Terrassa

Otro timo de la “falsa amiga”

Entre aquel sorprendente acercamiento, caída de ojos, hablar dulce, me gustaría ser tu amiga, y el fin de aquella amistad de pega, transcurrió un mes y medio. En esos 45 días, la "amiga" joven sableó 9.600 euros al "amigo" mayor, que contaba 67 años. Eso cuenta él, la víctima, un terrassense que roza ahora los 70 años y que ha querido hacer pública su historia de timado después de leer en Diari de Terrassa una información sobre un caso similar al suyo.

Jaume (nombre inventado) leyó en este diario, el 16 de diciembre pasado, la historia de una joven que había sido condenada por estafar 8.000 euros a un anciano egarense del que se hizo "amiga" y al que solicitó dinero para poder sepultar a su padre muerto, que no estaba muerto. Y para viajar a Marruecos con el fin de vender la casa del presunto difunto, y para estudiar enfermería. El anciano soltó pasta una y otra vez, acaso enternecido por los sollozos de su "amiga", a la que había conocido en una panadería que frecuentaba el hombre junto a su mujer, enferma de Alzheimer. La timadora acompañaba al timado a bancos para retirar el dinero.

Aquella relación empezó en noviembre del 2016 y acabó en enero del 2017. Te devolveré el dinero, aseguraba la joven, de 26 años, al anciano, de 81. Pero no le retornaba nada, y pasaban los días y el agujero en las cuentas del hombre devenía un boquete. La relación terminó, y el caso fue denunciado, cuando el estafado se personó en el restaurante de Terrassa donde trabajaba la muchacha y ella dijo no conocerlo de nada. La Justicia condenó a la joven a dos años de prisión y a devolver los 8.000 euros.

¿Y si fuera la misma que me estafó a mí?, se preguntó Jaume hace unas semanas al leer el artículo sobre el timo del padre muerto, el engaño de la falsa amiga devoradora de haciendas ajenas. Lo suyo fue justo un año antes, en noviembre del 2015. Noviembre, también. La chica decía ser de Marruecos, "pero hablaba un catalán perfecto". Jaume había acudido a una biblioteca municipal, la del distrito 4, a leer los diarios, como hacía a menudo. A la salida, la joven siguió sus pasos.

Lo abordó. Hola, quiero hablar contigo, quiero ser tu amiga, que si esto, que si lo otro, que si no trabajo, que si tengo un hijo pequeño, que si patatín, que si patatán. "Ese mismo día ya me pidió dinero", relata el hombre, que al principio se resistió a facilitar el número de su teléfono móvil a la joven, pero cedió. Había caído en la trampa.

La timadora: "Necesito 1.200 euros para pagar la matrícula". ¿La matrícula de qué? De enfermería, como en el otro caso. Otra coincidencia. Embaucadora y víctima se citaron en la calle de Marconi, en una esquina. Allí, él entregó los 1.200 euros a la chica, que se comprometió a su restitución. "Te lo devolveré. El día 25 cobro una beca". Llegó "el día 25". Jaume no vio un duro. Se sucedieron los pagos. "Me llegó a decir que me devolvería el dinero con intereses y que un día me invitaría a comer", rememora.

Así, cuatro o cinco días después, la muchacha contactó de nuevo con el estafado y volvió a morder su cuenta: le solicitó 2.000 euros, esta vez "para comprar unos aparatos de prácticas". ¿No embargó al hombre la suspicacia? "Sí, lo encontré extraño, pero caí", dice. Y entregó los 2.000 euros, que sacó de la cuenta en una oficina bancaria de Ca n’Aurell. Él hizo la operación, ella esperó fuera. En el caso relatado el 16 de diciembre, también la estafadora había acompañado a la víctima a sucursales bancarias varias veces. Otra coincidencia.

La operación del hijo
Ana, se hacía llamar. Tenía "23 o 24 años" y era guapa, con cabello "no muy largo". Pasaron otros cinco días y llegó una súplica monetaria de 1.700 euros "para pagar agua y luz". Ya se sabe: la joven pedigüeña tenía un hijo pequeño. A una entrega sucedió otra, hasta media docena. En total, 9.600 euros en un mes y medio. El extraño y vampírico nexo se rompió cuando Jaume se plantó con el enésimo ruego: ella le pidió otra cantidad "para una operación del niño, que está muy enfermo". El hombre se negó a otra vuelta de tuerca: "No te daré nada si antes no me devuelves lo que ya te he dado". No le retornaría nada, dijo ella: "Soy insolvente".

La esposa de Jaume se enteró de los estragos al ver las cuentas. La cónyuge cogió el teléfono de su marido cuando la estafadora llamó. "No moleste más", le dijo.

Jaume ya no puede ir solo al banco. "No sé qué me pasó. A lo mejor la miré demasiado bien. Era joven y yo confío en la buena fe de la gente", comenta el timado. No ha vuelto a ver a la moza, ni ella contesta al teléfono. Jaume asegura que se informó para denunciar la estafa, pero unos policías le advirtieron de que lo suyo no prosperaría por falta de pruebas documentales de los pagos y por inexistencia de datos de la "amiga" sableadora.

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