Terrassa es una ciudad cada vez más envejecida donde la esperanza de vida y el índice de longevidad no para de crecer, mientras la tasa de natalidad suma años en caída libre. Así lo pone de manifiesto la última tasa de envejecimiento de la ciudad, que revela cómo el colectivo de los mayores de 65 años es el único que aumentó en el último ejercicio.
En enero de 2016 la ciudad contabiliza 35.185 hombres y mujeres en edad de jubilación, quinientos más que el año anterior y mil más que dos años atrás. Es la cifra más alta de los últimos ejercicios y aumentará exponencialmente en el futuro, con la llegada a los 65 del "baby boom" de los años 60.
La cifra contrasta con la base de la pirámide demográfica, la que garantiza el relevo generacional y el equilibrio del sistema; la que define a una sociedad en expansión, con potencial para crecer demográfica, económica y laboralmente. En la ciudad esa base cada vez es más exigua.
Actualmente viven en Terrassa 37.893 menores de 15 años, un colectivo que lleva dos ejercicios en retroceso demográfico. Durante las dos últimas décadas, el boom migratorio asociado a la burbuja económica e inmobiliaria disparó el censo y los hijos de los recién llegados han nutrido las aulas y las estadísticas. Pero el fenómeno ha tocado a su fin.
El índice de natalidad no para de descender y el fenómeno ya se aprecia en la enseñanza, donde hace años que bajan las matriculaciones de P3. Desde el ejercicio 2012/2013 las altas en el primer curso del párvulos disminuyen, éste último curso de manera más acentuada.
Menos niños y adolescentes, más jubilados y un bloque adulto que tampoco remonta. En Terrassa el colectivo de los 16 a los 64 años tampoco ha parado de menguar desde 2012, en este caso por el proceso migratorio asociado a la crisis económica. El colectivo sigue siendo el más numeroso demográficamente y suma 142.391 personas, pero ha registrado 3.341 bajas en los últimos cinco años.
Mejor que Catalunya y España
Terrassa pierde el vigor demográfico de las últimas décadas, pero envejece por debajo de la media catalana y también de la española. La ciudad registra un índice de envejecimiento del 92,9% y, a diferencia de otros territorios, el colectivo infantil aún supera, aunque ya tímidamente, al de los jubilados. Las cifras se acercan (37.893 niños por 35.185 mayores), pero aún no se ha producido el relevo.
Catalunya registra en este momento un índice de envejecimiento del 110%, lo que implica que hay 110 mayores de 64 años por cada 100 menores de 15. La media española es aún mayor y se sitúa en el 116%.
El fenómeno de envejecimiento se ha acentuado desde el año 2000. A finales del pasado siglo, en los años 80, la demografía gozaba de buena salud y apenas se contabilizaban 50 mayores de 64 años por cada 100 menores de 16. Hoy en Catalunya y en España el numero de séniors supera ya al de jóvenes y las previsiones demográficas apuntan a que en el año 2030 los jubilados supondrán casi el 30% de la población, frente al 18% actual.
En esa fecha llegarán al final de la vida laboral los niños nacidos entre el año 1957 y 1977. Son los hijos del tardo franquismo, protagonistas de un boom de la natalidad que dará lugar a la mayor generación de pensionistas de la historia.
Ante ese horizonte, la fundación Adecco alerta de la fragilidad del sistema en el futuro. "La ecuación sostenible sería a partir de 2,5 contribuyentes por cada jubilado y ahora la relación cotizante-pensionista ya es de 2,2. Si continúa la tendencia, para 2052 se estima que por cada persona inactiva habrá poco más de una persona trabajando, lo que sin duda pone en riesgo la sostenibilidad de nuestro sistema", apunta Francisco Mesonero, director general de la fundación.
A pesar de ese envejecimiento de la población, Terrassa es una de las pocas ciudades que mantiene su censo. A diferencia de otras urbes metropolitanas que pierden habitantes, la ciudad cuenta a 1 de enero de 2016 con 215.469 residentes, dos más que el año anterior.
En 2012 el padrón local tocaba techo al superar por primera y única vez los 216 mil habitantes. Culminaba así una escalada demográfica espectacular de dos décadas, con ejercicios en los que el censo sumaba más de 5 mil nuevos habitantes cada año.
La situación dio un vuelco en 2012 y, desde entonces, la estadístifa recula. Aunque más tarde que en otros municipios metropolitanos, la crisis ha frenado el crecimiento demográfico de la ciudad, que sin nuevas migraciones a la vista se dispone a envejecer.