Terrassa

Una “rostisseria” da una comida al día a 51 personas necesitadas

Le consideran "desahuciado" para el mercado laboral. "Por la edad: tengo 57 años", dice Josep Cazorla. Este hombre está en paro y percibe algo más de 400 euros al mes de ayuda pública, pero sus frases y su ánimo revelan que saldrá adelante. No quiere ni hablar de la posibilidad de trabajar (cobrando, claro) en el proyecto donde tiene puesta el alma. Es el gerente de la Rostisseria TK, en la calle de Calaf, en Les Arenes. Trabaja allí, sí, pero de voluntario, sin ganar un euro. "Esto me llena", afirma. Dos entidades, la de Cazorla y la del sacerdote Antoni Deulofeu, han abierto una "rostisseria" solidaria que da de comer cada mediodía, de lunes a viernes, a 51 personas en riesgo de exclusión social. Diecinueve son niños.

Cazorla es miembro de Terrassa Antidesahucis. Deulofeu, de la asociación T’Acollim, T’Escoltem. Ambas entidades trabaron relación, pergeñaron un proyecto de empresa social similar a uno existente en Barcelona, lo presentaron al Ayuntamiento, obtuvieron su beneplácito y se lanzaron a la piscina, mas con agua: el plan recibió espaldarazo con donaciones y el apoyo de dos fundaciones: la Fundació Catalana Alejandre y la Josep Botet.

"Por desgracia, el Ayuntamiento no da a abasto para ayudar a tantas personas vulnerables", lamenta Cazorla. El Consistorio colabora con el establecimiento derivando a los beneficiarios desde los Servicios Sociales. Así aseguran el control de los usuarios de este programa concebido para algo más que para la mera entrega de una comida al día. No se trataba sólo de eso; se trataba, se trata, también, de facilitar sustento ya cocinado a quienes, posiblemente, no puedan cocinar en su domiciclio. Se trata, asimismo, de "dignificar" a personas desfavorecidas, de no relegarlas a la sombra de una cola única para ellas, "de que cohabiten en un sitio con otros ciudadanos", dice Cazorla. De sentirse clientes, aunque sean clientes especiales.

Menú "social" para todos
Y es que la "rostisseria" no sólo da alimento a terrassenses sumidos en la perentoria necesidad. Quien quiera puede comprar allí, de lunes a viernes, un menú "social" a cinco euros: primer plato, segundo, pan y postre. Los fines de semana, TK muda a asador convencional, a precios más ajustados que otros comercios. Con lo que recauda los sábados y los domingos paga las nóminas a los tres trabajadores en plantilla. Cazorla, queda dicho, no está entre ellos. ¿Se aguanta la empresa, en marcha desde el 1 de noviembre? "Tenemos déficit, que vamos trampeando, pero no nos ponemos nerviosos. Unos economistas consideraron viable el proyecto", dice Deulofeu.

El apoyo de las fundaciones asegura el pago de los servicios de suministro y el alquiler, y algunos proveedores de materia prima colaboran con la causa. La empresa servía al principio a 35 personas, sirve ahora a 51 y tiene capacidad para entregar comida cocinada a más de 150. Ya se verá. De momento, los impulsores del establecimiento aspiran a consolidar el plan y a dotarse de un grupo de voluntarios que transporten los alimentos a personas mayores con problemas de movilidad, un colectivo "silencioso, escondido, pero cada vez más numeroso", destaca el sacerdote.

Comedor social
De los 51 menús, once los consumen los "clientes" en un comedor social, en un local de Càritas emplazado a pocos metros de la "rostisseria". Los comensales no tienen techo. Pernoctan en el albergue L’Andana. Hicham Berrada, marroquí de 24 años, es uno de ellos. Lleva dos años en Terrassa, después de que la guerra lo expulsase de Libia y recalase durante un tiempo en Italia. No tiene familia aquí, ni papeles. "Me busco la vida con la chatarra", dice a las puertas del comedor. Él ya se ha alimentado. Dentro del local seis compañeros apuran los menús. Ana Hita, una trabajadora de la "rostisseria", come con ellos. Uno bromea con la joven, madre dos hijos. Dice que se llama Ana "pero tiene cara de Montse".

"Estas personas son muy agradecidas", comenta Ana, sin trabajo hasta que la reclutaron para este proyecto que también le da de comer a ella. Y no sólo alimento para el estómago. "Me encanta poder ayudar. Nunca sabemos cómo nos hemos de ver el día de mañana".

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