El edificio sería un espectro de hormigón más, legado de la burbuja inmobiliaria reventada, y acaso pasaría inadvertido, si no fuese por la basura que se ha apoderado de buena parte del inmueble. Al menos, de la más visible, de una especie de porche que da a la calle de Sant Honorat, en Ca n’Anglada.
Una mujer camina por la acera. Al llegar al porche, cercado por una valla con candado, se desprende de un papel y lo lanza al interior. Con un par. Como si no hubiera contenedores y papeleras en el barrio. Y así, unos y otros han convertido esa parte del edificio abandonado en un depósito de basuras donde conviven papeles, botellas, garrafas, ruedas de carrito de bebé, cuentos infantiles, zapatos ajados, una raqueta y hasta una peluca.
Donde no llegó la mano de algunos incívicos llegó el viento. Las hojas secas de árboles han encontrado también su ambiente en ese bloque de pisos, de bajos más tres plantas, que nunca llegó a ser habitado porque nunca se acabó su construcción. Por fuera parece que sí, pero un vistazo permite conocer su estado de larga provisionalidad, aunque algunas veces, según vecinos, unos indigentes hayan convertido el edificio en morada temporal. También los ladrones lo han visitado en ocasiones para robar chatarra. Según el vecindario, harto de la acumulación de basura y preocupado por la aparición de ratas en la zona, el inmueble fue levantado hace una década. Nunca se ocupó, al menos legalmente, y el deterioro se apoderó de él. Y en los últimos meses, la basura. La puerta de entrada, que da a la calle de Santa Llúcia, está rota y a través de las ventanas se aprecian, también, algunos residuos en el interior.