La muerte de una niña de 12 años por coma etílico el pasado noviembre en una verbena en Madrid estremeció a muchas familias, ignorantes del coctail de fiesta y borrachera al que sus hijos adolescentes se entregan el fin de semana. Las urgencias de MútuaTerrassa atendieron entre enero y noviembre del pasado año a 30 menores afectados de intoxicación etílica, chicos y chicas, algunos de apenas 14 y 15 años, que llegan al hospital acompañados de un amigo borracho, normalmente el único del grupo que se mantiene en pié.
El consumo compulsivo de alcohol de alta graduación se ha convertido en un recurso para muchos adolescentes, que lejos de disfrutar de la ingesta, persiguen la borrachera exprés. El resultado es un atracón etílico cada vez más extendido que ha disparado las alarmas entre las autoridades sanitarias, que advierten de los riesgos de un consumo masivo en edades muy tempranas.
"El fenómeno se ha acentuado y se repite los fines de semana y las fiestas -explica Gema Muñoz, jefe del servicio de Urgencias de Mútua-. Los y las adolescentes llegan acompañados habitualmente de un amigo que acude asustado y muchas veces también bebido".
Las borracheras no son generalizadas, pero la edad de inicio en el consumo de alcohol se ha reducido hasta los 13, 14 y 15 años, momento en que chicos y chicas tienen una bajísima percepción del riesgo que implica un consumo compulsivo.
¿Qué toman?
"El problema es que el objetivo es emborracharse -comenta la doctora Amaia Hervás Zúñiga, jefe de Psiquiatría Infantil y Juvenil de Mútua-. Ya no se trata de estar con los amigos y disfrutar de la bebida, como una herramienta para descubrirse, como parte de la actividad grupal".
Las fiesta empieza cuando el alcohol ha corrido y "muchas veces las combinaciones no las preparan ellos, de manera que quien bebe no sabe qué está tomando. Hay chicas que llegan a urgencias completamente borrachas. Apenas pesan 55 kilos y tienen poca tolerancia al alcohol. Han puesto en riesgo su salud y también su integridad, porque en esas condiciones pueden ser objeto de agresiones y abusos".
La doctora Hervás explica que a esas edades los adolescentes "no tienen miedo. Se exponen por primera vez al alcohol y lo hacen en un contexto festivo y colectivo. Hay una connotación grupal y de transgresión".
Médicos y sanitarios explican que el consumo está extendido entre chicos y chicas sin distinción, de todos los perfiles y niveles sociales. Lo traen de casa o lo compran en el ‘paki’. Lo hacen ellos o les ayuda un mayor de edad, el "camello del alcohol", esquivando así la prohibición de la venta a menores.
En la mayoría de los casos los padres desconocen la situación. Les estalla en la cara cuando el "colega" del niño llama desde urgencias. "Los adolescentes no explican y muchos padres han relajado las normas o minimizan la borrachera pensando que es ocasional".
Una sociedad permisiva
Desde el servicio de urgencias del hospital Universitari MútuaTerrassa, la doctora Gemma Muñoz explica que la mayoría de los consumos compulsivos de alcohol pasan desapercibidos, no trascienden y, si lo hacen, chocan con "una sociedad permisiva con el alcohol, porque muchos padres han vivido el consumo social y no son conscientes del cambio de hábitos que protagonizan sus hijos".
Tras el fallecimiento de la menor de Madrid Consuelo Guerri, jefa del laboratorio de Patología Celular del Centro de Investigación Principe Felipe de Valencia advertía de las consecuencias del fenómeno incluso en el rendimiento académico. Un joven puede recuperarse sin secuelas de una borrachera, explica, pero cuando se somete a un atracón de alcohol semanal "pierde la capacidad de aprender y memorizar. Hay buenos estudiante universitarios que fracasan porque no pueden retener, no entienden lo que leen o les explican".
En las consultas médicas se ha detectado "un incremento importante de problemas de conducta, de respuestas al estrés con autolesiones", comentan desde la unidad de Psiquiatría Infantil y Juvenil de Mútua. Los adolescentes "acusan la crisis, las tensiones familiares, porque muchas parejas no pueden permitirse separarse".
En ese contexto, la bebida supone un escape de alto riesgo. "Porque el efecto sedante del alcohol genera dependencia. Vemos pacientes de 16, 17 y 18 años que necesitan beber a diario -relata la doctora Hervás-. El alcohol es una droga dura que además implica riesgo físico"
Las autoridades sanitarias advierten de que un atracón de alcohol puede provocar una insuficiencia respiratoria, la pérdida de conciencia, un accidente de coche o moto, un fallo hepático. "Estamos ante consumos agudos que llevan a intoxicaciones agudas y que pueden llevar incluso a la muerte. Por eso es muy importante que los adolescentes sean conscientes del riesgo real que supone una ingesta tan compulsivo. Lo viven como una fiesta, pero los riesgos son reales ".