La dimensión asociativa de Terrassa tiene muchos ejemplos que se podrían enumerar, y la lista sería de una extensión exagerada. Entidades o sociedades de todo tipo, culturales, deportivas, sociales y demás, configuran, sin duda, una buena parte del entramado que ha dado luz y esplendor a la ciudad. Una de ellas, céntrica y siempre visible a todas o a una gran fracción de los acontecimientos ciudadanos, es lo que siempre se ha conocido popularmente como El Social, que fue hace un tiempo el Centro Social Católico, y que ahora es el Centre Cultural El Social.
El 12 de mayo de 1878 se fundaba la Joventut Catòlica, una asociación apadrinada por Heribert Font, entonces prior del Sant Esperit, y que apostaba por una agrupación de seglares, que se encargaran de fomentar la religión cristiana.
Su primera sede será la vivienda de Gabriel Trias i Badia, situada en el número 2 de la calle Sant Jaume. Esta entidad cambiará de ubicación varias veces, pasando por locales en calles como la de Sant Cristòfol, la de Sant Antoni, la de la Rutlla, hasta llegar a la popular Cremat.
Entre estos pasos, en 1896, se produce la fusión con otra entidad diferenciada, pero con connotaciones religiosas muy similares, que se conocía por el nombre de Associació de Catòlics, y que tenía como sede un piso de la cerería Antiga Casa Pons, que se encontraba en la Plaça Major.
Espacio definitivo
En los inicios del año 1901, esta asociación se aposenta en lo que será su hábitat definitivo, el espacio situado en el número 40 de la Font Vella, y que había sido del Casino del Comerç. En 1911, y a petición del obispo de origen valenciano, Joan Josep Laguarda, un defensor de la educación religiosa y desconfiado del laicismo, se estrena el nombre de Centre Social, con la intención de que coexistan en el grupo los jóvenes y los que ya no lo eran tanto, pero que habían formado parte importante de su naturaleza. Un ingeneiero químico, Eugeni Ferrer i Dalmau, era entonces el presidente.
En 1927, se adquiere una deuda, concretamente de 125.000 pesetas, que es lo que cuesta comprar el edificio. Tras la guerra, la entidad pasará a denominarse Centro Social Católico y entre los años 1957 y 1968, y en tres fases, se procederá a derribar la instalación para edificar una nueva, que culmina con la inclusión del Socialet, donde se representarán obras teatrales, y la pista polideportiva.
Por lo que respecta al cariz deportivo de la entidad, además de las dos secciones actuales que todavía existen, ajedrez y básquet, durante toda su extensa historia ha habido más, como la de fútbol sala, una pionera de este deporte, que gozó del privilegio de alcanzar la máxima categoría, la División de Honor. Los campeonatos de fútbol sala que se celebraban, de las categorías juvenil y amateur, organizados por Carles Silvestre, como cabeza visible,y un grupo fiel de colaboradores, siguen formando parte de la memoria de muchos terrassenses que participaron.
Además del fútbol sala, cabe recordar otras secciones de relieve, como el hockey sobre patines o el tenis de mesa. En El Social, el espíritu deportivo siempre ha estado muy presente y, de hecho, la creación de lo que es ahora el Atlètic, procede de esta entidad, y por la iniciativa de siete jóvenes, que lo idearon en el año 1952.
Más aportaciones
En otro orden, cabe destacar otras aportaciones de esta asociación a la ciudad, como es la organización del premio Terrassenc de l’any, o la ejecución de una cabalgata de Reyes modélica, cada 5 de enero por la tarde. El patge Xiu Xiu, el enviado por los Reyes Magos, es una figura típicamente terrassense y que conduce El Social. La representación de “Els Pastorets”, es otra muestra más de la vocación cultural de este club.
Otro apartado muy típico de esta entidad son las sesiones de “Quinto”, un juego de azar muy popular en la sociedad egarense, y que también se puede encontrar en muchas otras entidades de la ciudad.
El Social, situado en el meollo, en el centro neurálgico de Terrassa, es un mundo repleto de posibilidades y en el que caben muchas opciones para la distracción o el entretenimiento. Un lugar apacible, con un filón de historias que contar.