La fiesta de Sant Jordi, que se celebra mañana, invadirá plazas y calles de libros y rosas. Diari de Terrassa les propone para esta celebración tan arraigada a Catalunya una ruta por el arte floral modernista en Terrassa donde la rosa es la protagonista
El itinerario transcurre por la Confitería Vídua Carné (Farmàcia Albiñana), Casa Joan Barata, Casa Museu Alegre de Sagrera, Casa Gorina, Casa Soteras (antiguo Banc de Terrassa) y Teatre Principal. Este legado de edificios de finales del siglo XIX y principios del XX, catalogados por su interés histórico y artístico, preserva en fachadas e interiores esta flor como motivo decorativo y se presenta en diversos estilos, técnicas y materiales según el espacio creado por el arquitecto y a merced de su artesano y promotor.
Subraya Domènec Ferran, director del Museu de Terrassa y estudioso del tema de las artes aplicadas en ese periodo, que “dentro de los elementos vegetales y simbólicos aplicados a la arquitectura, la rosa es el más representado y definitorio del Modernismo catalán”. El motivo, según Ferran, se debe a que “la rosa en la cultura occidental está llena de simbología, tanto por su uso decorativo como medicinal. Es una flor que desprende sensaciones y evoca sentimientos en función de su color. La naturaleza, la vegetación, el olor floral y los perfumes son fuente de inspiración y constituyen un elemento muy importante en la corriente modernista”.
El historiador destaca que en los edificios modernistas citados se pueden hallar rosas de diversos estilos “Hay rosas que se exhiben muy directas, realistas, especialmente las representadas en piedra y en hierro, y otras más sugerentes, abstractas, que aparecen en vitrales, cerámicas, mosaicos y en el ‘trecandís'”. Este tipo de rosa más contemporánea, de patrón geométrico, se inspira en la “Rosa de Glasgow”, ideada por el arquitecto, pintor, diseñador y escultor escocés Charles Rennie Mackintosh (1868-1928), uno de los exponentes del “Arts and Crafts”, el precedente al Art Nouveau o Arte Moderno que incorporó el Modernismo. Como curiosidad apuntar aquí que Mackintosh creó esta rosa de fantasía (en Terrassa figura en los vitrales de la Confitería Vídua Carné) a partir de de una col seccionada y que le complació tanto que la convirtió en la marca de su despacho y de su escuela artística y museo en Glasgow.
Las rosas que incorporan este patrimonio de Terrassa fueron realizadas por maestros artesanos, técnicos, artistas y pintores que trabajaron estrechamente con los arquitectos, en este caso con Enric Cata i Catà, Francesc de Paula Guàrdia, Melcior Vinyals, Lluís Muncunill y Salvador Soteras pero poco se sabe de su autoría. Ferran explica que cada facultativo escogía a su equipo de colaboradores. “Lo más seguro es que los trabajos en piedra y yeso correspondan a artesanos de Terrassa pero en cambio los referentes a vidrieras y cerámicas es probable que residieran fuera de la ciudad”. Mencionar aquí, por su importancia, que hubo arquitectos que crearon su propio taller como es el caso de Lluís Domènech i Montaner, autor del Palau de la Música y del recinto de Sant Pau de Barcelona, entre otras obras.
