El campus de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) ha llevado a cabo un estudio para saber si la crisis económica ha provocado un aumento en el número de alumnos que estudian y trabajan. La conclusión es que sí, que se ha producido un incremento de matriculados que compaginan ambas tareas. Para los expertos, la situación genera polos opuestos. Por un lado alertan que puede ser contraproducente en tanto que genera desigualdades internas. De otro consideran que es positivo porque facilita el acceso al mundo laboral.
El estudio ha analizado el periodo que va desde 2008 a 2014 y ha observado que el número de estudiantes que cursaba carrera y que ejercía un empleo ha crecido del 59 al 67 por ciento (un ocho por ciento). Este aumento ha sido generalizado en todos los perfiles de alumnos y, especialmente, en los de origen de clase media-alta. Pero matizan que solo en los perfiles de origen social de entornos más desfavorecidos es donde se ha registrado un mayor incremento (seis por ciento) de jóvenes que estudian y trabajan.
El informe ha sido llevado a cabo por Albert Sanchez-Gelabert, Mijail Figueroa y Marina Elias, del Grup de Recerca en Educació i Treball del departamento de Sociología de la UAB y se ha publicado en "European Journal of Education". El trabajo tenía como objetivo analizar la experiencia de compaginar estudios y trabajo de los graduados universitarios, y para su investigación han recurrido a datos que proporciona la Agència de Qualitat Universitària de Catalunya.
Pros y contras
Los investigadores hacen una doble lectura. Consideran que estudiar y trabajar penaliza académicamente a los estudiantes y que es especialmente negativo para el grupo de jóvenes de clases sociales más vulnerables, que trabajan más tiempo completo y en empleos menos relacionados con su formación. Pero, al mismo tiempo, defienden que combinar estudios y trabajo tiene efectos positivos de cara a una mejor inserción laboral una vez se ha logrado la titulación, esencialmente si se ha trabajado en aspectos relacionados con la disciplina académica. El informe también aborda el tipo de empleo de los estudiantes. Así se constata que los estudiantes que proceden de situaciones más desfavorecidas son los que trabajan más a tiempo completo y con una tarea que poco tiene que ver con su titulación. El motivo se debe fundamentalmente a que estos estudiantes deben contribuir a la economía familiar. Por contra, los que vienen de familias de clase media-alta y que trabajan lo hacen mayoritariamente en empleos relacionados con su carrera. La razón para este colectivo es que, probablemente, sus padres tienen más capacidad de movilización social a través del seno familiar y de la red de amistades.
Del informe también se desprende que durante la pre y pos crisis económica, los estudiantes se han decantado más por títulos con mayor inserción laboral, que sean más asequibles de precio y de carga académica más ligera.
Alertas
Por todo ello, Albert Sanchez- Gelabert, que ha liderado la investigación junto a Marina Elias, subrayan que hay que estar atentos al fenómeno para evitar que "surjan nuevos ejes de desigualdad que supongan nuevos obstáculos para los estudiantes con necesidades educativas económicas que deben trabajar durante los estudios". Los autores también advierten que para este colectivo -el que tiene menos poder adquisitivo- el hecho de trabajar "no sea una barrera para su continuidad formativa, ya que deben competir con notas más bajas para el acceso a becas y a masters y posgrados".
Sanchez – Gelabert recomienda una intervención a nivel institucional, que pasaría por introducir mecanismos de apoyo específicos a estos estudiantes. Entre las propuestas cita ampliar la oferta de estudios semipresenciales, reforzar la ayuda en plataformas virtuales y mejorar el acceso y la flexibilidad del profesorado.
Los autores quieren dejar constancia que el estudio no ha analizado el impacto de la implantación del Plan Bolonia sobre el fenómeno porque los graduados en 2014 no habían experimentado la reforma. Apuntan que la situación puede ser ahora más difícil para los estudiantes que combinan formación y trabajo, porque los grados europeos requieren una mayor presencia física del alumnado y genera más complicaciones con los requisitos de las instituciones.
EL DATO
28 mil. Es el promedio de estudiantes de grado que hubo cada curso entre 2008 y 2014, el periodo en el que se ha realizado el estudio