Manuel y Montse advirtieron humo a la hora del almuerzo. Pensaron que se trataba de una barbacoa en una vivienda cercana, pero pronto se dieron cuenta de que el motivo era otro, de que aquella humareda se adensaba, y al cabo supieron que procedía de un incendio de matojos, uno más, en su barrio, en Roc Blanc. Llamaron a los servicios de emergencias. “Hay tres o cuatro incendios cada verano por aquí”, dice Manuel. Vecinos del sector, sobre todo de su extremo Oeste, están inquietos por la proliferación de fuegos en la zona y por el estado de algunos terrenos que son una maraña de maleza seca. Más de setenta vecinos han adjuntado su firma en una instancia al Ayuntamiento.
El documento, presentado esta semana en el Consistorio, denuncia el estado de abandono continuado de un solar radicado junto a las calles de Fiñana y de Bailén, y pide al gobierno municipal que apremie a los dueños a limpiarlo.
El incendio del que avisaron Manuel y Montse acaeció el domingo 17 de julio en otro solar de matojos, situado en la calle de Rafael Campalans y quemó, según Bombers, unos cien metros cuadrados de superficie de matorral bajo. Una dotación de bomberos lo apagó en una media hora. Bastante más tiempo, casi dos horas, emplearon el cuerpo de emergencias y la Agrupació de Defensa Forestal en sofocar del todo las llamas que devastaron el 11 de julio, lunes, más de media hectárea del terreno referido, rayano a la confluencia de la calle de Bailén con la de Fiñana.
Ese descampado, muy extenso, con desniveles, está muy cerca de viviendas y de un colegio, la escuela Ponent. Desde el 2011, el Ayuntamiento ha recibido instancias vecinales sobre el estado de dejadez del solar, repleto de arbustos y zarzas y pespunteado de olivos y algún que otro residuo. La empresa propietaria de ese espacio lo ha limpiado a veces, sobre todo para suprimir el matorral que sale por una valla metálica e invade cada cierto tiempo la acera en la calle de Fiñana. Este diario publicó esa queja vecinal el 5 de julio. Seis días más tarde se declaró el incendio que arrasó 5.200 metros cuadrados de maleza en esa vasta porción incuriosa de vegetación.
Más puntos
El 5 de julio, otro fuego había quemado un colchón y matorral no muy lejos, en un sector próximo a la carretera de Olesa y la C-58. No es la primera vez que arde ese punto, dice un vecino. Una pareja que reside en la calle de Nàpols ha presenciado desde su ventana un puñado de fuegos de matorral, “a razón de un par, como mínimo, cada año” en un terreno ubicado a pocos metros de la linde de Terrassa con Viladecavalls.
“Hemos visto a individuos merodeando por los campos justo antes de que se declarasen los incendios”, recuerda la pareja. Dos fachadas de su bloque de pisos dan a descampados poblados de vegetal que, temen, se puedan convertir en combustible de las llamas cualquier día. No sería el primero.