La crisis sigue haciendo diana en los sectores más desfavorecidos y, cuando algunos indicadores hablan de recuperación, las familias con hijos continúan siendo el blanco más vulnerable, el principal colectivo en riesgo de exclusión social.
Así lo denuncian las Càritas Diocesanes de Catalunya, durante la presentación de la memoria social del año 2015. La entidad pone de manifiesto que su gestión se ha visto marcada por un aumento de los proyectos y por una atención muy intensiva a las familias con hijos. El 64% de los hogares atendidos por Càritas eran núcleos familiares con niños. Prácticamente la mitad, un 47%, son parejas con hijos, mientras que el 17% son familias monoparentales, sobre todo madres solas con hijos.
El retrato de la situación a la que se enfrenta este colectivo da idea de la dimensión del problema.
Càritas ha llegado a un total de 343.513 personas y a sus familias. Una de cada tres, el 31%, no dispone de un hogar en condiciones dignas ya que malvive en una habitación de alquiler, en régimen de acogida sin pagar, en viviendas de entidades sociales o bien carecen de un hogar.
La mitad de las personas atendidas por Càritas han nacido en el Estado español o bien en otros países de Europa y el 31 % son menores de 30 años.
El desempleo sigue siendo el principal escollo para la normalización de las familias castigadas por la crisis. Un 72% de los casos atendidos en 2015 por Càritas son personas en edad activa y sin trabajo. La precariedad del mercado laboral, además, no garantiza un trabajo digno ni ingresos suficientes para salir adelante. De hecho, un 12% de las familias usuarias de Càritas son trabajadoras pobres, con ingresos insuficientes para subsistir.
Así lo expresó en la presentación de la memoria 2015 de Càritas la responsable de Desarrollo Institucional de Càritas Diocesasana de Terrassa. Amèlia de Juan recordó que el acceso al mundo laboral “no es una garantía de salida de la situación de riesgo de exclusión” ya que el problema está en “la precariedad en las condiciones laborales y los bajos salarios”.
“Vivimos en un sistema económico injusto, con una redistribución desigual de la renta”, explicó De Juan. La técnica recordó que pese a que el PIB creció en 2015 un 2,6 %, este incremento macroeconómico no ha supuesto una reducción equivalente de la pobreza, que solo ha disminuido en un 0,1 %.
En este contexto, Càritas ha centrado su trabajo en tres programas dirigidos a paliar las carencias básicas de este colectivo: ayudas económicas directas para hacer frente a los gastos del hogar, aportaciones en especies como alimentos, ropa o productos de higiene; oferta de centros abiertos y de ocio para los niños, adolescentes y jóvenes, refuerzo educativo y programas de apoyo específico para madres con hijos; así como iniciativas de acompañamiento en la búsqueda de empleo.
De hecho, durante 2015 el programa de Càritas que más ha incrementado el número de proyectos es el de inserción laboral y de economía social, doblando la oferta respecto al ejercicio anterior de 2014. El programa de cobertura de las necesidades básicas ha llegado a un 87% más de beneficiarios.
En este momento la pobreza extrema se cronifica y, lejos de mejorar, la situación de los usuarios de Càritas empeora y los problemas aumentan. La entidad apela a los partidos para que pongan el drama social en el centro de la agenda política.
“Denunciamos que las decisiones políticas sobre temas sociales y laborales no tienen en el centro a las personas, sino al dinero”, denunciaba el lunes Carme Borbonés, presidenta de Càritas, para advertir que muchas de las personas víctimas de la crisis “nunca podrán salir de la pobreza”.
Junto a ella compareció el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, que advirtió de las consecuencias de la cronificación de la pobreza porque “la economía de la exclusión y la desigualdad matan”.
“Si sólo hay una mirada económica en la sociedad del bienestar -dijo-, volveremos a caer en unos años en la misma crisis”. Omella propone que la economía de mercado apueste por “valores éticos y sociales”.