Terrassa

La pareja italiana que asaltó Correo ha sido condenada a 4 años de cárcel

Ella daba instrucciones desde el vestíbulo y apremiaba al atracador, vamos, vamos, hay prisa. Estaban unidos como compinches y novios, aunque su noviazgo era aún tierno en el tiempo. Chica italiana conoció a chico italiano y a los pocos días la pareja decidió dar un palo, un atraco con arma blanca en una oficina de Correos situada en la avenida de Àngel Sallent. Los pillaron los Mossos d’Esquadra en apenas seis días, culminando unas pesquisas salpicadas de casualidades, perseverancia, colaboración ciudadana y deslices de los propios asaltantes. La Audiencia Provincial ha confirmado la condena a la pareja: cuatro años y tres meses de prisión por un robo con violencia e intimidación, según fuentes judiciales.

¿Por qué actuaron en Terrassa? La muchacha, bella transalpina a la sazón de 24 años, había salido con un joven egarense al que conoció en la isla de Ibiza, y se trasladó aquí, a Terrassa, pero las cosas no fueron bien del todo y la pareja partió peras a finales del 2015.

Ella, de familia con posibles, permanece en Terrassa tras la ruptura y conoce a otro muchacho, también italiano, por internet. La relación telemática con el joven, que acaba de salir de la cárcel y ha sido implicado en unos cuantos delitos en su país, progresa y el chico, de 28 años, viene a Terrassa.

La pareja recién constituida instaura su nido de amor en una habitación realquilada. Según averigua luego la policía, la chica no tiene ocupación laboral remunerada, pero cada cierto tiempo, a veces hasta cuatro veces a la semana, va a oficinas de Correos para retirar dinero que le envía su padre desde Italia. Al parecer, anda subida a un tren de vida alto. La pareja publica fotos suyas en internet, Los dos juntos, en poses desenfadadas, alegres, de normal desparpajo cómplice.

Algo parecido a pasamontañas
7 de octubre del 2015, cinco de la tarde. Un hombre y una mujer entran en la oficina de Correos radicada en la avenida de Àngel Sallent. Visten sudaderas y han cubierto sus rostros con algo semejante a unos pasamontañas, que en realidad no son sino gorros a los que han abierto agujeros a la altura de los ojos. Ella hace de centinela y directora de la operación, según la Justicia, mientras él se adentra en la oficina. Blande un arma blanca y se le ve un tatuaje un tanto peculiar que decora su cuello. Un dato más para los Mossos d’Esquadra.

El atracador se dirige a un empleado y le exige el dinero. Decide saltar el mostrador y agarra billetes de los cajones, y conmina al mismo trabajador a que le lleve a donde está la caja fuerte. El delincuente pasa al lado de una mesa y de otro empleado, ve unas tijeras y las coge al tiempo que amenaza a esa segunda víctima. "Quieto que te mato", le suelta.

La caja fuerte
Eso narra la sentencia del juzgado de lo penal número 1 de Terrassa que condenó a la pareja y la sentencia de la Audiencia Provincial que corroboró esa primera resolución. Al asaltante le abren la caja fuerte y le falta tiempo para tomar los billetes que allí había guardados. La chica sigue afuera, ante el mostrador, esperando a su compañero de idilio y asalto. Según las sentencia, la mujer apremiaba al atracador y le daba instrucciones.

Huyeron con 1.108,97 euros. Las cámaras de seguridad grabaron buena parte de la secuencia del delito. La muchacha vestía mallas, parecía que de camuflaje, y una sudadera con el número 76 en el pecho. El muchacho, una sudadera decorada de estrellas.

Escapan, pero alguien los ve huir. Y ese alguien, casualidades de la vida, es una mossa d’esquadra libre de servicio, de paisano, que circulaba por la avenida de Àngel Sallent y observa algo que le llama la atención sobremanera.

Dos personas caminan por la acera. Eso no infundiría sospechas a nadie, pero resulta que esas dos personas se van despojando de prendas de ropa a medida que caminan. La agente sigue a la pareja en su coche, cautelosa pero decidida. Los dos vigilados se meten en un taxi. La policía apunta la placa de matrícula de ese vehículo.

Tardaron poco las sirenas policiales en aparecer por la avenida. La comisaría había sido alertada del atraco. La agente-testigo se dirige a unos compañeros y les hace partícipes de su seguimiento.

