Terrassa se conoce como una ciudad con una vida cultural extraordinaria, son abundantes y variadas las propuestas procedentes de las iniciativas públicas y privadas, y la música no es ninguna excepción. En un fin de semana, en la temporada de invierno, pueden llegar a coincidir hasta veinticinco conciertos en la ciudad, representando a estilos musicales, procedencias, formatos y filosofías dispares.
Son, en estos momentos, entre quince y veinte las salas que programan de forma más o menos estable, a las que hay que sumar los equipamientos municipales que periódicamente acogen ciclos estables. Hay música en las salas de concierto, en las discotecas, en las terrazas, en las entidades, en los bares; la música alcanza las plazas, los casales de barrio, los centros cívicos, los parques; ahora hay incluso una oferta de música en directo en las terrazas particulares. La ciudad está viva musicalmente hablando, pero no es oro todo lo que reluce.
La mayor parte de los programadores egarenses son privados, y realizan hercúleos esfuerzos para llevar adelante una actividad casi siempre deficitaria, sin ayudas, inmersa en un limbo normativo, y haciendo auténticos equilibrismos para llevar adelante una oferta cultural que no estorbe el descanso de los vecinos. Salas de gran tradición o construidas con ese fin como la Nova Jazz Cava, Faktoria d’Arts, el Centre Cultural o el Auditori Municipal (tanto públicas como privadas) existen gracias a una fuerte inversión en acústica e insonorización. Otros locales han invertido también sumas más o menos importantes en esos aspectos, muchas veces sin un retorno aparente.
Las salas no sólo programan, sino que buscan fórmulas para hacer lo más llevadera posible la organización de conciertos. Los músicos muestran su interés y se adaptan, contribuyen; rebajan sus cachés, acceden a actuar a taquilla inversa, van a taquilla o incluso alquilan las salas. La crisis ha disparado el requerimiento de las salas de que los músicos compartan riesgos, pero de un lado y de otro siguen habiendo gastos que de algún modo hay que cubrir. Lo fácil sería decir que unos completan con las ventas de discos, y los otros con la venta de consumiciones. Pero no es tan fácil, porque hay un factor decisivo: la falta de público.
Toni Parera, de la sala Legends, un programador muy activo que no ha desistido en su empeño, lo tiene claro: "No hay suficiente interés por la música en directo y creo que deberíamos llegar más al público y despertar su interés." Parera reclama más atención de los medios de comunicación, una agenda estable, cooperación del ayuntamiento en la difusión y venta de entradas. El Legends ofrece conciertos todos los sábados, atrayendo a una media de cincuenta espectadores, con una programación variada (country, rockabilly, rock, blues y pop), poniendo especial atención en los músicos locales pero también presentando conciertos de músicos catalanes, nacionales e internacionales.
Legends apuesta por los conciertos eléctricos junto con otras salas como el Cavern Rock Club (recién incoporada a la oferta de conciertos con dos propuestas semanales de rock y versiones), Vinilo y Panorama (que programan ocasionalmente propuestas de versiones o revival de destacados artistas de los 80), Number One (recién incorporada a la oferta) o Soul Pub.
Esta última sala la gestiona la asociación cultural de música negra Soulsystem, que tiene precisamente como principal objetivo la promoción de los estilos de la llamada música negra. Han querido llenar el que era a su juicio un vacío de propuestas de blues, soul, rhyhm & blues, funk o rock & roll. Otra de sus particularidades es que sus conciertos son gratuitos, y con ellos logran reunir a una media de setenta espectadores.
Ayudas para mejorar
Al igual que el Legends, consideran un hándicap la proximidad con Barcelona y echan de menos más canales de difusión, sobre todo aquellos promovidos por el Ayuntamiento. Pero apuntan además otra necesidad: "La ayuda a los pequeños locales que lo deseen para realizar mejoras en su infraestructura, para no tener problemas con los vecinos", además de otras ayudas para la realización de conciertos, según comenta Xavi Freixa. Desde Soul Pub creen también firmemente en que falta un trabajo de concienciación del público, y creen necesario que se impulse la apertura de nuevos espacios musicales.
La preocupación por los vecinos no es exclusiva de Soul Pub. Bau House y Velcro Club comparten también esta inquietud. Francesc Busqué, de Bau House, explica que su programación prioriza "una música adecuada para el espacio (el patio), y el entorno en el que nos encontramos, sin hacer mucho ruido, y creando un ambiente agradable." Con todo, a su juicio "no se debería penalizar tanto a quien intenta programar, y no hacer caso a cuatro vecinos que se quejan por defecto. Desde los locales nos preocupamos mucho por el tema de los horarios y el volumen de los conciertos, somos perfectamente conscientes de las molestias." Bajo esta premisa Bau House ha asentado su fórmula, y tienen gran incidencia sus vermuts musicales, acústicos, a taquilla inversa, en los que logran atraer a un centenar de personas aproximadamente.
Por su parte, el Velcro Club apuesta siempre por los conciertos acústicos, y echa de menos las ayudas. En concreto, "nos gustaría el apoyo del equipo de gobierno y que, en lugar de perseguir la actividad, nos ayudaran a mejorar aspectos técnicos de las salas como la insonorización." Asumen también la falta de público, y la necesidad de mejorar la difusión.
La sala Comanou también se decanta por una mayor diversificación de las subvenciones, ayudas y promociones.
En el caso del Ateneu Candela, la opinión es que se programa bastante música en directo y hay bastante público, pero la oferta es todavía muy poco visible y débil en su sostenibilidad; cuesta llegar al público potencial de la ciudad." También echan de menos una "legislación local que favorezca la programación de música en directo en la ciudad. A nivel local se podría trabajar conjuntamente con los diferentes espacios que ofrecen actualmente música en directo en la ciudad, para crear normativas ad hoc, desde las necesidades reales, favoreciendo y fomentando esta actividad como una forma esencial de garantizar el derecho a la cultura y haciéndolo compatible con la inserción armónica al tejido urbano y a los vecinos."
Mención aparte merecen los conciertos en la terraza del Sant Patrick’s de Parc Vallès, una oferta muy consolidada con conciertos acústicos semanales que llegan a reunir a entre 150 y doscientas personas. La gratuidad es también el denominador común de la oferta programada por el Ayuntamiento.
Una preocupación común
Y, por supuesto, las salas más conocidas y activas de la ciudad: Faktoria d’Arts y Nova Jazz Cava, con décadas de experiencia en la programación de conciertos pero que comparten la preocupación por el descenso del público y por la inexistencia de una legislación que favorezca el mecenazgo y el patrocinio público y privado.
Susanna Carmona, de la Jazz Cava, lo expresa con contundencia: "Hace falta una ley de mecenazgo que incentive las empresas hacia el patrocinio cultural, y no tan sólo desde el punto de vista mercantilista que tanto protagonismo tiene actualmente en los festivales de música. Hace falta más promoción desde las instituciones para conseguir equiparar la cultural y la música a otras actividades colectivas." Carmona entiende además que "es imprescindible reconocer el valor cultural de la música en directo desde los diferentes ámbitos: institucionales, empresariales, educativos, sociales y familiares. Hemos mejorado la docencia musical, pero todavía falta mucho camino para equiparar la música a otras artes escénicas y conseguir una sociedad que priorice las actividades culturales y musicales en particular. No es sólo falta de recursos; es falta de sensibilización, en definitiva de hacer de nuestra sociedad una sociedad culturalmente avanzada", concluye.