Se oyó un tiro, luego otro, otro. Una decena de disparos de bala descerrajó el individuo que atacó a un joven el miércoles por la noche en la esquina de la calle de Pompeu Fabra con la Ample, en Sant Pere Nord. Cuatro tiros, al menos, alcanzaron a la víctima, un joven de origen dominicano que resultó herido. Fueron "tiros limpios", en el argot policial: con entrada y salida de proyectiles. Ayer no se temía por la vida de la víctima. Visto lo visto, el chico tuvo fortuna. Y muchas personas más la tuvieron: otras cuatro balas, cuando menos, fueron a parar al interior de un bar, una, y a la puerta y la fachada de un edificio, las otras tres. El agresor huyó en un ciclomotor con otro sujeto.
"Mamá, cuando llegues del trabajo no pases por la calle Ample. Pasa por la Roca i Roca. Está cortado por la policía. Ha pasado algo al lado del bar", aconsejó un joven a su madre, vecina de la calle de Pompeu Fabra. Ella hizo caso. Salió del trabajo y se dirigió a casa. Se apeó en Roca i Roca y los policías que habían acordonado la zona la dejaron pasar porque vivía allí al lado. El cordón había cortado el tráfico de la calle Ample desde la de Provença. Por arriba, la policía controlaba también el acceso desde la calle de Roca i Roca.
Había ambulancias y unidades de los Mossos d’Esquadra y de la Policía Municipal. Y espanto, mucho, y mucha sangre. Y un joven, vestido con ropa clara en su parte superior que hacía más ostensible el rojo oscuro de la sangre que manaba de sus heridas.
"Tenía una herida en el cuello", dijo ayer un testigo, el que llamó a los servicios de emergencias cuando, nada más oír los tiros, vio al chico sentado a la puerta del bar ubicado justo en la esquina de la calle Ample con la de Pompeu Fabra.
La ambulancia
Los sanitarios lo tumbaron. "Estuvieron por los menos 45 minutos con él, asistiéndolo", contó una vecina. Una vez estabilizado, el herido fue trasladado a MútuaTerrassa. "La ambulancia iba muy lenta, como si los médicos temieran que un sobresalto fuera fatal", añadió la testigo. "¿Se ha salvado?", preguntó la mujer. Salvo complicaciones, parece que sí. Los Mossos d’Esquadra dijeron que no se temía por la vida del herido, a pesar de los cuatro impactos de bala, con orificios de entrada y salida.
El Àrea d’Investigació Criminal se encarga de las investigaciones, que activó el mismo miércoles con la toma de declaración a testigos y con la inspección de la zona. Hasta la una de la madrugada de ayer hubo agentes en la esquina de Sant Pere Nord sacudida por un tiroteo que pobló de estupor el barrio.
Estupor por lo que pasó. Pero estupor, sobre todo, por lo que pudo pasar con las balas perdidas, en trayectoria azarosa.
El agredido caminaba por la calle de Pompeu Fabra. A tenor de los indicios, los atacantes le seguían los pasos, o lo encontraron en aquel tramo porque lo andaban buscando por el sector que frecuenta. A veces acudía al bar de la esquina. "No venía a diario", explicó ayer Arizmendi, dueño del negocio, dominicano también.
Según testigos, el agresor y su compinche portaban cascos de motorista. Una vecina oyó cuatro detonaciones consecutivas y luego dos más. "No son petardos", concluyó de inmediato. Se asomó a la terraza y vio a un chico con la espalda manchada de sangre y oyó chillidos, gritos de "¡policía, policía!". Más vecinos se asomaron a los balcones y las escenas de miedo se amontonaron.
Se cree que el individuo portador de la pistola siguió disparando con el ciclomotor en movimiento, mientras huía calle de Pompeu Fabra arriba, un tiro, otro más, y ese disparar en desplazamiento podría explicar lo de los proyectiles que volaron al albur. Uno atravesó un marco de aluminio del ventanal lateral del bar, cruzó el interior del local e impactó con un espejo colgado en la pared contraria. En el establecimiento había gente, pero, por fortuna, nadie estaba en el lugar de la trayectoria de la bala. Una joven embarazada y un niño de 2 años se encontraban al fondo del local. Otra bala descantilló el extremo de la puerta de madera de un garaje, llevándose hasta el revoque de cemento.
Otra entró en esa misma cochera por la puerta. Y otro proyectil perforó una pared exterior, una fachada, a unos treinta metros de la esquina, del bar. Los mossos investigan el desarrollo de los disparos, si todos fueron efectuados en la trayectoria de marcha hacia el Norte o si empezaron a unos treinta metros de la esquina y el tirador fue bajando hacia Ample al ritmo de paso de la víctima, para luego escapar Pompeu Fabra arriba cuando decidió desistir de su empeño o resolvió escapar porque el tiempo apremiaba.
"Esto se veía venir", comentó un vecino moviendo la cabeza de arriba abajo, para acompañar con el gesto una aseveración que otros testigos de la vecindad emitieron también. "Esto se veía venir", repetían, por el trasiego de gente de trazas sospechosas en la esquina donde volaron los tiros.
Reguero de sangre
"Yo no quiero problemas con nadie. Y si alguien trae problemas a este bar, no le permito la entrada. Mi familia viene a diario", afirmó Arizmendi, responsable del establecimiento ubicado en la esquina. De hecho, el tiroteo se desató a unos metros y no se inició dentro, como algunos medios informaron ayer. Sí quedó vestigio de miedo en el interior, en forma de bala que hendió un marco de la ventana y atravesó el bar de lado a lado. Pasó donde pasó, pero no se descarta que la localización de la agresión fuese circunstancial. Allí pillaron los agresores a su objetivo.
Una miríada de gotas de sangre manchaba ayer la acera en la calle Ample en un reguero, de unos doce metros, que abarcaba el suelo a las puertas del bar y proseguía por el paso de cebra hasta la acera de enfrente, donde hay un comercio de lana. "A esa hora, a las nueve, pudo haber una matanza, con tantos tiros sueltos", soltó un vecino antes de reiterar: "esto se veía venir".