En algún sitio se tienen que poner, comenta un comerciante, pero a renglón seguido añade que una cosa es ponerse allí y otra ensuciar la plaza, llenar las paredes de grafitis, golpear puertas o mear en las columnas. Comerciantes, vecinos y usuarios de la plaza de Montserrat Alavedra están hartos del incivismo que degrada ese espacio ubicado en la confluencia de la avenida de Béjar con la carretera de Matadepera.
En los pasadizos de entrada a la plaza desde esas vías, en los que están también algunos portales de acceso a los edificios de viviendas, las pintadas han tomado las paredes. Los mensajes indescifrables salvo para sus autores y las firmas de grafiteros difícilmente entendibles se entreveran con los mensajes de apoyos a clubes de fútbol y las manchas de humedad, restos de orines. Algunas mañanas, sobre todo de los domingos, la escena de deterioro se completa con botellas y latas vacías. Los restos de pipas alfombran parte de la acera interior curvada. "Las cáscaras son lo de menos, comparado con otras cosas", dice un comerciante de los habituados a los gritos y las peleas. A veces, la suciedad traspasa ese sector más próximo a los bloques de viviendas y llega a los jardines que rodean un parque infantil.
"Hace falta más conciencia por parte de todos, incluido el Ayuntamiento, que cobra los impuestos. Aquí apenas se recogen los residuos de la calle", afirma otro comerciante. El asunto de la limpieza no tiene fácil solución, "pues este tramo, el de los pasadizos y la acera estrecha, es de titularidad privada aunque de uso público", añade. Y claro, ¿qué vecino o empresario va a poner de su dinero para adecentar algo que a los pocos días va a estar de nuevo sucio, con pintadas en las paredes y desechos en el suelo? Las medidas "disuasorias" de algunos no han resultado precisamente edificantes. "Hay quien ha puesto aceite en escalones para evitar que los chicos se sienten. El resultado, por supuesto, ha sido más penoso aún", agrega el comerciante.
"Estos chicos no son los culpables. Hace pocos días que se mueven por aquí y son buenos chavales", dice un vecino mientras señala a un grupo de adolescentes que conversa y ríe a unos metros. Luego, al caer la noche, al amparo de aquel lugar recóndito y escondido, y oscuro, otros no parecen ser tan buenos chavales. Otros, a otras horas, se pelean, golpean persianas o incluso llegan a perpetrar robos con fuerza en establecimientos. Días atrás violentaron el acceso a una tienda de electrodomésticos y entraron a robar.
La convivencia
"No, la convivencia no es precisamente la ideal", reflexiona un comerciante, cansado, por ejemplo, de que algunos individuos jueguen a fútbol "con las persianas de locales como porterías".
"Esta es una zona muerta", recalca desde su local. El suyo está abierto, pero hay decenas de espacios similares en la misma manzana que se mantienen con las persianas clausuradas desde hace años. Y esas persianas, claro, son el soporte de decenas de grafitos de signo y colorido diverso. Junto a los de pretensiones artísticas se observan los tradicionales, el que sella en un muro el amor de "David y Carla" o el que clama por "las calles de rebeldía y el amor de poesía". "Ama tu barrio, odia el racismo", reza otra pintada.
"No sé, solucionar el incivismo aquí es complicado", apunta un vecino, aludiendo a la morfología de una zona escondida y mal iluminada. "Pero quizás si algunos policías pasasen por aquí de vez en cuando, al menos para que se les viese…", propone.
La Policía Municipal tiene constancia de algunas quejas vecinales por molestias y tiene previsto intensificar la vigilancia en la zona. La solución a la limpieza es más compleja. El Ayuntamiento dice que los soportales son privados, aunque de uso público, y entiende que el mantenimiento básico correspondería al Consistorio; pero para ello es necesaria la formalización de una cesión a la administración municipal y ese trámite explicíto aún no lo han llevado a cabo las comunidades de propietarios.