Los terrassenses, y muchos visitantes foráneos, tomaron masivamente las calles, durante todo el fin de semana, para disfrutar plenamente de una Fira Modernista que ha tenido más animación y público que nunca, y un mayor porcentaje de ataviados con la indumentaria de hace un siglo. El calor veraniego de los tres días –recuérdese que en la pasada edición llovió– invitaba a salir, y ha tenido su influjo en las mareas humanas que llenaban los espacios de la programación en las horas punta, pero también parece crecer el interés por conocer y revivir el pasado. En rebeldía contra la realidad digital, la modernidad líquida, la dictadura de lo efímero, en que vivimos, el apego a las formas de vida y cultura del modernismo, contra el dominio de lo virtual y las pantallas, los objetos antiguos expuestos en los escaparates y los puestos, las artesanías, un tiempo vital más lento.
La Masia Freixa, que estrenaba nuevo aspecto tras las obras de rehabilitación, recibió en todo momento un gran número de visitantes, tanto en su interior como en los puestos de “magia artesana”, “tu retrato en pocos minutos”, forja y productos artesanos varios que la rodeaban. Las novedades introducidas tuvieron gran éxito. En el picnic del Parc de Vallparadís parecía realmente que te hubieras transportado a la época, y el Trenet del 1900 funcionó a tope, con colas en las paradas. También la boda de los gegants modernistes, un acto irrepetible, generó una gran expectación.
Una celebración popular
El sábado por la tarde, y el domingo al mediodía y por la tarde, se hacía dificil caminar por algunas zonas. Por el mercado de alimentación artesana de la Rambla d’Ègara, por ejemplo, especialmente al paso de la cercavila que llevaba a Castellers a su actuación “a la antigua”. La feria de ciudades modernistas del Raval repartió mucha información, y cuando uno llegaba al final, veía la calle Cremat (en sus paredes, carteles con “L’auca del senyor Esteve”, dibujos de Ramon Casas y “rodolins” de Gabriel Alomar) repleta de transeúntes bajo la decoración de paraguas verdes,y llegar a una Plaça Vella en la que también costaba dar un paso.
Había quién tenía sus actos seleccionados, su itinerario hecho tras la consulta del programa, pero también quién sencillamente se dedicaba a pasear por los espacios , porque uno de los alicientes de la Fira Modernista es que te saltan constamente sorpresas evocadoras del pasado. Los niños podían encontrarse así con las “Marionetes de fil” de Xayovilandia en la plaza de la Torre del Palau, un espectáculo con un submarino y un avión de la época de Verne ante la catedral, talleres donde hacer pesebres, vitrales, caligrafía o maquillaje. Y también dos espacios específicos para los juegos de época: los “tronats” en el Vapor Gran, y los tradicionales en la calle de la Font Vella. Un poco más allá, en el Passeig podían jugar a hockey como antes, con porterías minúsculas, instaladas ante el campamento de la colla dels Federins.
La Fira Modernista también es una gran programación de cultura popular, y los castells, dracs, gegants, esbarts, bastoners y otros actuaron ante públicos numerosos. Para muchos ciudadanos, volvió a ser una oportunidad de conocer los edificios del patrimonio, en algunos de los cuales podían encontrarse con personajes de la época, como el mismo Santiago Rusiñol, protagonista de la edición de este año, y personaje con facetas aún por conocer. Las obreros que se manifestaron el domingo podían haber reivindicado su “escudellòmetre”, invento que aparece en su monólogo del mismo nombre de 1905, y que prometía llevar caldo (“escudella”) a través de las cañerías del agua.”Ja ho sé: tots els grans homes morim assassinats pels petits” proclama al final su protagonista, incomprendido.
En 2018, la cocina de época
La Fira Modernista del próximo año estará dedicada a la cocina de la época. Así lo anunció, el domingo a última hora de la tarde, en el “café cantante” de clausura, del patio del mNACTEC, el actor Pau Gómez, después de que Rusiñol se despidiera de los terrassenses.El anuncio provocó cierta decepción entre algunos presentes. Un baile de aire flamenco del Espai i Dansa Mireia Ferrer que lo precedió había hecho correr la suposición que el protagonista de 2018 sería el músico Enric Granados, que fue amigo del pintor Joaquim Vancells y mantuvo vínculos con la ciudad.