Elisabeth Escudé participa en el certamen Miss Sorda Internacional, un concurso de belleza al que asiste para reivindicar la igualdad de trato y de derechos de este colectivo.
Mide 1,62 metros, tiene unos ojos que transitan entre el verde y el marrón y una sonrisa amplia que está presente durante toda la entrevista. A sus 27 años ha estudiado, viajado y tiene un trabajo que le apasiona. Nada extraordinario. Su próxima aventura es representar a España en un certamen de belleza internacional. Esto ya es algo más excepcional, pero lo verdaderamente excepcional en Elisabeth Escudé es que todo lo ha conseguido con el triple de esfuerzo que una chica "normal": ella es sorda. Y querer participar en Miss Sorda Internacional no tiene tanto que ver con exponer sus atributos físicos, como con normalizar su discapacidad, una de las más invisibles, pero de las que más barreras debe derribar para conseguir la merecida igualdad.
Elisabeth ya está en París, viajó ayer a la ciudad donde este fin de semana se celebra el certamen. Durante todos estos días compartirá decenas de actividades con otras 23 mujeres de todo el mundo, de países como Rusia, Australia, Japón, Cuba, Italia o Alemania. El viernes se desplazarán a la capital francesa sus padres, Oriol y Dolors, y su hermano Jan para estar presentes, el sábado, en la final de concurso.
No fue ella quien se interesó por participar. La vinieron a buscar. La organización del concurso vio fotografías de Elisabeth y la animaron a presentarse. El sistema de elección es distinto al de otros concursos de belleza conocidos. No hubo una selección previa. Elisabeth tardó en decir que sí. "Al principio me daba vergüenza pensar en desfilar delante de la gente, pero mis amigas me animaron y me decidí. Me hace ilusión vivir la experiencia y compartir estos días con chicas de otros lugares", explica. No aspira a ganar. No estaría mal, reconoce, sobre todo por el premio, que incluye viajar, una de sus pasiones. Pero lo que busca no es el reconocimiento de su belleza física, explica: "Quiero que el mundo vea que las personas sordas podemos participar de las mismas cosas que los oyentes, que somos iguales". Es necesario, dice, "romper barreras", no sólo de comunicación, sino también mentales. Su mensaje también va para las personas sordas, para darles "ánimos", para que "se abran al mundo sin miedo".
Fuegos artificiales
Ella no lo tiene. No lo tuvo nunca, relata su madre, que destaca su vitalidad y constancia, que le han llevado a conseguir todo lo que se ha propuesto hasta ahora. Elisabeth nació en Terrassa un 29 de junio de 1990, fruto del matrimonio de Oriol y Dolors. Era su primera hija, una niña viva a la que, a diferencia del resto de bebés, no le daba miedo la pirotecnia. Con apenas dos meses, presenció un castillo de fuegos artificiales con una alegría digna de comentar, con ojos sonrientes, sin ningún mohín de desagrado. Una anécdota más que contarle cuando fuese mayor, pensaron sus padres, aunque a su madre, Dolors, el instinto ya le empezaba a indicar que algo en su hija era distinto. Pero los primeros médicos que la visitaron no veían nada raro, nada que no se pudiera atribuir a los distintos ritmos a los que los bebés se van desarrollando, balbuceando o mostrando interés por los sonidos que los envuelven. Dolors, en cambio, insistía y, después de muchas visitas médicas, cuando Elisabeth tenía poco más de un año llegó el diagnóstico: sordera profunda.
Tras el shock inicial, se sucedieron jornadas en busca de especialistas que pudieran ayudar a Elisabeth a hablar. Su padre, especialmente él, no podía aceptar entonces que su hija no hablase. Tras muchas sesiones de logopedia, que la pequeña le restaba a sus horas de juego, Elisabeth aprendió a hablar, como lo hace la gran mayoría de personas sordas, que son capaces de leer los labios y expresarse mediante el habla. Pero, pronto, sus padres vieron que el lenguaje oral no era suficiente para que su hija comprendiese el mundo que la rodeaba. Su verdadera explosión llegó con 9 años, cuando aprendió lenguaje de signos, el idioma natural de las personas sordas.
Con muchas dificultades, por la escasez de intérpretes de lengua de signos que hay en las aulas, en 2014 consiguió sacarse el ciclo formativo de diseño de joyería artística, lo que siempre había querido. Ahora, trabaja desde hace dos años y medio para la conocida firma Tous y sueña con tener su propio taller de joyas. Todo llegará.