Terrassa

Esclava sexual de una familia entera

Todos comparten apellido, todos son miembros de una familia rumana. Todos compartían algo más: se habían enseñoreado de una joven a la que dominaban y explotaban, a la que obligaban a prostituirse para vivir de ella. De eso acusa el Ministerio Fiscal a seis personas, a una mujer y sus cinco hijos. Se calcula que los ingresos obtenidos por el clan gracias a la explotación sexual de la chica ascendieron a 250.000 euros. Dos acusados se enfrentan a una petición de pena de siete años y seis meses de prisión. Para los otros cuatro, el fiscal pide seis años y siete meses de cárcel.
La víctima tenía 29 años cuando, en el 2012, llegó a España, recalando en Salou. Era madre de un niño que había dejado en su país, Rumanía. En Salou ejerció la prostitución “voluntariamente”, según el fiscal. Un mes después de su llegada a esa localidad, se trasladó a Terrassa; aquí conoció a uno de los acusados. Esa misma noche tuvieron relaciones en el domicilio del chico.

La muchacha se quedó a vivir en en el piso, con el joven y su parentela. Él se lo propuso, “bajo el pretexto de entablar una relación sentimental”, pero su verdadero propósito era explotar sexualmente a la chica. Primero vivían todos en la misma casa, en un edificio situado en la calle de la Mare de Déu de Les Neus, pero después el inmueble fue distribuido en tres pisos. En uno vivían tres de los hermanos; en otro, la madre y una hija, y en un tercero, la víctima con su “novio”.

No tardó mucho la chica en saber del martirio que le aguardaba. Unas horas. Dice el fiscal que el acusado, su pareja entonces, la obligó a prostituirse “al día siguiente de iniciar la convivencia”. La muchacha se negó, pero él doblegó su resistencia “propinándole patadas, rodillazos y golpes en la cabeza”. El tormento duró tres años, un trienio trufado de amenazas, agresiones e insultos, los instrumentos de la familia para obligarla “a prestar servicios sexuales a terceros”.

Con frío, con calor, enferma
Todo lo que ganaba debía entregarlo a “su” novio. Él le señalaba dónde trabajar (en la carretera de Sant Celoni), cuándo, en qué condiciones, de lunes a sábado de nueve de la mañana a siete de la tarde, con calor, con frío, enferma, sana, cobrando veinte euros por sexo oral, treinta euros por un servicio sexual completo. Él la controlaba, la visitaba, le recogía la pasta: entre 150 y cuatrocientos euros al día. Un día la llevaba a la carretera un acusado. Otro día, otro, o un tercero, de forma indistinta. Y cobraban a la chica por el traslado.

Toda la familia estaba en connivencia, dice la acusación. Con el dinero ganado, el clan se mantenía y pagaba el alquiler. La madre le tiraba la comida a la basura si le pedía dinero y no se lo daba.
“Tu hijo tendría que estar muerto, le tendrías que llevar flores al cementerio”, le espetaban, según el fiscal. En febrero del 2015, la chica huyó con ayuda de un cliente. Y el próximo lunes la Audiencia Provincial prevé iniciar el juicio a sus seis presuntos proxenetas.

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