Terrassa

“Es un placer volver al TNC y más con una obra de Mercè Rodoreda”

El director y escritor de teatro, Sergi Belbel, de Terrassa, regresa al Teatre Nacional de Catalunya (TNC) por la puerta grande. Belbel, que fue el director artístico del TNC durante siete años, de 2006 a 2013, es el director de "La Senyora Florentina i el seu amor Homer", de Mercè Rodoreda protagonizada por Mercè Sampietro. La obra narra las vicisitudes de una profesora de piano de clase burguesa de principios del siglo XX. Belbel dice que este trabajo -un encargo del TNC- es "un gran placer" porque le ha permitido volver a la Sala Gran, redescubrir a Rodoreda y envolverse de un conjunto de actrices que lo dan todo.

Mercè Rodoreda tiene raíces egarenses. Su padre, Andreu Rodoreda, era de Terrassa
Sí, es cierto. Precisamente, su padre, junto a su madre, Montserrat Gurguí, eran grandes amantes del teatro. Mercè Rodoreda también escribió teatro aunque poco. La obra que he dirigido, "La Senyora Florentina i el seu amor Homer", que se estrena el miércoles es una de sus piezas dramáticas para escena más redondas.

¿Es su primer contacto con la autora de "La Plaça del Diamant"?
Sí. Ha sido un encargado del director artístico del TNC, Xavier Albertí, para esta temporada que tomé con mucha ilusión y gran respeto. Esta obra estaba en un cajón como otras y ha subido a los escenarios una vez. Fue en 1993, en el Teatre Romea, con dirección de Mario Gas y protagonizada por la malograda Rosa Novell. Asistí a la función. Fue excepcional.

¿Qué destaca sobre esta pieza?
Rodoreda hace un retrato de la mujer catalana de principios del siglo XX, que toma el nombre de Florentina y vive en Sant Gervasi. Una mujer madura, burguesa, que se relaciona con otras de su edad y con otra más joven, Zerafina. La autora pinta un universo femenino que le sirve para confrontar las clases sociales, las ideas políticas y feministas, los sentimientos… Y este mundo de mujeres también cuenta con alguna voz masculina, típica y tópica, que aparece como discordante. Es un mundo femenino encantador, poderoso, poético, sensible…Si hay que etiquetar, opto por una comedia agridulce.

Es una obra de y para mujeres. ¿Cómo se ha sentido usted?
Encantado. Yo me siento muy a gusto trabajando con actrices. Mercè Sampietro está genial en el personaje de Florentina pero también Carme Callol, Margarida Minguillon y Teresa Urroz, que son sus amigas en la obra, así como Elisabet Casanovas, que es Zerafina, la joven que viene del mundo rural y que aporta aire fresco.

¿Ha tomado nota del montaje que estrenó Mario Gas con Rosa Novell?
Sí pero no. Gas actualizó la época en la que pasa la historia y yo he optado por ser fiel a la autora. O sea que la he imaginado en la época modernista -Rodoreda la sitúa hacia 1910- y por tanto el vestuario, realizado por Mercè Paloma, también de Terrassa y colaboradora habitual, y la escenografía respiran aquel ambiente. Hay arquitectura modernista, pintura de Ramon Casas y muchas flores, porque Rodoreda era una amante de las flores. La escenografía es minimalista. Todo pasa en un salón con grandes ventanales.

Con esta obra vuelve a la Sala Gran del TNC donde usted fue director artístico durante siete años.
Sí, aunque lo hago como artista invitado y esto es mucho más cómodo que ser director artístico. Me ha gustado mucho volver a reencontrarme con todo el equipo de trabajo del TNC porque son muy competentes.

Cuando cerró su etapa en el TNC dijo que quería retomar la escritura y la dirección. ¿Lo ha hecho?
Sí, afortunadamente, estoy haciendo varias cosas. Escribo aunque no he estrenado tanto como querría, doy clases -voy mucho a Latinoamérica- y dirijo producciones de aquí y de fuera. Las ciudades capital latinoamericanas viven el teatro con mucha implicación. Aquí, disfruté mucho dirigiendo "Fedra" con Emma Vilarasau para el Romea y con "Maria Estuard", con Sílvia Bel y Míriam Alamany, para el Lliure.

¿Cómo se ve el teatro como profesional y "free lance"?
Por lo que respecta a los actores y directores hay pocas oportunidades y mucha incertidumbre. Estamos en sueldos de antes de la crisis -como en muchas profesiones- y vamos trampeando como podemos a salto de mata. En cambio hay mucha dramaturgia emergente. Yo, por ejemplo, que formo parte del patronato de la Sala Beckett, conozco gente joven, de 30 años, vitales, creativos, ilusionados, con muchas ganas de escribir y de estrenar pero no hay espacios ni programación suficiente.

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