Roban de todo y en todos los sitios y a todos los que pueden abordar: roban en vehículos, a comerciantes, a vecinos, a niños. Insultan, amenazan de muerte, ensucian rellanos y vía pública, defecan en un parque y allí se bañan, cuando se bañan. Los autores de estos y otros desmanes son los miembros de un clan familiar que desde el 24 de junio tiene ocupado un local en la Rambla de Sant Nebridi, según denuncian vecinos y comerciantes que están hartos del incivismo y de la inseguridad y que hoy tienen previsto reunirse con el alcalde, Jordi Ballart, para expresarle sus quejas y pedir una pronta solución para el insostenible problema que sufre esa zona de Cementiri Vell.
Diari de Terrassa ya publicó el 5 de agosto un artículo que se hacía eco de las quejas vecinales y de la recogida de trescientas firmas de denuncia en menos de dos días. Y de la insalubridad en que vivían (y viven) los ocupantes y del vandalismo y el latrocinio que se les imputaban. Unos días antes, el 1 de agosto, Lluïsa Melgares, concejal de vivienda y entonces alcaldesa accidental, se reunió con parte de los afectados y reconoció el cariz "excepcional" del caso, tanto por el estado del local ocupado (en los bajos de un bloque de pisos) como por los niños que lo habitaban en condiciones lamentables y por los graves problemas de convivencia ocasionados.
El Ayuntamiento, dijo la concejal, ya estaba encima del asunto y había abierto un expediente de disciplica urbanística después de que unos inspectores constataran que el local ocupado por la numerosísima familia no reunía las condiciones mínimas de habitabilidad. Tienen luz, pero pinchada. No disponen de agua sanitaria, ni de extracción de humos.
La tensión no ha menguado en las últimas semanas. Al contrario. A finales de agosto otra familia ocupó otro local en el mismo sitio.
Amenazas de muerte
"Tenemos que entrar en el bloque tapándonos la nariz por el hedor", denunció ayer un afectado. Hay vecinos amenazados de muerte, y comerciantes. No se sabe el número de ocupantes de los locales. En uno de ellos, el primero, el foco de mayor tensión, no viven menos de veinticinco personas, según el vecindario.
Varios perjudicados no esconden que su paciencia está al límite. "Nos están haciendo la vida imposible", exclamó ayer un vecino en una reunión de víctimas. Algunos afectados han decidido no marcharse de vacaciones este año por no abandonar sus viviendas, para evitar que se las ocupasen o sufriesen robos con fuerza. "Llaman de noche al interfono para ver si estamos", declara una damnificada.