Terrassa

La Cata Alegre de Sagrera

La burbuja, mira la burbuja, susurraba una joven a su pareja. Sí, asentía él girando la copa para columbrar matices de color oro antes de degustar aquel cava, el número diez. Cava al coleto, atravesando con lentitud el paladar. Es este, es este. La pareja debía probar una decena de cavas. Eso, si se quedaban a las puertas de la segunda ronda del Concurs de Tast de Cava per Parelles a Cegues, que así se llamaba la cata con premio en la que participaron dieciséis parejas el jueves en la Casa Alegre de Sagrera. Si pasaban a la final, los vinos a probar eran veinte en total.

Colgaban los últimos restos de sol en las copas de los árboles de los jardines. Menudo decorado, menuda temperatura tibia para una tarde vinos. A unos metros, en el patio de la majestuosa casa de la calle de la Font Vella, 32 catadores se entregaron a una degustación de largo recorrido organizada por el Celler del Cava con premio goloso: 500 euros para la pareja ganadora. Parejas había dieciséis, como queda dicho, pero eran parejas a modo de dúo: novios y novias, maridos y esposas, pero también amigos y amigas, todos juntos, pero no revueltos, en la pagana misa de la cata y el disfrute del espumoso.

Los participantes debían probar diez cavas en una primera ronda, clasificándolos en un formulario. Las botellas, claro, llevaban ocultas las etiquetas con papel de aluminio. Este es tal, este cual, y anotaban el número del vino junto al nombre que correspondía, según habían dictaminado su paladar, su vista y su olfato. La segunda fase, a la que accedieron diez de las parejas, se antojaba bastante más escarpada. Los finalistas debían adivinar la referencia y si el cava catado era semi, brut o nature, y el año de cosecha. Y el dúo que más puntos lograse en la segunda ronda, se alzaría con el premio. Y vencieron Carles Datsira y Olga Alonso.

Joan Ribó, presidente de la Associació Catalana del Vi; Esther Nosàs, periodista de Ràdio Estel, y los enólogos Eva Plazas y Manel Martínez integraban el jurado. El concurso, incluido en el programa de Festa Major, llegó a su tercera edición. Había “un nivelazo” entre los concursantes, en palabras de Pedro Picazo, que ejerció de maestro de ceremonias y explicador. Picazo es sumiller y responsable de compras del Celler del Cava.

Los ganadores
Un nivelazo, sí, como se infería de miradas concentradas, cierres de ojos, comentarios en voz baja sobre las características de tal rosado, de tal gran reserva, y qué decir de ese brut especial que semeja terciopelo líquido. Nivelazo, sí, que se deducía de las dudas apuntadas por uno de los concursantes sobre el aroma y el sabor de uno de los primeros cavas servidos. El catador mostró su copa a Pedro Picazo, y el sumiller la exhibió ante el jurado.

En efecto, aquella botella quedaba anulada por adolecer de “tapón de corcho”, nombre coloquial con que se designa al TCA, un componente químico que ataca a algunos vinos y que suele tener su origen en el corte del corcho. No es tóxico, advierte Picazo, pero afecta al olor y al retrogusto de la bebida. De cada cien botellas, una acostumbra a presentar TCA. Anulada quedó, y era de las más caras del certamen.

Nada es igual en el entendimiento ni en el paladar cuando se llevan encima veinte degustaciones de cava, pero siempre hay quien conserva mejor las facultades organolépticas. Carles Datsira y Olga Alonso ganaron los 500 euros.

To Top