El último día de la Guerra Civil, una bala perdida durante un tiroteo en la plaza de Sant Pere de Girona acaba con la vida de la madre del pequeño Lluc. El niño es adoptado por una tal señora Stendhal, que lo cría como si fuera suyo, en la casa en la que también vive su hijo Dani y el abuelo, Dídac, republicado desengañado por los excesos de los suyos al inicio del conflicto. Así comienza "La senyora Stendhal", la nueva novela de Rafel Nadal, que vuelve a adentrarse en la atmosfera de la Catalunya de postguerra, y que tiene entre sus méritos "el tono conseguido en el diálogo entre ficción y historias reales", afirmó la periodista Helena García Melero que condujo, en el Centre Cultural, su presentación en Terrassa.
A cualquier aficionado a la literatura le llamará la atención, ante todo, el apellido que Nadal ha escogido para la protagonista, que además da título a la novela. Stendhal era el seudónimo con el que firmaba Henry Beile, el célebre escritor francés del siglo XIX, con el que también se dio nombre a una enfermedad psicosomática causada por el exceso de belleza. "Pensé que el ‘síndrome de Stendhal’ también podía proporcionarlo la belleza moral, y la protagonista de la novela la tiene, y lucha por tenerla. Lucha contra la injusticia y por mantener los valores morales, y lo logra".
El matriarcado mediterráneo
Porque, entre otras cosas, la obra es un homenaje, señaló Nadal, a todas las "señoras Stendhal", esto es, a las mujeres que, al finalizar la Guerra Civil, "con los hombres muertos, o encarcelados, o en el exilio, o derrotados, cogieron las riendas de las familias. Trabajaron en el campo o en las fábricas, y dirigieron las familias, económicamente e intelectualmente". Hay una fuerte discusión familiar en la obra, en la que el abuelo exige que el niño deje la escuela "porque lo necesito para el campo". La señora Stendhal le dice que no, que si sigue estudiando tendrá más oportunidades en la vida, y impone su criterio. "Esto también vale para Italia. Este matriarcado del Mediterráneo lo hemos explicado todavía poco."
Y aquí otro de los temas que plantea la obra: "la devoción casi religiosa que ha habido en Catalunya por la educación. El primer instituto de secundaria del Estado español se abrió en Figueres, a mediados del siglo XIX, y en la década de 1960 había escuelas religiosas pagadas por la burguesía en muchas localidades." En ocasiones, de siete hijos, los padres escogían dos o tres para que estudiaran, "para que al menos alguien de la familia tuviera la oportunidad. Esta devoción por la enseñanza, posiblemente por la cercanía de Francia, explica que, en Catalunya, las clases populares hayan estado culturalmente un par de escalones por encima de lo que les correspondería por su nivel económico".
¿"La senyora Stendhal" puede leerse, de alguna manera, como una reflexión sobre la actualidad catalana?, planteó García Melero. Nadal, que dedica la obra a sus nietos, no lo negó. Reconoce que la escribió también para que la gente joven entienda que, "si bien es legítimo que todo el mundo defienda sus inquietudes, habríamos de desterrar de la vida política esa visión ‘futbolera’ de pensar de quién está en tu bando ya es bueno solo por ello".
Durante la Guerra Civil, por ejemplo, "la legitimidad democrática era de la República, pero ello no legitima ni a todos los republicanos, ni todo lo que hicieron los republicanos, cuando se asesinaba gente por religión o por ideas. Hemos sido poco radicales en exigir la reparación de estas injusticias".
"Tenemos la razón y somos más, pero solo ganaremos cuando sepamos más que los otros", afirma la señora Stendhal en la novela. Y Nadal recordó, cuando García Melero mencionó el "choque de trenes", que "el mundo está lleno de causas justas perdedoras, y la gente ha de ser consciente de ello. Miras la historia, y ves pueblos que han ido de desgracia en desgracia, aunque todo el mundo pensaba que tenían razón en sus reivindicaciones".
Historias reales
"La senyora Stendhal" es un libro "fácil de leer, con un elemento de misterio que te atrapa, y nos podemos identificar con las historias que explica", dijo García Melero. Historias que surgen a menudo de anécdotas reales, y Nadal explico dos increíbles pero ciertas. Una, la de dos niños, de 7 y 9 años, que el 18 de julio de 1936 se quedaron, en un internado, solos con dos cadáveres. El de 7, que ahora tiene 90 , leyó la novela y llamó al escritor para decirle que "no he vuelto al internado desde el 18 de julio de 1936, y tú me has llevado".
La segunda tiene que ver con el hecho de que Nadal sea un asiduo de las librerías de viejo, y de que, en una de Girona, coincidiera con dos japonesas, una de 80 años y otra de 20, que parecían explotar de alegría. "Eran abuela y nieta, de crucero por Barcelona. La primera había tenido una tienda de comestibles en Nagasaki, con una segunda parte de la que, tras la Guerra Mundial, no había podido reclamar la propiedad. Llevaba 40 años yendo a las librerías de viejo, a la búsqueda de postales de Nagasaki. Y ese día, en Girona, acababan de encontrar cinco postales de Nagasaki, en las que aparecían su tienda de comestibles, la avenida donde vivían, la casa de la familia, y una chica joven que era la abuela, 65 años antes. Las postales le habían llegado al librero hace tres meses, del vaciado de una familia francesa del Eixample barcelonés. Me iba perfecto para arrancar el libro".