Siendo francos: desconcierta un poco que una formación como la Orquesta Mondragón siga aún en activo, con esa puesta en escena inevitablemente demodé, con unas canciones archiescuchadas y unas versiones que poco aportan a un panorama plagado de bandas de tributo (con algunas propuestas de gran calidad.)
Aunque también es cierto que, tal como se demostró el pasado viernes, la formación aún mantiene a su público, preferentemente al de aquellos años de fama inmensa y de grandes escenarios, gustosos de volver a escuchar sus hits de siempre (los tienen abundantes) y presenciar el "savoir faire" de Gurruchaga, un ser histriónico, un buen cantante y un actor sin tacha que se convierte encima del escenario en un maestro de ceremonicas impecable. Su manera de meterse en la piel de Trump, por ejemplo, es algo que muy pocos logran hacer hoy en día en nuestro país.
El espectáculo con el que aterrizaron en Terrassa, "Anda suelto Satanás", tiene algo de autotributo: si una fórmula ha funcionado durante cuarenta años, ¿por qué cambiarla? De este modo, la banda recupera grandes clásicos como "Corazón de neón", "Caperucita feroz", "Viaje con nosotros", "Ponte peluca" o "Lola, Lola." A estas piezas suman composiciones nuevas (como la que le dedican a Trump) y también versiones de artistas como los Doors de Jim Morrison ("Roadhouse blues"), John Lennon ("Imagine"), Elvis Presley ("That’s alright, mama") o los Beatles ("Back in the U.S.S.R.).
Músicos de apoyo
Una conclusión clara del concierto es que Gurruchaga es, en cualquier caso, la Orquesta Mondragón; los músicos con los que cuenta en las filas de la banda son músicos de apoyo muy profesionales que desarrollan con gran pulcritud y llamativos solos (especialmente en el caso de guitarra y saxo) las canciones de rock y los toques de blues y soul, pero se ven eclipsados por la personalidad, bagaje y evidente implicación del líder del proyecto (aunque éste decepcionara a algunos fans al no firmar discos tras el concierto, tal como prometió que haría desde el escenario.)
Entre los elementos que siguen intactos de su espectáculo está la presencia de una bailarina que pasea, baila e interactúa con Gurruchaga en muchas de las piezas, cambiando constantemente un vestuario muy en la línea de la hoy en día cuestionada hipersexualización de la música. Los tiempos han cambiado, aunque el espectáculo de la Mondragón no tanto; y si aún no ha cambiado es probablemente porque eso es lo que su público espera, casi siempre, escuchar y ver. Obviamente esa audiencia disfutó de lo lindo el concierto, quedó claro…