en el modernismo hasta configurar un lenguaje propio incorporando el arco elíptico (Masia Freixa, 1907-1910).
Antes de concebir el chalet de la Masia Freixa en el Parc de Sant Jordi, Muncunill ensayó el arco elíptico en varios edificios, como el de Magatzem Farnés (actual sede del Arxiu Tobella) y la Agrupació Regionalista (derribado en 1961). Simultáneamente desarrolló este estilo en edificios religiosos donde logró unos resultados tan bellos como solemnes. Fue en las capillas del Convent de les Germanes Josefines, de la Catedral del Sant Esperit y de Sant Martí de Sorbet de Viladecavalls.
Recibió estos encargos entre1901 y 1907, cuando estaba a punto de finalizar su contrato como arquitecto municipal en el Ayuntamiento de Terrassa. Muncunill afrontó hacia 1901 el proyecto del Convent de les Germanes Josefines, en la calle de Concili Egarenc, y su capilla pero se dio prioridad a la obra del convento porque debía atender a personas muy vulnerables y enfermas, y después al recinto de culto.
En la iglesia, que data de 1907, considerada una perla modernista, utiliza como elemento estructural la catenaria (una catenaria es la curva que describe una cadena suspendida por sus extremos y que se halla sometida al campo gravitatorio), con una sucesión de arcos parabólicos sobre los que descansan "voltes de "revoltó". En el interior del templo situó unos grandes ventanales para colocar los vitrales que fueron motivo de decoración y cuya autoría podría corresponder a Eduald Ramon Amigó pero no se ha podido confirmar. Asimismo encargó elementos ornamentales en techo y paredes de motivos vegetales y de iconografía religiosa.
En paralelo, Muncunill creó la capilla del Santísimo de la Catredral del Sant Esperit y la sacristía, que se halla en el lateral derecho, al fondo de la catedral, sobre terrenos del antiguo cementerio. Fue construida en 1907 con el sistema de arcos parabólicos. Años más tarde, en 1928, llevó a cabo una reforma del presbiterio. La capilla fue reformada después de la Guerra Civil pero se conserva la estructura modernista que ideó el arquitecto. En la actualidad, el recinto sagrado destaca también por su simbología ornamental. Al fondo, sobre el altar, hay un retablo de madera policromada, de Rafael Solanic Balius, que representa la Santa Cena, así como una composición en bronce con ocho figuras de santos, cuatro hombres y cuatro mujeres. En la parte alta del prebisterio hay unas pinturas al fresco realizadas en piedra por Miquel Farré Albagés. La decoración del pequeño templo rehabilitado se confió al pintor y artista terrassense Antoni Badrinas Escudé. Cuenta Freixa que en ambas intervenciones religiosas, el arquitecto tomó nota de Gaudí. En este sentido relata un viaje a la Catedral de Mallorca promovido por la Associació d’Arquitectes de la época donde Gaudí llevaba a cabo un proyecto de reforma del templo. En su visita, Muncunill coincidió con Joan Rubió i Bellver, uno de los colaboradores de Gaudí en las obras de la catedral junto con Josep Maria Pujol y Joaquim Torres Garcia (este último pintor y escultor muy vinculado a Terrassa). Pero las fuentes consultadas por la historiadora sitúa esta visita a Mallorca en 1912, por lo que Muncunill hacía tiempo que había finalizado sus edificios sagrados, aunque claro está que esto no es obvio para concluir que el arquitecto terrassense no se sintiera influenciado por el estilo gaudiniano, a pesar de que los dos nunca se conocieron.
Además de estos dos edificios, Muncunill firma dos más en la comarca. Uno de ellos, importante también, es la capilla del Sacramento de la iglesia de Sant Martí de Sorbet de Viladecavalls que data de finales del siglo XVIII. Se trata de una pequeña capilla, bendecida en 1901 por el cardenal Casañas, que se levanta en el ala izquierda del templo parroquial. Se subraya de la iglesia su diseño de arcos apuntados que descansan sobre pequeños capiteles con decoración floral, una configuración muy similar a la que Muncunill eligió para el Ayuntamiento de Terrassa de marcado estilo neogótico. Destaca de la misma el conjunto de vitrales de Eudald Ramon Amigó -colaborador del arquitecto- así como la verja de hierro forjado de carácter ornamental y con motivos vegetales que cierra el presbiterio y que fue realizada en el taller de Joan Ricart de Terrassa.
Una torre-campanario
El conjunto sacro que concebió Muncunill se cierra con el campanario de la iglesia de Santa Maria de Ullastrell. Fue en 1908. En consonancia con la iglesia (1902) de estilo popular catalán, diseñó una torre- campanario modernista de ladrillo visto -siguiendo el estilo del Palau d’Indústries- y coronada por una cúpula de "trencadís" de cerámicas de color blanco.
Antes de llegar a la cúpula, la torre abre unas ventanas en forma de arco desde las cuales se da visibilidad a las campanas dispuestas en su interior. Y a continuación, el reloj que preside el campanario y que fue encargado a la joyería egarense Salvador Arch. La obra fue valorada en 9.184 pesetas, de las que 1.890 fueron para comprar el reloj y 400 para pagar los honorarios del arquitecto. Los historiadores apuntan que la torre recuerda a la de la Masia Freixa de Terrassa.