Debemos tomar algún tipo de prevención ante la entrevista?
Usted no, no se preocupe; seré yo mismo quien se autocensure. Si cree que debe quedar constancia, no tengo inconveniente.
Es usted quien decide.
El auto del juez me obliga a ser muy cauteloso a la hora de expresar según qué tipo de cuestiones, bajo el riesgo de reingresar en prisión. Entenderá que deba ser prudente.
¿Cuáles son los límites de su libertad individual?
Efectivamente, tengo limitada mi libertad individual. Debo presentarme cada semana en el juzgado de guardia; no puedo salir del territorio del Estado y aunque formalmente no se establece así, yo digo que tengo limitada mi libertad de expresión, bajo riesgo, insisto, de reingreso en prisión. Debo controlarme en esta campaña electoral, por lo que entiendo que no estoy en igualdad de condiciones que otros candidatos.
¿De qué no puede hablar o qué no puede decir?
Si se lo dijese, estaría hablando de ello y me permitirá que no lo haga. Debo ser prudente.
¿De qué se le acusa exactamente?
Pues de haber organizado una rebelión violenta. Cuando en prisión comentábamos con otros reclusos con delitos muy graves, quedaban sorprendidos y nos decían “!pero si esa es la pena más alta que se pide en el código penal!” Me gustaría defender de manera honorable que nosotros no hemos cometido ningún delito.
Señor Rull ¿vale la pena?
¿Vale la pena? (silencio) Sí, vale la pena. Es una experiencia muy dura, muy complicada. Nuestro encarcelamiento ha sido sólo una primera parte. Nosotros ahora hemos vivido una prisión preventiva, pero ahora debemos afrontar un juicio muy complicado en el que nos piden treinta años de prisión, que es una auténtica exageración. Lo que vale la pena es ser coherente con tus convicciones.
¿Cómo sale usted de la prisión, en lo personal y en lo político?
A pesar de que nos han querido sacudir nuestra dignidad y nuestras convicciones, salimos de prisión con la dignidad, las convicciones y los ideales más fuertes que nunca.
¿En el independentismo hay ahora lugar para la frustración o para la esperanza?
Este es un movimiento que se ha basado siempre en la esperanza, en el optimismo, en el diálogo, en la voluntad constructiva y positiva. El único instrumento que nosotros conocemos es la democracia y las urnas. Esa será siempre nuestra línea, defender una Catalunya independiente y aunque se me pueda acusar de naïf, debo decirle que no lo haremos desde el rencor, el odio o el resentimiento, lugares desde donde no se construye nada. Pero ahora ya sabemos que hay más allá del muro. Ahora conocemos la potencia del minotauro.
¿Y para qué hay lugar en el constitucionalismo?
Nosotros hemos planteado siempre una hoja de ruta con voluntad de diálogo, el problema es que no tenemos interlocutor. Es muy complicado pretender sentarte con alguien que no quiere dialogar contigo. Es un problema de debilidad de Rajoy y su gobierno: los fuertes dialogan y pactan; los débiles imponen, aplican el Código Penal y despliegan el artículo 155. Por cierto, La Constitución no contempla el cese de un gobierno legítimo, democráticamente elegido.
¿Fue un error no convocar elecciones?
Rajoy dijo que el artículo 155 se iba a aplicar tanto si se convocaban elecciones como si no. No hubo voluntad alguna de diálogo. El president Puigdemont insistió en reunirse con Rajoy. Querían un Govern genuflexo y humillado y eso era inaceptable.
Hace algunos años participó en una sesión del Senado y dijo algo así como que allí en Madrid, en las instituciones, se palpa el poder del Estado
Es cierto y he tenido ocasión de sentir y sufrir en toda su crudeza el poder omnímodo de ese Estado. Esto me plantea enfocar mi compromiso político en unos términos diferentes de cómo lo había hecho hasta ahora. Es decir, mi ejercicio de la política adquiere una dimensión diferente. Mantengo mi voluntad de servicio, lógicamente, pero hay una nueva realidad que expreso por primera vez en negativo: yo no quiero que mis hijos vivan en un Estado en el que alguien pueda ir a prisión por defender libre y democráticamente sus ideas.
¿Es ese un patrimonio del independentismo?
Por supuesto que no, esa idea no interpela únicamente a los independentistas. Me gustaría invitar a todo el mundo, sea independentista o no, viva en Pontevedra o en Castilla a compartir esa reflexión. Nos han tratado como a criminales peligrosos; ahora nos ha pasado a nosotros, pero le puede pasar cualquiera. Mire, que a nosotros se nos ponga en el mismo nivel que al teniente coronel Tejero es del todo surrealista.
Permítame que insista ¿Cuál es ahora el momento del independentismo? Por ejemplo, ¿debe recuperarse la unilateralidad o hay que rebajar las expectativas?
Mire, en este momento lo imprescindible es recuperar la normalidad institucional del país. Lo principal es que el president Puigdemont vuelva al Palau de la Generalitat se restablezca el gobierno legítimo de Catalunya y que los presos políticos salgan de prisión; la segunda es continuar ampliando nuestra mayoría democrática; la tercera, poner en valor el 1-O y la cuarta, continuar insistiendo en el diálogo. Le insistí al juez del Tribunal Supremo en que nosotros no entendemos la política más que desde el ejercicio del diálogo. Esas son nuestras credenciales y no nos cansaremos ni nos resignaremos.
