Terrassa

De burdel a vertedero: la indignación vecinal por la suciedad de un edificio

No me siento amparada por las autoridades", suelta una vecina entre amargada y enojada. Otra se declara "impotente" ante la falta de soluciones al grave problema que sufren varias comunidades por un foco de suciedad con pocos precedentes. Resulta que un edificio de la calle Transversal, en el tramo del Torrent d’en Pere Parres, es presa fácil de "ocupas" y que los enésimos, los últimos, lo han dejado convertido en un vertedero monumental. Hay ratas y ratones deambulando por la vecindad, y hediondez máxima. E insectos. Y hartazgo, mucho hartazgo.

El edificio, al parecer propiedad de una empresa pero a punto de pasar a la de un banco, contiene dos pisos, un dúplex y un tríplex. Un candado impide el paso a su interior y en el vidrio de la puerta de entrada aún se aprecia un mensaje manuscrito de advertencia: "Vivienda habitual. Perros de presa. Ojo", reza el aviso, desvaído.

"La fetidez era terrible en los días de más calor", se queja una vecina. Dentro del inmueble, según los denunciantes, se acumula mucha más basura que la que se puede observar en los balcones, ya de por sí alucinante. En ese dechado de suciedad e incuria, en los voladizos interiores, residuos múltiples se entreveran con cacas de perro que los últimos "ocupas" dejaron allí. El patio es también un muladar doméstico. Eran dos los ocupantes habituales, una pareja de pelo rapado y altercado diario, de borracheras continuas y gritos. No sólo almacenaban desechos. También coleccionaban intervenciones policiales por la sucesión de escándalos.

El edificio fue construido hace unos ocho años. Según los vecinos, alguien lo habitó, ese alguien se largó y en los pisos se instalaron unas prostitutas que lo convirtieron en un burdel "donde se traficaba con drogas". Después una institución pública lo alquiló para albergar a menores con problemas pero hace unos dos años y medio esa institución se marchó y la finca devino lugar goloso para "ocupas". Primero entraron "tres o cuatro familias" y luego la pareja conflictiva.

"Se pegaban y cada dos por tres tenían que venir los Mossos d’Esquadra o la Policía Municipal", cuenta un vecino. Los últimos ocupantes, los que han dejado las viviendas hechas un asco, moraron primero en la planta baja "pero fueron ascendiendo a medida que la acumulación de basura les hacía imposible seguir allí".

Subieron y subieron, pero, no se sabe por qué, si porque incluso para ellos aquello era insufrible o por otra razón, se marcharon. Fue a mediados de julio pasado. Los follones quedaron atrás, pero el vertedero permaneció allí. "En agosto no podíamos abrir las ventanas", dice una vecina. Los vecinos se mantienen alerta para que el edificio no sea ocupado de nuevo. No se fían de nadie. Un mes atrás una familia entró en la finca "para limpiarla y quedarse", pero el vecindario reaccionó y llamó a la policía. No se fiaban, porque no se podían fiar. "Llegaron mossos y policías municipales y los echaron".

La primera denuncia al Ayuntamiento llegó hace casi un año, el 19 de octubre del 2016. El administrador de una comunidad damnificada resaltaba las quejas vecinales por "la falta de salubridad" debida a la acumulación de basuras y las "condiciones pésimas de higiene, con una gran cantidad de defecaciones de perro". El olor era "muy fuerte" y en días de lluvia devenía "insoportable". La instancia concluía solicitando una intervención del Ayuntamiento.

De mal en peor
El 20 de abril del 2017, otra instancia municipal del gestor de una comunidad lamentaba que no se hubiese limpiado el edificio y subrayaba que las condiciones habían empeorado. Y otras dos de residentes en la manzana, fechadas el 22 de agosto, referían la proliferación de ratas y ratones y hablaban de problemas "muy graves".

Según una resolución dictada el 28 de marzo pasado, el área municipal de Territorio había requerido a los denunciados el 26 de octubre para que limpiasen las viviendas en un plazo máximo de cinco días hábiles y para que inscribiesen a los perros en el registro municipal. El 15 de febrero y el 1 de marzo se efectuó una inspección y "se comprobó que en el patio de la vivienda había una cantidad considerable de excrementos de perro y, por el aspecto que tenían, hacía días que estaban allí", señala el escrito del Consistorio. ¿Los perros? Nadie los había inscrito. La resolución instaba a los denunciados, otra vez, a limpiar el lugar. En esta ocasión tenían un plazo de 48 horas. Y nada.

Pasaban los días y pasaron los meses. Hubo otra inspección de comprobación el 8 de mayo pasado, y la conclusión fue la que tenía que ser: los residuos seguían donde estaban y los perros no estaban inscritos. El Ayuntamiento puso una multa de doscientos euros a los interpelados, al parecer tres personas, y les conminó de nuevo a la limpieza en un término de 48 horas, so pena de una sanción de 120 euros.

El Ayuntamiento adelantó ayer a este diario que el jueves, tras las "complicadas" gestiones para localizarlo, el propietario autorizó la entrada de técnicos municipales en el edificio. El Consistorio, que desratizó en agosto el perímetro de viviendas afectadas, limpiará la finca de manera subsidiaria "tan pronto como sea posible".

"He pensado en marcharme a vivir a otro sitio", dice una vecina mientras su hijo de 4 años brinca a su lado, ajeno a la inmundicia que a unos metros, en el bloque de al lado, se pudre desde hace meses.

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