Ha habido ocasiones en las que los inicios del festival han funcionado a medio gas; ha costado ir calentando motores y el público no aparecía en masa hasta algún concierto más allá… A veces era como si el festival hubiera comenzado sin que la audiencia se hubiera enterado en realidad.
Esta vez el llamamiento ha funcionado, y es más que probable que la principal causa de este éxito haya sido la gran categoría sobradamente demostrada por Benny Green, y adicionalmente, por la maestría de su base rítmica, una entente de primeras espadas del jazz mundial que ofrecieron un concierto de aquellos para guardar en el recuerdo.
A Benny Green le habíamos logrado escuchar como coprotagonista, pero aún no como líder absoluto. A sus 53 años, es uno de los valores del piano jazz actual, y aunque sus discos son apreciables muestras de su talento, es en directo donde demuestra todo su potencial, y sobretodo, su gran arsenal de atributos.
El músico ha pasado de "young lion" a maestro en base a su profundo conocimiento de la historia del jazz, y es más, en base a su gran capacidad para asimilar maneras interpretativas y sobre todo tendencias.
Su concierto en Terrasa supuso toda una demostración de que la profundidad de su saber no tiene límites, como tampoco los tiene su dominio del teclado. El músico escogió un repetorio eminentemente evocador, con referencias variadas a artistas como Sonny Clark, Kenny Drew, Freddie Hubbard o Thad Jones. Pese a introducir baladas y piezas marcadas por el blues y el swing, quedó demostrado que es en el universo bop y hard bop donde parece sentirse más a gusto, no sólo por la riqueza de sus improvisaciones, por su velocidad en el teclado, por su sensibilidad, sino por la gran cohesión que es capaz de llevar adelante en el formato que mejor le sienta al solista de piano: el trío.
Esa complicidad se hizo muy evidente en una primera parte en la que se puso el listón muy alto, especialmente durante la trepidante y brutal reinterpretación del "Minor Contention", de Hank Jones.
Compañeros de lujo
El músico no renunció a la sofisticación pese a la fogosidad de sus interpretaciones, secundado por dos músicos que hicieron valer su gran categoría no sólo con un acompañamiento impecable, sino siendo capaces de no solapar sus propios méritos sobre los del líder de la formación, como ocurre en ocasiones. Todo estuvo bien medido, graduado, ya fuera en los envites hard bop o en los momentos más instropectivos, incluso cuando se dejaban llevar por el balanceo del blues o del swing.
Sin llegar a ser una aproximación enciclopédica a la historia del jazz, lo que Benny Green nos ofreció fue una completa degustación de una pequeña parte de lo que más le ha impactado y de lo que más admira. Lo cierto es que esa erudición, y un indiscutible amor por el jazz, le han permitido alcanzar altas cotas de calidad. Pero eso no es realmente lo más importante: lo fundamental es todo lo que es capaz de transmitir, con un talento casi sobrenatural, que le sitúan a la altura de las leyendas del jazz (pese a que ahora son otros tiempos y la competencia es dura). Esperemos poder volver a escucharle en un futuro no muy lejano.