Ya está en prisión. Ismael Rodríguez, el joven de 28 años nacido en Terrassa, vecino de Vacarisses, acusado de matar a tiros el sábado pasado a dos agentes rurales en un olivar de Aspa, en el Segrià, pasó ayer a disposición de un juzgado de Lleida y el magistrado resolvió su ingreso en la cárcel. Así lo había reclamado el fiscal, que calificó los hechos de doble asesinato. Disparó cuatro cartuchos, según el juez.
La resolución de la disyuntiva sobre la intencionalidad del ataque será unas de las cuestiones nucleares del sumario que tramitará, en principio, el juzgado de instrucción número 4 de Lleida. ¿Asesinato u homicidio? ¿Hubo alevosía, o sea, el cazador se aprovechó de que las víctimas no tuvieran tiempo de reaccionar, o la posibilidad, al menos de huida, de los guardas no estaba del todo eliminada? El Ministerio Fiscal, según la agencia EFE, entiende que el cazador disparó su escopeta a traición, de manera alevosa, sin que las víctimas tuvieran posibilidad alguna de defenderse.
El acusado no sólo compareció en el Palacio de Justicia de la capital leridana. Aspa, de unos 220 habitantes, está a unos veinte kilómetros en coche y hasta allí, al olivar que es coto de caza, hasta el lugar del crimen doble, fue trasladado Ismael Rodríguez por los Mossos d’Esquadra para una reconstrucción de los hechos. El imputado aseguró que no sabe los motivos que le impulsaron a disparar, que fue un "acto reflejo", que no se explica lo acontecido. Y es que, de acuerdo con lo conocido hasta ahora, es difícil explicar la secuencia de aquellos segundos de escalofrío, con el cazador apretando el gatillo contra dos agentes rurales desarmados que le habían pedido la licencia de la escopeta que portaba y que, al parecer, no debía portar por no ser el titular y por carecer del permiso específico para esa arma.
Los mossos condujeron al cazador hasta el sitio donde el sábado se desplegó la tragedia envuelta en pólvora. Hasta el coto de tordos donde Ismael Rodríguez estaba el sábado, a las 11.30 de la mañana, apartado del grupo de amigos con los que había salido a cazar, cuando dos miembros del Cos d’Agents Rurals se le acercaron para pedirle la licencia y le conminaron a descargar el arma. Los mossos llevaban al acusado, tipo corpulento, maniatado con esposas. Allí, entre dos rocas con vegetación rala, empezó la reconstrucción del tiroteo.
El joven declaró que no discutió con los forestales y que había efectuado tres disparos, los que le dejaba realizar de manera ininterrumpida la escopeta Benelli que blandía, pues tiene instalado un limitador. Pero el magistrado, en el auto que envía a Rodríguez a prisión preventiva, no habla de tres tiros, sino de cuatro, según la información difundida por la agencia EFE.
Los tiros, la distancia
Dice la resolución judicial que, a tenor de los primeros análisis forenses, cada agente recibió dos disparos en zonas vitales: uno presentaba una herida en la cara y otra en el cuello; el otro, una en el tórax y otra en la cabeza, en el parietal. De esa información se infiere que el autor de los hechos tuvo que recargar el arma, si de verdad sólo podía descerrajar tres tiros seguidos. Y si cargó para efectuar un cuarto disparo, la hipótesis de la intencionalidad asesina quedaría reforzada.
Otro eje crucial en las investigaciones lo constituye la distancia a la que fue disparada la Benelli. Ismael Rodríguez afirmó que tiró desde diez o quince metros, pero el magistrado indica que el tiroteo fue perpetrado "desde una distancia muy próxima". Y añade que, dada su experiencia de, como mínimo, diez años en el mundo de la caza, el imputado debía saber que los agentes no portaban armas.
Como el joven no tenía licencia para la escopeta que portaba, puede ser culpable de otro delito: el de tenencia ilícita de armas. Y, como los guardas a los que mató tenían consideración de agentes de la autoridad, ha sido acusado también de un delito de atentado.