Todavía perviven los hechos del día 21, de la quema y el saqueo del Sant Esperit. Mientras, en ese julio del 36 la ciudad sigue bajo las premisas revolucionarias. Se hacen registros, detenciones, hay algunos disparos en la calle, se incautan coches que circulan continuamente, todos ellos marcados con las iniciales de las formaciones políticas y sindicales. Se obliga a los ciudadanos a saludar con el puño cerrado. En la ciudad sigue habiendo nerviosismo, tensión, miedo. Por la radio se da la orden de devolver los objetos robados de los conventos y de las iglesias en el desenfreno de su quema.
Y va tomando protagonismo el nuevo poder revolucionario, el Comitè d’Enllaç. Lo explica Xavier Marcet en un capítulo del libro “Terrassa. Segle XX”. “En este nuevo organismo había partidos y sindicatos antifascistas (CNT, 5; FAI, 2; ERC, 2; Estat Català, 1; POUM, 2; ULSO, 2; U. de Rabassaires, 1; Acció Catalana, 1; Fraternitat Republicana de Sant Pere, 1; Sindicat de Ferroviaris, 1; UGT, 1; Partit Comunista de Catalunya, 1). La composición del comité indica claramente la hegemonía del sector anarco-sindicalista, la fuerza del POUM que dominaba la Unió Local de Sindicats, y la incorporación reducida de ERC, que era el partido mayoritario en el Ayuntamiento. El 1 de agosto, este comité se transformó en el Comitè Local de Milícies Antifeixistes”.
Contrapoder municipal
No hay, por tanto un órgano institucional claro y Terrassa está al abrigo de un Ayuntamiento muy debilitado y de este Comitè en pujanza y que se erige como un auténtico contrapoder municipal. Eso sucede también en otras ciudades como en Barcelona, con un gobierno republicano legalmente constituido en su momento, y un importante poder revolucionario recién creado. La situación, en Terrassa, provoca confusionismo y es aprovechado por grupos más o menos incontrolados -algunos vinculados a organizaciones antifascistas- que se toman la justicia por su mano. El más violento, al que después de la guerra se le atribuyeron numerosos asesinatos, fue el de “Los chicos de Pedro Alcócer”, es decir, del que fuera jefe del Comitè de Defensa y después de la Junta de Seguretat.
El día 23 aparecieron muertos el trabajador metalúrgico Miquel Trullàs, cerca de Matadepera; entre la Arrabassada y Sant Cugat el falangista Joan Comas, y en la carretera de Castellar el padre escolapio Josep Bové. Al día siguiente se sabe del asesinato del industrial ladrillero Joan Tost. Y así, la terrible lista aumenta día a día como explica Baltasar Ragón en el libro “Terrassa 1936-1939”.
Asesinatos que sobrecogen
“24 de julio. A las cinco y media de la tarde, unos ciclistas procedentes de la Barata traen la noticia de que en las inmediaciones de la Font de l’Olla habían visto un gran número de hombres muertos, extendidos entre el bosque y la carretera de Talamanca.” Eran ocho hombres, de ellos siete importantes y muy conocidos empresarios terrassenses, en un asesinato múltiple que horrorizó y conmocionó en la ciudad: Francesc Salvans, industrial y ex diputado a Cortes, de 61 años; Joan Salvans, industrial de 35 años, hijo del anterior; Agustí Prat, de 80 años; Gaietà Vallès, industrial de 52 años, gerente de Tarrasa Industrial; Joaquim Barata, industrial de 41 años; Manuel Vallhonrat, industrial de 43 años; Francesc de P. Badia, , notario, de 42 años, y Josep M. Duran, industrial de 40 años.
Durante la Guerra Civil, en Terrassa hubo unos 220 asesinatos como consecuencia de la represión ejercida.
En los últimos días del mes de julio parece que se recobra un tanto la normalidad. Circulan coches, los cafés abren y están muy concurridos,€ pero pronto vuelve el pulso acelerado. Las milicias custodian bancos y fábricas, se producen más saqueos y quemas de casas de personas que se supone son contrarias a la revolución. Con cuentagotas se hallan más asesinados, en cualquier calle, en cualquier cuneta o en el lugar más recóndito. La FAI construye vetustos camiones toscamente blindados, así como bombas, y cuelga su bandera en lo alto del campanario del Sant Esperit.
Y así transcurrió un convulso mes de julio. Pero agosto no sería mejor, ni septiembre, ni octubre€ Y quedaba 1937 y1938 y… llegó el jueves 26 de enero de 1939 en que a las tres de la tarde las tropas de Franco entraron en Terrassa.
Terminaba una auténtica pesadilla y para muchos empezaba otra, la larga y dura posguerra.
“Els primeros mesos de la Guerra Civil a Terrassa no van ser altra cosa que el desfermament d’una tensió social i política molt alta que es traduí en el desbordament del poder institucional, l’emergència d’un nou poder fragmentat entre les organitzacions antifeixistes, múltiples comitès i grups amb iniciativa revolucionària pròpia, la realització d’una gran quantitat d’assassinats per motius diversos (però sota el paraigua de la lluita antifeixista), la crema d’esglésies, les incautacions d’edificis i la mobilització cap al front de milícies populars”.
Xavier Marcet (“Història industrial de Terrassa”)