Cuando nos referimos al Hospital de Sant Llàtzer, hemos de imaginarnos una serie de edificios, cada uno con su historia y su denominación, y que, cohesionados, componen un entramado de construcciones que se han ido dando vida de forma solidaria. En realidad, es un conjunto de edificaciones que constituyen una página más de la historia de esta ciudad y que se va perpetuando con el paso del tiempo.
El edificio primitivo era el llamado convento de Sant Francesc, una colección que abarcaba una iglesia, un claustro y unas dependencias. La iglesia, que sigue en pie y que está moldeada como una única nave y con retazos del movimiento clasicista, continúa hoy en día formando parte de lo que es el perímetro hospitalario. La sacristía, a mediados del siglo XIX, y cuando se construyó una prisión, pasó al baúl de los recuerdos. Después, se instalaron allí las Escuelas Pías.
Riqueza artística
Por lo que se refiere al claustro, descubre una serie de plafones con una riqueza artística incuestionable, y que representan pasajes de la vida de San Francisco de Asís, ese italiano que vivió en el siglo XII, y que cambió riquezas y posición por la más absoluta de las austeridades. El factótum de esta antología de piezas tan descollante, fue el señor Pere de Fizes, que aportó su contribución monetaria para que fueran una realidad, en el año 1673. El hecho de que su escudo de armas se pueda catalogar como visible en las cerámicas de los diferentes plafones, inducen a pensarlo.
El terreno había pasado a manos de la orden franciscana de los Frares Menors Recol·lectes, en 1609, pero, en 1835, abandonaron la escena y, tras ser confiscado por el Estado, el complejo se unió al patrimonio local, sin coste alguno, para usarse para fines benéficos. Inmersos en el año 1869, se concebió el Hospital i Asil de Pobres y, en los comienzos del siglo XIX, se acometió una ampliación, de claro estilo modernista, y con Lluís Muncunill como arquitecto del proyecto.