¿A qué se refiere cuando habla de que no habrá resignación?
Pues a que utilizaremos todos los instrumentos a nuestro alcance para ampliar la base que crea en una Catalunya independiente con todas las vías de diálogo posibles; desde las instituciones europeas hasta el Estado español, amparados en el derecho internacional. Con todos los instrumentos que estén a nuestro alcance. Queremos transformar nuestra tristeza en esperanza, en una fuerza claramente positiva.
Ustedes han apelado a ello durante todo el procés. ¿Qué ha fallado?
El Estado ha desplegado todo su poder coercitivo y hay un límite que nosotros no traspasaremos nunca, que es el de la violencia. No podemos poner en riesgo la seguridad de las personas. Si existe voluntad política, en la Constitución cabe un referéndum y, por otra parte, entendemos que en el Estado español, celebrar un referéndum no es ningún delito. La democracia no debe dar miedo.
Cuando habla de ampliar la base social, entiendo que dice que la que existe no es suficiente ¿es eso autocrítica?
La autocrítica la plantearemos en su momento. Ante un Estado que encarcela, ante un Estado que disuelve un Parlamento democrático y que cesa a un gobierno que ha tenido más votos populares que ningún otro en la historia reciente de Catalunya, debemos aparcar el análisis crítico.
Parece que no se acaban de decidir ustedes.
Debemos centrarnos en estas elecciones. Es muy difícil realizar la autocrítica, que seguro que deberemos hacer, ante un Estado que tampoco encaja la más mínima crítica y con mentalidad de arrinconar y prohibir determinadas ideas. Me siento mucho más cómodo en la vida, hablando de las obras del tercer carril, del cambio climático, de cómo llenamos de empresas los polígonos industriales, del corredor mediterráneo y de cómo podemos hacer progresar el país. Paradójicamente, nos encontramos con que aquello que piensa una parte cada vez más importante de la población catalana, simplemente se debe eliminar y prohibir. Las urnas del 1 de octubre estaban abiertas a todo el mundo, a los del sí y a los del no.
¿Cree que se han generado unas expectativas a las que no se podía responder?
No se podía responder a esas expectativas ante la respuesta tan contundente del Estado español. Es muy difícil cuando al otro lado sólo está la fuerza y el Código Penal.
Pero mucha gente creyó que se podría alcanzar la independencia a muy corto plazo.
Esa es una de las lecciones que deberemos aprender de lo ocurrido. Insisto, hasta ahora sabíamos que había un muro, pero no sabíamos que había más allá. No teníamos cartografía, no había GPS, si me permite la expresión; ahora tenemos una visión muy precisa de lo que hay. Eso nos permitirá diseñar el camino en base a esa realidad, en términos más pragmáticos y con más posibilidad de éxito. El muro no es infranqueable.
Ya en clave electoral, las encuestas hablan de dos catalunyas como hay dos españas ¿Cómo se gestiona eso?
Vuelvo a insistir, desde el consenso y el diálogo. Mire, los expertos dicen que todas las elecciones tienen una pregunta. La de estas es clara: ¿están dispuestos PP, Ciutadans y PSC a aceptar los resultados de estas elecciones?
¿Usted que dice?
Pues que nosotros sí, nosotros aceptaremos y acataremos, en toda la extensión de la expresión, el resultado de las elecciones del día 21.
¿Qué quiere eso decir?
Le responderé en términos diferentes. Cuando la ministra de Defensa dice: “Estas elecciones las hemos convocado para que ganen los constitucionalistas y si no ganan, continuaremos con el artículo 155”. Eso, de manera menos sutil, más brutal lo dice Rivera y el portavoz del PSOE se expresa en los mismos términos. Por tanto, el autogobierno de Catalunya sólo tiene sentido si gana el constitucionalismo. Por eso, Junts per Catalunya pide el voto del independentismo y también de las personas que no lo son pero creen que es necesaria una base democrática sólida de convivencia, progreso y bienestar.
Planteado en esos términos resulta inverosímil que el planteamiento del Gobierno pueda ser ese.
Pues no se engañe, es exactamente eso y en esos términos. Oiga, lo que no puede ser es que se diga que se puede defender la independencia, pero no exista la más mínima posibilidad de aplicarla. ¿Cómo lo hacemos? Insistimos, si hay voluntad política, partiendo del principio democrático, hay posibilidad de cualquier cosa. ¿No lo hizo el Reino Unido en Escocia o Canadá en Québec? Aquí la respuesta es cese del gobierno, Código Penal y prisión.
Pero para ello se deben poner de acuerdo las fuerzas independentistas.
Insisto en que nuestro objetivo es que vuelva el president Puigdemont, que entre en el Palau de la Generalitat, que el Govern se pueda volver a reunir en la mesa del salón Terradellas para restablecer la normalidad constitucional y después, si me permite citar al poeta: “que cadascú es vesteixi com bonament li plagui i via fora”. Después ya vendrá la lógica de partidos. Esa es la base de nuestra candidatura, que como seguro que usted ha podido comprobar es poco de partido y sí muy transversal.
