Decir que el espectáculo de La Machine de Cirque es trepidante es quedarse muy corto. Sería lo mismo que olvidar que es un espectáculo completo, con las suficientes dosis de humor, riesgo, imaginación y riqueza que incluso superan en intensidad las dos horas y media que puede durar un circo tradicional, debajo de una carpa.
Éste es un circo teatral, con un decorado interactivo, vigoroso, multidisplinar, participativo, y con ejercicios que rozan la perfección. Así lo demostraron a lo largo de los 90 minutos del espectáculo que llevaron cinco artistas al Centre Cultural, ante una sala casi repleta, en una muestra de que la programación de circo en nuestra ciudad es ya una experiencia consolidada; se ha creado un público que además sabe escoger bien aquello que va a ver.
Ésta ha sido la única parada en el país de esta compañía durante una larga gira europea, que fundamentalmente se está desarrollando en Francia. El francés es la lengua de estos artistas canadienses, si bien la utilizan apenas. Su lenguaje está en el cuerpo, en la música, en las acrobacias, en los sonidos ininteligibles. Sus talentos individuales (probablemente nos hallemos ante cuatro de los mejores artistas de circo del mundo) se funden en una sucesión de proezas que nos desvelan la portentosa naturaleza de la Machine de Cirque.
Un gran andamio, con rudimentarios elementos mecánicos, ocupa el centro de una puesta en escena que incluye asimismo una batería con una tarima rodante y otros elementos electrónicos. Frédéric Lebrasseur construye sobre el escenario una banda sonora que se incorpora como un elemento circense más en el espectáculo, no sólo por la interacción con el trabajo de los artistas (como cuando toca su batería con las mazas) sino por la colección de estilos o personales elementos percusivos que elabora a lo largo del show.
Hombre primitivo
Ese andamio sirve a los artistas para escalar, como si de una pértiga se tratase, emulando al hombre primitivo y, cómo no, para desarrollar ejercicios capaces de dejar boquiabierto al respetable. Ya sea en el suelo, en el aire, colgados de la pértiga o del trapecio, sobre la báscula, la bici o el monociclo, sus propuestas parecen casi imposibles pero no, son reales. También lo son los impecables ejercicios de malabares y el único susto que nos llevamos a lo largo de la noche, durante un ejercicio de monociclo… Parece increíble saber caer tan bien.
Lo mejor entre lo mejor fueron, sin duda, el número de las toallas, los malabares en grupo y también las piruetas encima de la báscula. Lo de las toallas, una de sus propuestas más virales y famosas, superó incluso a la divertida salida de una espectadora al escenario. Pese a la sencillez del concepto (cuatro hombre desnudos tapando sus "partes nobles" con unas toallas), su puesta en escena es tan imaginativa, tan intrincada y tan divertida que sólo por ese número merece ya la pena haber visto el espectáculo.