Los coches clásicos siguen estando de moda. La última jornada de la Fira Modernista reunió a veinte coches y treinta motos de época que ocuparon la Rambla y el Raval para el disfrute de los ciudadanos. La actividad contó con una gran participación desde primera hora de la mañana. Ya temprano, decenas de personas se aglutinaban frente a la puerta del Ayuntamiento para disfrutar de la exposición de motocicletas. Los niños, en compañía de sus padres, las miraban con asombro, llenos de curiosidad. Sus dueños, como no podía ser de otra forma, respondían a todas sus preguntas con una sonrisa en la cara.
Todos los propietarios presumieron de sus vehículos. Había de todo tipo: grandes, robustos, pequeños, livianos e, incluso, con sidecar incorporado. Uno de los diseños que más destacó fue una flamante Harley Davidson de color rojo metalizado. A pesar de contar con algunas modificaciones para mejorar su conservación, aseguraba su dueño, la apariencia es idéntica a la original.
Mientras, en la Rambla, veinte coches de época vestían la calle. Igual que con las motocicletas, los vecinos no dudaron en acercarse a los dueños para preguntarle sus dudas y hacerse fotografías. Algunos, afortunados, pudieron subirse en los coches y sentirse como auténticos conductores de principios del pasado siglo.
La selección de coches era todavía más diversa que la de motocicletas. Desde descapotables hasta coches funcionales, pasando por un autobús del año 1964 y un camión de bomberos original. Rojo, con bancos de madera en la parte central y una gran escalera plegada, el camión fue uno de los mayores reclamos del día. "El Ayuntamiento de Rubí se encarga de su conservación", comentaba uno de los responsables, "A cambio, lo mantienen en marcha y lo llevan a diferentes actos".
Las mejores galas
La felicidad no era algo exclusivo de los visitantes que miraban y fotografiaban los vehículos. Los dueños de los coches y motocicletas, como no podía ser de otra forma, reían y disfrutaban juntos. Hombres y mujeres, vestidos con sus mejores galas para la ocasión, intercambiaban anécdotas y consejos sobre sus vehículos.
A media mañana, las motocicletas pusieron rumbo a la Rambla de Ègara y estacionaron delante de los coches. Uno de los motociclistas, por desgracia, vio como su moto se quedaba parada a mitad del camino. Al aparcar, contaba lo sucedido:
"Se va hacia delante. Y como está aquí", explica mientras señalaba el depósito para la gasolina, "Se ha quedado parada. Alguna vez me ha pasado, porque es plano. Ahora lo pongo en reserva, pero el depósito está lleno".
Con el paso de las horas el número de asistentes fue en aumento y los visitantes pudieron disfrutar del ambiente festivo de la Rambla. Para cerrar el acto, los vehículos circularon por las calles del centro de la ciudad. Acompañándoles, el fuerte ruido de los motores, el intenso olor a gasolina y el humo de los tubos de escape. Las calles de Terrassa, un año más, retrocedían en el tiempo.