Más de dos horas de concierto y la gran humanidad de un cantor y poeta con arrugas surcadas por la lucha, la cárcel, el horror y el exilio invadieron el domingo una Nova Jazz Cava repleta de un público de varias nacionalidades, aunque mayormente catalanes. Daniel Viglietti ha regresado a Catalunya para cumplir con dos compromisos, en ambos casos invitado por el festival Barnasants. El primero de ellos, el pasado viernes en el teatre Joventut de l’Hospitalet, le reunió con Feliu Ventura y se centró en un repertorio de canciones que ha ido erigiendo durante los últimos sesenta años, ungido por una creatividad desarrollada al abrigo del folklore uruguayo y la inspiración de los folklores de otros países limítrofes al suyo, o en general del Cono Sur.
A Terrassa trajo también una parte de esas canciones, expresadas con una voz dulce y a la vez estoica y profunda, aunque su principal cometido fue reproducir parcialmente aquel espectáculo que compartió durante varias décadas con el gran poeta, uruguayo como él, Mario Benedetti. Una parte de ese "A dos voces" que les trajo en más de una ocasión a Catalunya, además del recuerdo imborrable de ese genio universal, nutrió su encuentro con el público de Terrassa. Pero dos horas y pico dieron para mucho, por lo que también tuvieron cabida otros poetas (ya fueran cantados o mencionados) como César Vallejo o Circe Maia, u otros cantautores como Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Roque Dalton o Alfredo Citarrosa.
Por su boca hablaron muertos, como la paraguaya Soledad Barrett, o los desaparecidos, como Tenorio Junior (pianista del que no se sabe nada desde 1976, cuando salió de su hotel de noche en Argentina cuando acompañaba en concierto a Vinicius de Moraes)… También recordó los cadáveres en el río, la historia de la maestra Elena Quinteros (torturada y finalmente asesinada pese a intentar una escapada a través de la Embajada de Venezuela), y con gran asombro de los uruguayos allí presentes le dedicó el concierto a Rafael Cárdenas, de 96 años. Con un discurso muy político, en recuerdo primero a la "democradura" (descrita por Eduardo Galeano, otro amigo de Viglietti que también fue mencionado) recordó muchas canciones reflejo de una época convulsa, y de pasada mencionó una impunidad que sigue siendo la gran asignatura pendiente para cerrar heridas difíciles de olvidar. El pasado retornó una y otra vez, un pasado de utopías aún no del todo aplazadas. Se quedaron muchas charlas de Viglietti en el tintero, y muchas reflexiones en el aire. Pero lo que colmó el alma de los presentes fueron las canciones, y un final que incluyó dos de sus piezas más emblemáticas, "Cruz de luz" y "A Desalambrar." El final perfecto para un concierto inolvidable de un artista irrepetible.