En el hemisferio norte la fiesta pagana del solsticio de verano tocó a su fin con la cristianización de la celebración. De hecho, la verbena no coincide con el solsticio, que se produjo el pasado día 21, coincidiendo con la entrada oficial del verano.
Monumentos megalíticos como Stonehenge, en Reino Unido, prueban como desde tiempos inmemoriales se medía la menor presencia de sol -y la noche más larga- coincidiendo con el solsticio de verano. La tradición pagana fijaba que, para estimular al sol a pasar por el trance de permanecer poco tiempo en el cielo y aportarle mayor vigor, se encendían hogueras que ayudaban a prologar la luz a la caída de la noche. Es por ese motivo que la fiesta pagana se asoció más al 21 de junio.
Los cristianos desplazaron la celebración pagana a la noche del 23 al 24 de junio para conmemorar la fecha en que, según la Biblia, nació Juan Bautista. Lo textos sagrados recogen que Zacarías, su padre, mandó quemar una hoguera para celebrar el nacimiento de su hijo.