El periódico terrassense El Dia anunciaba, en julio de 1918, la constitución de una sociedad anónima para el transporte marítimo. Es la primera referencia local que hallamos de lo que fue el estreno de Terrassa en el comercio por mar. Aunque a decir verdad, la experiencia fue bastante efímera, solo unos pocos años. Los suficientes, sin embargo, para que Terrassa entrara en la apasionante historia de la navegación comercial.
Esa aventura empezó de un modo oficial casi un año más tarde de aquella escueta nota en El Dia. Fue en 1919. El 21 de mayo quedó constituida en Barcelona la Naviera Egara, SA., presidida por el industrial y político egarense Francesc Alegre i Roig, un prohombre de nuestra ciudad que desarrolló múltiples actividades y que llegó a dirigir el Banc de Terrassa. En el consejo de administración de la Naviera Egara estaban también otros destacados nombres de la Terrassa de la época.
Un velero del siglo XIX
Dos fueron los buques que en sus cerca de tres años de existencia -la disolución de la compañía fue el 11 de febrero de 1922- tuvo esta naviera. Se trataba del precioso velero Sant Mus y del pailebot que llevó el nombre de Egara.
En la Lista Oficial de Buques editada por la Dirección General de Navegación y Pesca Marítima correspondiente al año 1919 encontramos al buque Egara, catalogado como pailebot, construido en 1888, matriculado en el año 1918, en Barcelona, siendo su armador Manuel Targarona (en el consejo de administración de la Naviera Egara figuraba José Targarona).
No queda demasiado claro ni el nacimiento ni la trayectoria que tuvo el Egara, e incluso algunos datos llegan a ser contradictorios. De todos modos, en la agencia internacional de calificación de buques Lloyd’s Register of Shipping, de Londres, sale relacionado el Egara, construido en Palma de Mallorca en los astilleros de P. Llompart.
Todo parece indicar que una vez la Naviera Egara finalizó su negocio, el Egara pasó a denominarse Isabel Vaurell y posteriormente Cala Murtà, siendo el armador la Compañía Naviera Mallorquina.
Naufragio
Y el Cala Murtà acabó naufragando en aguas de las Baleares. Eso sucedía hacia las tres de la madugada del 23 de marzo de 1966. Embarrancó en la costa, a pocos metros de la punta de Na Cap de Porc, en las cercanías de uno de los lugares más bellos de Menorca, aunque también de los más peligrosos para la navegación, el Cap d’Artrutx. Dicen las crónicas que el día de su naufragio procedía del puerto galo de Saint Louis de Rhône y transportaba 170 toneladas de cemento con destino a Maó. La tripulación era de seis hombres además del patrón, de nombre Manuel Ortigosa. En aquella madrugada, la visibilidad era escasa y las corrientes podían haber sido las causantes de haber empujado al Cala Murtà a estrellarse contra las rocas. Quedó semihundido; apenas emergía su proa.Los tripulantes habían lanzado bengalas de socorro que fueron avistadas por el buque Valldemosa. Consiguieron salvarse.
Triste destino, pero muy habitual en aquellos años, hace casi un siglo, para multitud de buques que quedaban a merced de los elementos, apenas sin poder hacer nada.
Y el otro buque de la Naviera Egara fue el Sant Mus. Si hablamos de belleza a la hora de definir la estampa de un velero, hemos de hablar forzosamente de él. Su esbeltez le daba carácter, prestancia, una elegancia que embelesaba.
Maravilla flotante
Con todo su velamen al viento, el Sant Mus era una auténtica maravilla flotante. Además, incorporaba las más avanzadas técnicas del momento. Era de madera de encina, abeto y pino, con el casco que estaba forrado con planchas de cobre hasta la línea de flotación. Por encima, el color blanco destacaba. Con un aparejo de cuatro palos machos, con sus masteleros -palos menores que van sobre los principales- alcanzaban una impresionante altura de 39 metros. En su popa tenía una lujosa cámara para los oficiales, forrada con madera de caoba.
El Sant Mus también nació en los renombrados Astilleros Llompart de Palma de Mallorca en el año 1919 para los hermanos Jaume y Damián Ramis Mut, armadores. Fue proyectado por Josep Llompart y dirigió la construcción Sebastià Llompart. Este buque lo comandaba el capitán de la marina mercante Agustín Martín Soler y tenía dos oficiales, un contramaestre y doce marineros.
Uno de los momentos más esperados en la construcción de un buque, la colocación de su quilla, fue el 18 de mayo de 1918 y casi en la misma grada de su construcción lo adquirió la Naviera Egara. El objetivo era destinarlo al tráfico trasatlántico de mercancías, al parecer para el transporte de madera de Norteamérica a puertos españoles.
Y llegó el gran día, el 5 de junio de 1919. El día de la botadura, un día revestido de gran solemnidad. El Sant Mus no fue un buque cualquiera, y su bautizo en la mar constituyó todo un acontecimiento. Pero estuvo poco tiempo en aguas de las Baleares. Pronto vino a Barcelona y rápidamente se dirigió a Nueva York. En una amplia crónica en La Vanguardia, el 9 de junio de 1919, el autor se deshace en admiración hacia el navío.
Después de que la Naviera Egara se disolviera, el Sant Mus fue adquirido por Félix Escalas (Palma de Mallorca, 1880 – Barcelona, 1972). Fue un singular político -desde gobernador civil a procurador en las Cortes- y financiero, que gestionó importantes empresas catalanas. Escalas dejó abandonado el Sant Mus en el puerto de Barcelona en 1931, con la llegada de la II República. Más tarde comenzó la Guerra Civil. El conseller de Cultura de la Generalitat, Ventura Gassol, propuso su reparación y conservación en el Museu Marítim de Barcelona, pero la idea no cuajó. Más tarde, el Sindicato de Transporte Marítimo de la CNT quiso convertirlo en albergue para hijos de milicianos, aunque finalmente el buque fue adscrito a la Escuela de Náutica de Barcelona.
Buque escuela y… el final
Cuando terminó la contienda bélica, Félix Escalas lo recuperó y lo cedió a la Escuela de Flechas Navales de Barcelona, una organización juvenil perteneciente a la Falange Española. El buque parecía recobrar una nueva vida. Y en los Talleres Nuevo Vulcano de la Barceloneta reverdeció. Pero al Sant Mus, el nombre le duró poco. En memoria del crucero Baleares, la enseña de la Armada española en la época franquista, el Sant Mus recibió también el nombre de Baleares.
La vida de este bello barco prácticamente había terminado. Permaneció muchos años atracado en el muelle de Alsina y Bosch, en Barcelona, deteriorándose paulatinamente; agonizando. Ni tan siquiera le quedaba la arboladura que en aquellos primeros años de singladura causó admiración. Tenía tantos achaques que ni podía navegar. Envejecía lentamente y mal. Llegaron los años sesenta. Y su desuso. Perdió la condición de buque escuela. Fue remolcado hasta donde se estaba construyendo el dique del este y le llegó el triste final. Aquel maravilloso Sant Mus fue hundido y reposa en las aguas del puerto de Barcelona. Fue utilizado simplemente como relleno del muelle. Es como cuando alguien que llegó a la gloria apura sus últimos días de vida durmiendo en cualquier calle de cualquier ciudad.