Una familia de Vallparadís sufre el asalto nocturno de unos delincuentes que treparon hasta su vivienda por la fachada. Cuando la víctima se levantó de la cama, los cacos acababan de huir.
Aquel ruido sibilante la alarmó, por muy liviano que fuera, porque segundos antes hubo otros. Alguien trasteaba en su vivienda. Lo supo Dolors (62 años) cuando se incorporó de la cama y salió del dormitorio. ¿Qué hacían encendidas las luces de la cocina pasadas las 3.30 de la madrugada? ¿Qué hacía la puerta corredera del balcón-terraza abierta? Las luces las había encendido un ladrón. La puerta la había abierto él. Había escalado hasta su vivienda. Y Dolors (nombre inventado, prefiere no dar el suyo) vive en un tercero.
La familia reside en el barrio de Vallparadís. El miércoles de la semana pasada, a eso de las 3.30 de la madrugada, Dolors yacía en la cama. Como necesita la tele de adormidera, y estaba entre dos sueños, programaba el televisor con que cuenta en su habitación cuando oyó algo. "No supe identificar ese primer ruido", recuerda. Lo achacó a alguna ráfaga de viento que se había enlazado en la galería.
Pero hubo otro ruido, el sibilante, el semejante a un murmullo de agua. Y oyó "como si un perro tocase cosas", pero la familia no tiene perro desde hace un año. "Qué raro", pensó Dolors. Los sonidos no podían proceder de una vivienda vecina, a esas horas. Su origen era más cercano, sin duda.
Miró el teléfono móvil en la cama. Las 3.36 de la madrugada. Dolors no esconde que se asustó, pero ese miedo germinal no la atenazó. Se levantó de la cama y prendió la luz del pasillo.
¿Quién hay ahí? "Qui hi ha, qui hi ha", dijo. Caminó unos pasos mientras hablaba. Y columbró más luces. Eran las de la cocina. Las dos. No me las he podido dejar yo así. Una, a lo mejor, pero ¿las dos? No. Alguien las había activado. Un intruso, quizás dos. Dolors cometió "una burrada", lo reconoce. No debió haberse incorporado, no debió interpelar así a quienes habían allanado su hogar, no debió jugarse el tipo. Eso le han dicho, eso se dice ella misma.
No había nadie ya, pero por poco. El ladrón (o ladrones) acababa de marcharse. La puerta corredera de la terraza estaba abierta y un viejo aparato de vídeo que la familia guardaba en un mueble del comedor, debajo de la tele principal, había sido colocado encima del sofá. Encontró cajones abiertos y removidos, registrados por manos nerviosas que sacaron una cinta métrica de uno de ellos y la depositaron encima de un mueble.
Había cajones abiertos en la cocina. Los delincuentes registraron el espacio situado debajo del fregadero. Quizás el roce de las bolsas de plástico que Dolors tiene allí motivó el ruido que semejaba murmurar de agua.
Los asaltantes habían entrado por la puerta corredera exterior, que no cerraba bien. A su marcha dejaron un hueco de medio metro. Ahora sí cierra, ahora está reparada. ¿Cómo subieron hasta el tercero? Por la fachada. Seguramente se encaramaron a la primera terraza trepando por unos tubos que recubren líneas eléctricas. Y en la primera vivienda quisieron entrar, se presume, pero las medidas de seguridad en forma de rejas lo impidieron. Aun así, los malhechores agarraron una botella de agua y bebieron. Y cogieron un vaso.
Y el vaso apareció en la terraza del segundo.
Tampoco penetraron los cacos en esa vivienda. Prosiguieron su escalo hasta el tercero, el de la familia de Dolors. Allí sí consiguieron su propósito de allanamiento, no así el de robo porque nada se llevaron.
Sospechoso cojeando
Rectificación: algo sí se llevó un ladrón, al parecer. Algo desagradable. Una posible lesión. Un testigo observó a un sospechoso caminar renqueante por la acera de enfrente. Se llevaba la mano a una pierna. Seguramente se la dañó al descolgarse de la fachada, luego de pisar y aplastar los cactus de la galería del segundo y de arrancar una brida del cableado anclado en la fachada. El sospechoso, delgado, no muy alto, vestía de negro.
Dolors se quedó absorta en el comedor un buen rato, hasta que volvió en sí y llamó a la policía.