Montaner impulsó hacia 1888, con motivo de la Exposición Universal de Barcelona, el Taller del Castell dels Tres Dragons, con sede en la ciudad Condal, con el objetivo de recuperar artes y procedimientos antiguos para aplicarlos a la nueva arquitectura modernista. El taller duró poco tiempo pero fue decisivo para la formación y consolidación de obradores y artistas. Por lo que se deduce que muchos de los maestros que emplearon las técnicas de decoración fueran de Barcelona. Sí que se conoce, por ejemplo, que Terrassa tuvo un artesano yesero destacado que fue Jeroni Aldabó, autor del falso techo del Salón de Sesiones del Ayuntamiento, entre otras obras; un taller de cerrajeros, el de Joan Ricart Taló, conocido popularmente como “El rey del hierro” y un centro productor de cerámica que fue la Casa Segués i Cia. Aunque anónimas, las rosas modernistas se reivindican y aportan su propio lenguaje artístico al patrimonio histórico. Tienen la particularidad de que siempre brillan y nunca se marchitan. Les ofrecemos el recorrido para descubrir donde se esconden y se fijen en ellas si tienen oportunidad:
Confiteria Vídua Carné. (Farmacia Albiñana). Este edificio del Raval, situado en el número 48, data de 1908 y fue encargado por Lluís Albiñana a Joaquim Vancells i Vieta. La construcción incluyó una planta baja que en su día se destinó a confitería y que en 1934 cambió de uso para acoger la farmacia que hay en la actualidad. La antigua confitería destaca por ser un inmueble significativo de las artes aplicadas al Modernismo en cuanto que incorpora muchos objetos combinando diversos materiales: vidrio (aporta luz y color), hierro, cerámica, el “trencadís” y madera. Aquí, una vez situados frente la fachada, hay que dirigir la mirada hacia arriba para observar una garlanda de rosas y después bajar hasta el balcón donde esta flor aparece en hierro. A continuación hay que buscar los vitrales que decoran la puerta de acceso que también atesoran rosas. La flor del vitral (ver el detalle al inicio del reportaje) combina el rosáceo y el rojo. Se inspira en la rosa tradicional pero es más moderna y fantasiosa. Es una versión de la “Rosa de Glasgow” del arquitecto Charles Rennie Mackintosh.
Casa Joan Barata. En la calle de Sant Pere, número 32-24, se emplaza esta “casa pairal” que reformó Lluís Muncunill en 1905. Se trata de una obra insólita por lo que se refiere a este arquitecto por el tratamiento que le da a la fachada por aplicar sobre el revestimiento de la pared una ornamentación vegetal y esgrafiados florales en los pisos superiores. Esta evocación a la naturaleza se extiende en el interior, en la escalera principal, donde figura una gran lámpara de hierro con vitrales decorados con rosas rojas. Aquí es difícil acceder porque se trata de una vivienda privada pero el detalle floral merece ser incorporado por su singularidad.
Casa Museu Alegre de Sagrera. Proyectada por el arquitecto Melcior Vinyals i Muñoz en 1911, esta casa señorial es uno de los ejemplos relevantes de artes aplicadas en la arquitectura de la época puesto que hay obra en diversidad de materiales. Aquí, la rosa , cuidadosamente trabajada, es de hierro y figura como motivo ornamental en la reja del mismo material que comunica el patio con los jardines. Los estudiosos de este tema subrayan la importancia de los maestros de este oficio, en tanto que el modernismo consigue que un material especialmente estructural como el hierro se convierta en recurso decorativo. La Casa Alegre acoge también rosas coloristas en el zócalo de mosaico del “envidriat” y en el friso de cerámica que decora el “arrimador del cosidor”, aunque aquí su forma es abstracta.
Casa Baltasar Gorina. Situada en la calle de Font Vella, número 93, el edificio proyectado en 1902 por el arquitecto Lluís Muncunill también presenta decoración de rosas en hierro forjado. En este caso se esconden bajo el balcón.
Casa Soteras (Banc de Terrassa). La casa, ubicada en la calle de Sant Jaume, 26, da nombre al arquitecto Salvador Soteras Taberner que se casó con una terrassense, Agustina Maurí Poal. El edificio, que data de 1903 y fue la sede del Banc de Terrassa, es de carácter privado pero la ornamentación floral se puede admirar porque se halla en la fachada. En este caso hay que desplazar la mirada hacia la parte superior, donde hay dos mosaicos que reproducen figuras femeninas, de aspecto delicado y sensual, alegóricas al comercio y la industria adornadas con motivos vegetales, donde la rosa se impone.