Por qué ahora sí y entonces no?
¿Entramos ya en el tema del pacto?
El asunto estará flotando durante toda la conversación.
Creo que es empezar al revés, pero quizás tenga razón. Para mi no es un inconveniente. Verá, se han confirmado los supuestos que temíamos cuando preparamos la campaña electoral. Terrassa tiene problemas graves; de fondo como la desigualdad y otros más cotidianos de espacio público de limpieza, etcétera, y para afrontar estas necesidades, la ciudad precisa de un gobierno sólido. Percibimos que eso no existe y nos brindamos a ayudar al PSC.
Lo plantea como un ejercicio de responsabilidad.
De hecho lo es. No tenemos ni obligación ni necesidad. Tampoco perdamos de vista que hemos ganado las dos últimas elecciones generales, y si se mantiene esa inercia, podríamos estar en disposición de gobernar en 2019.
Pero ustedes no necesitan sobreexponerse ahora ¿Estratégicamente, es una decisión adecuada?
Lo contrario sería un ejercicio de cinismo por nuestra parte. No sería correcto tener la convicción de que la ciudad necesita de un gobierno fuerte en el que nosotros podemos ayudar y esperar de forma egoísta a que llegue 2019 para gobernar. Piense que Terrassa en Comú ha adquirido unos compromisos desde la oposición. No sólo somos agresivos y críticos; hay temas a los que ya nos hemos sumado; vivienda y agua son ejemplos. Se trata de establecer un nuevo escenario. El compromiso ya existe.
¿Las condiciones son asumibles?
Por supuesto. CiU debe salir del equipo de gobierno; nosotros apoyaremos al PSC en las cuestiones relevantes para la ciudad y cuando llegue el momento entraremos en el gobierno.
Eso es un acto de fe.
La gobernabilidad está garantizada, nosotros somos responsables. El pacto con CiU es antinatura y estamos seguros de que el PSC no se siente cómodo. Su visión de la ciudad, su modelo es muy diferente al nuestro y al de los socialistas. Personalmente creo que incluso les perjudica electoralmente, pero en todo caso es una opinión; cada partido debe tomar sus decisiones, por supuesto. Nosotros no imponemos nada, pensamos que son condiciones necesarias.
¿Pero por qué ahora sí y entonces no?
Jordi Ballart nos ofreció la posibilidad de entrar en el gobierno después de las elecciones, pero pensábamos que no se daban las condiciones adecuadas Hay gran sintonía en algunos temas entre PSC y TeC y también importantes discrepancias, pero se ha producido un hecho clave como es el fin de la concesión del suministro de agua que nos hace pensar que el Partit dels Socialistes está dispuesto, efectivamente, a cambiar actitudes y cambiar formas de gobernar.
El pacto y el agua; son los temas del momento.
Encuentro necesario hablar del agua. En realidad nadie está haciendo ninguna heroicidad. Se está haciendo lo que toca. Acaba la concesión y se decide sobre el servicio, en este caso, trabajar sobre el horizonte de una gestión directa. Desde la empresa que lo dispensaba hasta ahora también se hace lo que toca, que es defender sus intereses, aunque con un estilo algo exagerado.
¿En qué sentido?
En realidad no está pasando nada nuevo. Mina está pidiendo que le dejen hacer lo que ha hecho durante todos estos años que es prestar un servicio sin ningún control municipal. Que el PSC haya dicho, basta, nos hace pensar que de verdad quieren cambiar las cosas. Es un punto de inflexión que nos permite reconfigurar determinadas fuerzas en la ciudad. El agua es un catalizador clave.
¿Cuáles son las necesidades de la ciudad que mueven a ustedes a dar ese paso al frente?
Más que temas concretos, se trata de una cuestión de concepto y de contexto. Hablo de diagnóstico, trabajo a medio plazo y desarrollo urbano en la ciudad.
Lo entiendo como una hoja de ruta.
Sí, podría entenderse así. En primer lugar, debe haber una coincidencia de diagnóstico sobre cómo está la ciudad. Tenemos la sensación de que hay una cierta actitud de negación de los problemas. Por ejemplo, la desigualdad es un fenómeno metropolitano del que parece no existir conciencia. Tememos que llegue a considerarse algo estructural contra lo que nada se puede hacer. Ese es el peor escenario de todos; por eso es necesario un diagnóstico para actuar.
¿Cómo se articula eso?
Aquí es donde entra el trabajo a medio plazo. Por ejemplo, siguiendo con la desigualdad, debemos intentar minimizar la labor asistencial a través de establecer objetivos. Nosotros, internamente, en los proyectos que trabajamos nos planteamos el horizonte del 2025. Pensamos en cómo nos imaginamos y cómo nos gustaría que fuese la ciudad. Nos permite establecer objetivos y por tanto, modelos.
¿Y desde un punto de vista práctico, a pie de calle?
El medio plazo permite ponderar las medidas a aplicar. Por ejemplo, en ocupación. Estamos acostumbrados a buscar grandes soluciones, es decir, buscar una gran empresa que cree muchos puestos de trabajo de golpe. Eso está bien, pero aún en el caso que se produzca, no soluciona el problema. Nosotros apostamos por acciones de pequeño alcance. Tendrá más recorrido incentivar una economía de grano pequeño con proyectos que van más allá de un mandato. Le hablo de economía, pero podemos hablar también de educación en los mismos términos.
¿Y la tercera pata?
Al hablar de desarrollo urbano, quizás debamos hablar de grandes teorías económicas. El liberalismo impone una serie de lógicas que hemos asumido y que en estos momentos nos impiden tomar decisiones de otro orden. Me pedirá un ejemplo: las teorías de filtración económica tienen que ver con el modelo de desarrollo. Se cree que abriendo campo a determinadas acciones económicas de capas altas de la sociedad como, por ejemplo, el sector inmobiliario, acaba filtrando a todas las capas de la sociedad. Se ha comprobado que eso no siempre funciona así.
¿Y cómo se incide en ello?
Hay que construir otros consensos al margen de la cultura neoliberal. Verá, en torno a las desigualdades que provienen de las condiciones socieconómicas de cada familia en relación al mercado laboral, el Ayuntamiento tiene poco que hacer ciertamente, pero sí puede invertir para corregir o reequilibrar a través de objetivos en proyectos y programas concretos.
¿Y quienes son los interlocutores?
No excluimos a nadie, en absoluto. Podemos hablar de un nuevo consenso con nuevo enfoque partiendo de un diagnóstico común. No creo que nadie, de cualquier condición social o económica, esté interesado en que se cronifique la desigualdad en su ciudad. Pensamos que ese esfuerzo es necesario. Hay que buscar lógicas de reequilibrio y de redistribución de renta y de capital que combatan la disimulada, aún no creyendo en conceptos como la justicia social. En definitiva, hay que conocer los problemas; perfilar modelos y establecer nuevas lógicas culturales de cómo entender el desarrollo urbano.