¿Hay posibilidades reales de que vuelva Carles Puigdemont? La amenaza es evidente.
El presidente ha expresado reiteradamente su voluntad de volver al Palau de la Generalitat.
Esquerra lo puso en duda inmediatamente.
No quiero perder ni cinco segundos en discutir con personas con las que hemos compartido y queremos compartir tantas cosas. En estos momentos, preferimos invertir todas nuestras energías en explicar nuestro modelo de país y en debatir con nuestros adversarios políticos que son el tripartito del 155.
¿Qué juicio le merece a usted la huida del president?
Es una decisión de una valentía extraordinaria que Catalunya le debe agradecer. Carles Puigdemont ha preservado la dignidad de las instituciones catalanas y en concreto de la presidencia. Al president de la Generalitat no se le pueden poner esposas.
¿Se siente decepcionado por la posición adoptada por el PSC?
Sí. De todas formas, me gustaría agradecer desde Diari de Terrassa decisiones de dignidad como las que se han llevado a cabo en esta ciudad. Lo he hecho personalmente a Jordi Ballart y a los concejales que dimitieron junto a él, pero me gustaría hacerlo también públicamente. Como terrassense, debo decir que me siento profundamente orgulloso de haber tenido un alcalde como Ballart, que ante la prisión injusta de determinados conciudadanos, haya llevado a cabo ese gesto. Ha empapado a esta ciudad de dignidad, de mucha dignidad. El PSC viene a decir que hay un 155 bueno y un 155 malo, como el colesterol. No nos engañemos, todo el 155 es muy malo.
Aprovechemos el paso por Terrassa. Se dice que usted dirigió la negociación para expulsar al PSC del gobierno de la ciudad.
(Sonrisa amplia) No, no, no. En ese momento tenía problemas muy importantes y las llamadas que me dejaban hacer desde la prisión las administraba para hablar con mi familia.
¿Era imposible una apuesta por el cambio en la ciudad?
No, claro que no. Había posibilidad de cambio, pero personalmente lamento la poca generosidad de una formación política (Terrassa en Comú) que exigía un apoyo sin entender que la gobernanza o la gobernabilidad compartida puede ser un activo de ciudad. Los vetos no tienen sentido en una situación excepcional como la que se ha producido en Terrassa y eso no se entendió. Pero es igual; agua pasada, no mueve molinos.
¿Es reeditable el pacto con los socialistas?
No he entrado en esa dinámica, pero veo muy complicado un pacto con un partido que ha avalado la aplicación del 155 en Catalunya. El PSC que ha quedado en Terrassa representa ese PSC del 155.
El 155 lo condiciona todo, pero ¿cuánta culpa tiene el Govern de su aplicación?
El Govern hizo una cosa que no debería ser nada extraño en democracia que es aplicar el programa por el que había sido elegido. Nuestro programa era muy claro y recibió el apoyo mayoritario y se modificó la hoja de ruta incorporando un nuevo elemento de garantía democrática que era un referéndum que, insisto, no es delito. No existe tipo penal, tal como intentó el Partido Popular.
¿Cree que el referéndum avalaba todas las decisiones que se tomaron antes y después?
Antes de implementarlo había voluntad inequívoca de pacto. En un sistema democrático no se puede castigar con la brutalidad de los golpes golpes ni con el 155 la implementación de una consulta democrática. Por eso la pregunta sobre el respeto a los resultados es tan importante en estas elecciones. ¿Las fuerzas que ganen las elecciones podrán desplegar su programa?
Dígamelo usted.
Desgraciadamente, por lo que estamos percibiendo, por lo que nos están diciendo, no se aceptará la posibilidad de desplegar nuestro programa electoral.
¿Europa sigue siendo la solución o ha entrado a formar parte del problema?
Europa es muchas cosas. A nosotros nos gustan el pueblo europeo, los ciudadanos europeos, las naciones europeas. No nos gusta esa Europa sin alma de determinadas instituciones. Lo hemos podido ver en la crisis de los refugiados. Lo hemos visto a la hora de contemplar algunos conflictos internacionales, con actitudes distantes y temerosas. No nos gusta esa Europa que, institucionalmente hablando, tiende a dar la espalda a sus valores fundacionales. Europa es la esperanza y la solución.
Pero Europa es los países que la componen, que son quienes definen y controlan sus instituciones.
Oiga, se puede cambiar Europa y nosotros somos una posibilidad de cambio. El otro día se llevó a cabo la segunda manifestación más numerosa en la historia reciente de Bruselas, con una actitud pacífica, cívica y gozosa de cuarenta y cinco mil catalanes. Hacemos la misma pregunta a los dirigentes europeos. ¿Están ustedes dispuestos a aceptar el resultado de las elecciones catalanas? ¿Hay límites infranqueables?
Sigue usted pidiendo la luna.
La luna será nuestra; estoy convencido. El secreto está en que el camino que escojamos esté bien planteado.