El Casal de la Dona de Terrassa dio ayer visibilidad a mujeres activistas en la Transición. Reunió a Magda Farrés Buisan, Rosa Maria Fernández Sansa, Teresa Gutiérrez García, Asun Hernández García y Carmen Roca Salvador. Las cinco relataron sus experiencias como luchadoras en el ámbito político, sindical y vecinal en el Museu de la Ciència i la Tècnica de Catalunya (mNACTEC).
Todas ellas recordaron sus vivencias ante un auditorio muy joven y lleno hasta la bandera. Estaba integrado por 168 alumnos de bachillerato de los institutos Can Jofresa, Montserrat Roig, Santa Eulàlia y Terrassa. "Había más peticiones pero no se habían podido atender por falta de capacidad", comentó satisfecha Mercè Gómez, presidenta del Casal de la Dona,
El testimonio de estas cinco mujeres de izquierda descubrió o constató su valentía en tiempos muy difíciles donde el régimen franquista imponía y prohibía. Y traspasó, con humildad y sencillez, su emotividad. Las protagonistas situaron a los chavales en la época, la de la dictadura, donde las escuelas se daba clase en castellano y se cantaba el himno, el "Cara al Sol; en las fábricas textiles con largas jornadas de trabajo de lunes a sábado, y en las reuniones sujetas a vigilancia policial por considerar que ya se planeaba un acto de rebelión. Rosa Maria Fernández, ex concejal en el Ayuntamiento de Terrasa, rememoró que "en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB, tenían que compartir clases con agentes de la policía provistos de metralleta" y que debían proteger los libros porque se quemaban. Carmen Roca Salvador también rememoró los encuentros clandestinos, la participación en manifestaciones no autorizadas así como la conciencia de clase obrera que se tomaba desde las fábricas del textil y del metal, y en las calles.
Sobrecogedores fueron los pasajes de estas mujeres políticas, sindicalistas y feministas cuando fueron encarceladas por el régimen. Rosa Maria Fernández evocó emocionada cuando estuvo en la prisión de la Trinitat de Barcelona, donde les daban la comida por debajo de la puerta, se duchaban cada tres días al aire libre y con agua fría, y les negaban un abogado.
Fernández explicó que allí dentro "el sentimiento de soledad crecía y era cada vez mayor". Aprendí manualidades, a confeccionar jerseys de lana -aún los hago ahora". Era una vía de escape, si cabe para distraerse, de aquel ambiente de impotencia y miedo".
Las mujeres que participaron ayer en la mesa redonda formaran parte de un trabajo de memoria histórica que está preparando el Casal de la Dona, a través de su grupo de investigación Sabates Vermelles.