Vivirá un tiempo entre rejas, pero no tanto tiempo como el que hubiera pasado en caso de prosperar las tesis de las acusaciones. El fiscal pedía ocho años de cárcel para el hombre de 60 años culpado de intentar matar a su hermana asestándole un golpe con un palo en la cabeza e intentando estrangularla; la acusación particular reclamaba doce años de prisión por intento de asesinato. Ni lo uno ni lo otro, al final: la Audiencia Provincial considera al procesado autor de un delito de lesiones y lo ha condenado a tres años, seis meses y un día.
La madre del acusado estaba ingresada en el hospital universitario Mútua Terrassa cuando ocurrió todo. La mujer atravesaba sus últimas horas. De hecho, falleció seis horas después. Moribunda yacía en la cama de una habitación de Mútua cuando el hombre, su hijo, entró en el cuarto, la madrugada del 4 de junio del 2015.
Su hermana, hija también de la paciente, dormitaba en una butaca desde donde hacía compañía a la madre. El hermano portaba un palo, parece que envuelto en papel. Sacó la madera, un mango de martillo sin la pieza metálica, y caminó hacia la víctima. Al llegar a su altura, levantó el palo y asestó a su hermana un golpe en la testa.
La víctima cayó con la silla y gritó "me quiere matar, me quiere matar", y su hermano le tapó la boca para evitar que alguien la oyese, y con la otra mano le sujetó el cogote. Las acusaciones habían manifestado que la agarró con fuerza del cuello, pero ella no presentaba lesiones en esa zona. La sentencia no cree probado que quisiese estrangularla.
La mujer sufrió una incisión contusa en el cráneo, una herida de dos centímetros, y le quedó como secuela una cicatriz. Necesitó tratamiento psicológico por estrés postraumático que aún requiere apoyo, señala el tribunal juzgador.
El procesado, que huyó de la habitación cuando llegaron varias enfermeras pero fue detenido en Esplugues de Llobregat al día siguiente, acabó reconociendo los hechos y el día de juicio, el 30 de mayo, dijo estar arrepentido. Afirmó que se ofuscó, que acaso se volvió loco al saber que su madre se moría, pero aseguró que no quiso matar a la atacada. Vivía en la casa materna, también habitada por su hermana y la pareja de ésta.
El tribunal, de la sección tercera de la Audiencia, califica el ataque de alevoso, de acto a traición en el que la agredida carecía de probabilidades de defensa. Entonces no se trató de un arrebato, pues la agresión fue premeditada. Por eso llevaba el palo, hallado junto a manchas de sangre en la habitación. No queda probado, sin embargo, que el hermano quisiese matar a su hermana, dice la sentencia. Dar un palo a alguien puede matarlo, claro, pero ese instrumento en sí no es el idóneo para tal fin, resalta el tribunal.
No hay voluntad homicida
"Si alguien planifica causar la muerte a otra persona a partir de golpes (no de armas de fuego o blancas), tratará de emplear otro tipo de arma, y no un mango de madera de martillo de treinta centímetros", dice la resolución judicial. El hecho de que el impacto fuese en la cabeza no resulta determinante "de una supuesta voluntad homicida".
Si se hubiera dado esa voluntad, el acusado habría estrangulado, por ejemplo, a la víctima. La mujer así lo refirió: contó que su hermano le había apretado el cuello, pero los magistrados no aprecian ningún dato objetivo que avale esa tentativa de estrangulamiento. Contó también la agredida que el agresor vivía a expensas de ella y de su progenitora y que estaba obsesionado con la herencia.
Lesiones con alevosía
El fallo: el procesado, defendido por el abogado Ramon Codina Cerrillo, es autor de un delito de lesiones con alevosía, con el agravante de parentesco, y el tribunal lo condena a tres años, seis meses y un día de prisión, y a indemnizar a su hermana con 30.000 euros.
El representantes del Ministerio Fiscal reclamaba una responsabilidad de civil de ochocientos euros y la acusación particular, una cifra de 50.000. Los magistrados consideran que 30.000 euros producen el "efecto reparador" suficiente de lesiones y secuelas.
