Terrassa

“Terrassa necesita pactos, nuevas elites y sobre todo, liderazgo”

Vengo dispuesto a no hablar del agua ¿Qué opina?
Yo no tengo ningún interés en que la entrevista esté monopolizada por el agua. Para nosotros es un tema capital, de gran importancia para el presente y el futuro de la ciudad, pero es cierto que es un tema más.

Usted dirá.
En el análisis hay un error de partida; se trata del fin de una concesión y ya está. Terrassa no municipaliza, no remunicipaliza nada; el agua vuelve al Ayuntamiento, que es quien debe decidir cómo se prestará ese servicio. Nosotros estamos por la gestión directa y hay una mayoría solvente en el pleno que aboga por ese modelo.

¿Y si es tan simple, por qué este ambiente tan enrarecido?
Nuestro posicionamiento no va contra nadie. Respetamos profundamente el papel histórico de Mina en la ciudad y estamos seguros de que seguirá jugando un papel importante en otros ámbitos en el futuro. Dicho esto, pienso honestamente que si el proceso se hubiese llevado con cierta normalidad por la empresa concesionaria, el escenario hubiese sido muy diferente.

Parece que haya algo más que un servicio de suministro en juego.
No perdamos de vista que nosotros hablamos del ciclo integral del agua. Hablamos también de alcantarillado y de depuradoras. El gran negocio del sector está en el ciclo integral y por eso nuestro discurso es de muy amplio espectro.

Parece ser que con el alcantarillado tenemos un problema del que no somos conscientes.
Efectivamente, tenemos un problema, pero no sólo nosotros. Otras muchas ciudades lo tienen y se empieza a hablar incluso de un impuesto especial de alcantarillado.

En ese sentido ¿La gestión directa será inocua para el ciudadano?
Esperamos que sí, pero de todas formas, debemos estar dispuestos a cualquier sacrificio que ello conlleve, incluso a costa del aumento del coste del servicio.

Impuesto para el alcantarillado, aumento del precio del agua, de la tasa de residuos ¿Cómo van ustedes a justificar todo eso si se da?
La concesión acaba y si no hay gestión directa tiene que haber un concurso. Nadie garantiza que la empresa que lo asuma vaya a mantener la calidad del servicio y los precios. En cualquier caso, no existe tampoco ninguna garantía de que la actual concesionaria pueda seguir siéndolo en caso de concurso. Mire, la concesión se acaba y hay que partir de cero. No somos integristas, pensamos que el equilibrio público-privado funciona bien en algunos ámbitos, pero con el agua debemos preservar la gestión directa.

Oiga ¿quien manda en Terrassa?
¡Uy!(ríe) Creo que dispone usted de poco espacio.

Vamos a intentarlo.
Ese es el debate clave del futuro de la ciudad. En realidad no se trata de decir quien manda. Manda el alcalde y manda el pleno, pero con acuerdos dentro y fuera del Ayuntamiento. Digo esto porque en el año 1979 se llega a un pacto entre los que habían mandado siempre y entre los que se incorporaban; una transición a la terrassense. El poder político era débil, se llega a un pacto de no agresión con los poderes tradicionales y quizás se debía haber profundizado más. Hay muchos matices y no quisiera parecer oportunista; el momento fue difícil.

¿Qué frutos se obtuvieron?
Para la ciudad, a parte de una cierta “pax social”, pocos. Le pondré un ejemplo. Una de las consecuencias de ese pacto fue un buen crecimiento urbanístico que proporcionó a la ciudad, como quien dice, cuatro plazas y cuatro equipamientos. No lo digo en tono despectivo, quiero ser muy prudente en eso; sólo poner de manifiesto que lo que la ciudad ha recibido ha sido muy poco en comparación al rendimiento que ha proporcionado ese crecimiento. Ahora estamos en el escenario de generar nuevos pactos, nuevas elites y nuevos liderazgos no sólo políticos.

Este debate no existe.
Cierto, porque no hay visión. Es peor no tener visión que no tener voluntad política. Los pactos existen, pero los actores no representan lo que antes ni son tan fuertes como eran. Y claro, la ciudad se resiente.

¿Cómo se afronta ese pacto multisectorial del que usted habla?
Seguramente no es un problema sólo de Terrassa, pero el de aquí se soluciona con un liderazgo que no existe, porque no hay proyecto ni hoja de ruta que puedas explicar y negociar. Siempre digo que el alcalde sabe ganar elecciones, pero no sabe gobernar.

¿La ciudad ha cambiado tanto como para que no reconozcamos cambios en interlocutores y roles?
Sólo en este siglo, la ciudad ha aumentado en cuarenta mil personas. En este tiempo es cuando se ha digerido mejor el crecimiento poblacional porque había muchos recursos. Hemos incorporado a muchos expulsados de Barcelona por la vivienda, también de la Catalunya interior e inmigrantes. La ciudad, social y políticamente, es otra; hemos crecido bien, pero no hay vertebración, no hay proyecto.

Con todo, la gran transformación de la ciudad ha sido en el interior y eso debería haber ayudado.
Sí. Terrassa es compacta, pero con muchas capas, como una cebolla y es poco permeable. La orografía también condiciona la vertebración. Hemos construido barrios, equipamientos, nuevos espacios, pero sin la hoja de ruta de la que hablo.

¿Un nuevo POUM es la solución?
Mire, eso son palabras mayores. La revisión del POUM es ciertamente la gran herramienta, pero cuidado; si no hay músculo, si no hay liderazgo, prefiero que no se abra ese melón. Piense que no sólo hablamos de intereses políticos, estamos hablando de intereses del territorio. No veo al gobierno preparado para entomar esto. Si abrimos el POUM y no sabemos si lo cerraremos mejor de lo que lo que lo abrimos, mejor no hacer nada.

Cuando habla de liderazgo ¿de qué habla exactamente?
Hablo de tener un proyecto de ciudad y buscar complicidades, de pactarlo. Pero no sólo de eso, sino de plantearnos qué relación tenemos con Rubí, Sant Cugat y Barcelona; con Vilafranca, Sabadell, Granollers, Mataró… En otro tiempo, Terrassa tuvo un protagonismo en la articulación del terrritorio.

¿Está usted con la propuesta de crear un gran Vallès?
Yo soy partidario de los sistemas territoriales. Éstos se construyen en función de sus comunicaciones históricas. Con el Vallès Oriental no tenemos comunicación natural. La tenemos con Rubí, Sant Cugat y Barcelona. Ese es nuestro sistema territorial. Otra cosa es generar cooperación o proyectos compartidos. Eso tiene mucho sentido horizontalmente con Sabadell y Granollers, pero no creo tanto en una organización administrativa común.

¿Del momento actual de Terrassa, que es lo que le preocupa por encima de todo?
Hay varias cosas, pero estamos especial y profundamente preocupados con la educación en la ciudad. El informe del Síndic de Greuges sobre la concentración de inmigrantes en la escuela terrassense fue demoledor y es vital una actuación de urgencia. Es muy grave.

Tenía usted razón.
Sí. Se lo advertí, es poco espacio.

To Top