Mikel Mancisidor monitoriza en NNUU, junto a otros 17 expertos, la aplicación del Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Jurista y doctor en relaciones internacionales por la Escuela Diplomática de Ginebra, es profesor del Washington College of Law de la American University en Washington DC. El viernes pronunció la conferencia inaugural del III Congrés de Drets Humans del Consell de l’Advocacia Catalana. Desde la prudencia institucional, después se prestó a reflexionar sobre la salud de los derechos humanos en España y en el mundo.
La crisis que sacudido Europa ha pasado factura en los derechos sociales, económicos y el acceso a la cultura de la ciudadanía. ¿Cómo observa NNUU esta realidad en el llamado mundo rico?
Sin duda la crisis ha supuesto graves consecuencias par los derechos económicos, sociales y culturales en Europa, también en los laborales, en el derecho a la salud y en tantos otros. En un contexto global, podemos decir que la sociedad ha cambiado, que el mundo es distinto y no hay vuelta atrás. Quien quiera volver a un mundo anterior se equivoca. Debemos adaptarnos a un mundo distinto, más global.
¿Una sociedad a dos velocidades, donde los ricos son y serán más ricos y los pobres más pobres?
Es un mundo más complejo. Para los países europeos es más difícil y competitivo, pero da nuevas oportunidades a cientos de millones de personas. Yo no creo que la única visión sea la extrema en las dos velocidades. Durante la última década millones de personas han accedido a la tecnología, al agua, han dejado de pasar hambre y se han escolarizado, especialmente las niñas. Es un mundo más complejo que también da nuevas oportunidades y sobre el que no caben lecturas unívocas.
Se echa de menos un papel más activo de NNUU en los últimos conflictos internacionales y en las crisis humanitarias.
No puedo hablar como portavoz de Naciones Unidas, pero sí decir que es como el parlamento de la humanidad. Donde los representantes de los países pueden discutir sus diferencias y llegar a acuerdos. Establece normas universales sobre temas que nos interesan a la mayoría de la humanidad y crea instrumentos para procedes a su seguimiento y control. Ese trabajo puede ser insuficiente, pero en absoluto despreciable.
El éxodo de los Rohingas en Myanmar, o la crisis de los refugiados ponen a prueba la determinación de la ONU para frenar a los países que violan los DDHH.
Insisto, no soy portavoz de NNUU, que tiene los instrumentos que la comunidad internacional le da y con ellos hace lo que puede. Debería hacer más, pero ¿con qué mandato?, ¿con qué poder?, ¿el que le cede quien?.
Como experto de NNUU, ¿qué opina de los abusos sexuales por parte de trabajadores humanitarios de algunas ONGs y de NNUU en Haití o en Siria?
Allí donde hay desigualdad de poder se dan abusos. También en las relaciones laborales, en la educación, en las iglesias y en algunos ámbitos de NNUU y de las ONG. Tenemos la obligación de no generalizar. Esos comportamientos deben ser perseguidos y sus autores puestos a disposición de las autoridades para que todas las responsabilidades, incluidas las penales, sean aclaradas.
¿Qué le parece el secuestro del libro Fariña, la condena al rapero Valtonyc y la retirada de la exposición de Santiago Sierra en Arco? ¿Comparte que la libertad de expresión está en regresión en España?
No conozco los casos al detalle y no opinaré. Pero diré que la libertad de expresión, como cualquier otro derecho humano, debe tener limitaciones. La cuestión está en dónde se pone el límite. El mal gusto o la diferencia ideológica no siempre justifican poner límites a la libertad de expresión. Los DDHH deben ejercerse en un contexto de suficiente libertad de expresión.