En ese momento se activaron unas indagaciones que desembocaron, seis días más tarde, en la detención de los sospechosos. La unidad de investigación de los mossos supo que la pareja había montado en el taxi, antes del robo y después de visitar varios comercios para comprar ropa. Se apearon del taxi a unos metros de Correos y entregaron al chófer veinte euros como paga y señal. "Espere aquí, volvemos en diez minutos", le dijeron. En efecto, al cabo de diez minutos estaban de nuevo allí, en el taxi. Habían atracado la oficina postal, pero eso el taxista no lo sabía. Los llevó a Sabadell.

Los mossos se aplicaron a fondo en las siguientes horas para avanzar en una investigación áspera. Pisaron calle, entraron en comercios en busca de pistas sobre las ropas compradas por los ladrones. Nada lograron en tiendas de una cadena donde los policías barruntaban que los sospechosos habían adquirido artículos. Y así, visita que visita, entrevista a entrevista, dieron con dos establecimientos, uno regentado por chinos y otro perteneciente a una cadena comercial. Y hablaron con testigos que habían visto a los jóvenes. Un testigo afirmó que los clientes eran italianos y habían comprado unos gorros.

Detalles

La chica llegó a informar en un establecimiento del lugar donde habían almorzado, un bar del Centre. Y a ese bar se dirigieron los agentes, y en ese bar conocieron más detalles de aquellos pasos previos de la pareja antes de dar el golpe en Correos. La joven italiana había llegado a revelar su nombre.

No estaba todo hecho en las pesquisas, pero sí bien encarrilado. Faltaba rastrear bases de datos, buscar en internet, husmear en los propios archivos policiales. Sí, allí estaba. Los mossos supieron que en agosto, apenas un par de meses antes, una joven italiana se había personado en la comisaría para denunciar la desaparición de su expareja en Italia. Días después, autoridades de ese país reclamaron la colaboración de la chica para reconocer unos restos mortales.

Fotos en una red social
Los investigadores del Àrea Bàsica Policial de Terrassa están seguros de andar ya tras los pasos de los atracadores de Correos y su tesón detectivesco permite localizar la habitación donde habían pernoctado los dos jóvenes. No están allí. ¿Dónde pueden hallarse? Un testigo asegura que se han marchado a Italia. En paralelo, unos agentes encuentran fotos de la pareja en una red social. Averiguan que el sospechoso luce un tatuaje llamativo. Lo lleva en el cuello. Semeja claramente el tatuaje del atracador de la oficina postal.

No están en Italia, pero sí a punto de volar. La chica lo ha anunciado en la red: volvía a su país.

Hay que darse prisa, piensan los investigadores. Deben contactar con con sus compañeros mossos que trabajan en el aeropuerto de Barcelona-El Prat. Han transcurrido seis días del atraco. Es 13 de octubre. A las siete de la tarde sale un vuelo hacia Roma. Son las seis ya. El chico y la chica han facturado las maletas. Los mossos analizan la lista de pasajeros. Dos agentes llegan al aeropuerto desde Terrassa.

Sí, tal y tal están en la lista. Ajena a la vigilancia, la pareja espera. Varios mossos los rodean y no tardan mucho en convencerlos de que deben acompañar a los agentes a la comisaría de Terrassa.

Primera sentencia
Los sospechosos ingresaron en prisión preventiva el 16 de octubre del 2015 y cinco después la acusada pagó los 1.108,97 euros, la cantidad robada, en concepto de futura responsabilidad civil. Un año después, el juzgado de lo penal número 1 de Terrassa impuso a los procesados sendas condenas de cuatro años y tres meses de prisión como autores de "un delito de robo con violencia e intimidación en establecimiento abierto al público con uso de arma".

La defensa de la pareja apeló la resolución para rebajar las penas, pero la Audiencia Provincial ratificó la sentencia en su integridad. No estimó el argumento de falta de prueba sobre el uso de arma blanca, ni las alegaciones de los acusados sobre que aquella tarde del atraco se hallaban bajo los efectos de las drogas y el alcohol, ni la explicación de la chica respecto a su menor intervención en el robo, pues se quedó en el área externa de la oficina, no saltó el mostrador y perdió el dominio de lo que hacía.

"No hay nada de ilógico, arbitrario o carente de razón en la fundamentación de la sentencia (la primera)", dice el tribunal. No cabe entender la violencia ejercida como de "menor entidad", pues se esgrimieron dos objetos (el arma blanca y luego las tijeras) "potencialmente útiles para causar daño".

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