No es, por el momento, buen año para las setas (no ha llovido lo suficiente, hace calor y el bosque está seco), pero el sábado por la mañana lo ha vuelto a ser para la Fira del Bolet, en su duodécima edición. Una numerosa afluencia de público, en su mayor parte familiar, ha acudido a la calle Ample y la plaza del Triomf para adquirir setas y otros productos artesanales, degustar la oferta gastronómica de la zona de restauración o disfrutar de las actividades infantiles (la Papallona de Sant Pere ha realizado una cercavila). Las setas más ofertadas y vendidas, los rovellones (a veinticuatro o veinticinco euros el kilo), los camagrocs, la llenega, el “rossinyol”, y se ha echado de menos el “fredolic”. Los vendedores consultados señalan que la venta ha sido similar a la de ediciones anteriores. Y no ha faltado el espectáculo de erudición y conocimientos sobre las setas que cada año, en su “aula de micología” ubicada invariablemente en la calle Ample justo antes de la de Emili Badiella, ofrece Daniel Siscart. Luego, la tarde, con la lluvia, ha sido lógicamente mala para la feria, pero es de que buena para las setas, en los próximos días.