En Catalunya hay en la actualidad 1,6 millones de fumadores. Además, el Departament de Salut indica que cada hora muere una persona debido a alguna enfermedad relacionada con el consumo de cigarros. Aunque todavía resultan unas cifras altas, el tabaquismo es una adicción que tiende a la baja, al menos a tenor de los datos de la conselleria, que estiman que 270 mil catalanes han dejado de fumar en los últimos diez años.
La entrada en vigor de la primera Ley Antitabaco de 2006, con su posterior ampliación en 2011, ha restringido al máximo los espacios públicos donde se permite encender un pitillo. Y de paso, apunta Salut, ha propiciado que la acción de fumar “se haya ido desnormalizando progresivamente” desde un punto de vista social. Una opinión, ésta, que comparte Josep Puig, enfermero especializado en ayudar a vencer la apetencia, a menudo incontrolable, por la nicotina.
Puig, que trabaja en la unidad de tabaquismo del CAP Sant Llàtzer, considera: “La legislación tan restrictiva ha hecho que variara la percepción social que tenemos del tabaco. Y, en consecuencia, que hayan aumentado de una forma muy notable las consultas para dejar de fumar”. En la unidad atienden cada mes a entre cuarenta y cincuenta personas que tienen tal propósito.
Abstinencia
La reforma de la ley de 2011, no exenta de controversia y de un amplio debate social, prohibió fumar de una manera definitiva en los establecimientos públicos cerrados, como bares y restaurantes, algo que solo unos años atrás era poco menos que una tradición en España.
“Al final, la aceptación de la ley -apunta el doctor Lluís Esteban, médico adjunto del servicio de neumología de Mútua Terrassa- ha sido mucho mejor de lo que se esperaba, y hoy casi todo el mundo tiene asumido que en tales lugares públicos no se puede fumar.”
El experto vincula la disminución en el número de fumadores de los últimos años al cambio en la percepción sobre el tabaco que ha habido en la sociedad. Para el doctor, la limitación cada vez mayor de los sitios donde puede olerse a cigarro “ha estimulado a muchos fumadores a dejarlo. Además -dice-, esta restricción ha facilitado que personas que han decidido dejar de fumar, puedan estar en muchos ambientes que están libres del humo de los cigarrillos. Y este hecho ayuda mucho a mantener a raya la abstinencia”. El doctor Esteban añade que el explícito etiquetaje de las cajetillas, con gráficos mensajes sobre las consecuencias mortales que tiene fumar, “y la misma presión social en favor de un aire más limpio y libre de tabaco” se han sumado a crear una corriente cada vez más desfavorable al tabaquismo.
Adolescentes
El cambio de marco normativo y de visión social sobre la nicotina también ha hecho que decrezca el número de adolescentes que fuman. Los últimos datos del Departament de Salut así lo estiman. Si en 2004 (antes de la aprobación de la ley) fumaban a diario 23 de cada cien jóvenes catalanes de entre 14 y 18 años, ya una década después, la cifra se redujo hasta en doce puntos. La tendencia también resulta positiva en nuestra ciudad, según el último estudio sobre “Conductas de salud de la población adolescente escolarizada de Terrassa”, publicado por el Ayuntamiento en diciembre de 2015. El análisis muestra cómo desde 2006, cuando entró en vigor la Ley Antitabaco, ha habido un descenso continuado de aquellos jóvenes egarenses de entre 15 y 21 años que fuman a diario. Sobre todo, entre las chicas.
“Con todo, no podemos olvidar que cada día hay tres nuevos adolescentes que empiezan a fumar en Catalunya, y que al cabo del año se enganchan unos 1.200”, advierte Josep Puig, del CAP Sant Llàtzer.
Menos cajetillas
A la vez, los últimos años han dejado un importante cambio de patrón en el consumo. Y es que los fumadores optan cada vez más por los cigarrillos que ellos mismos hacen a mano frente a las tradicionales cajetillas de pitillos con filtro. En Catalunya -y según el Departament de Salut-, hoy se venden menos de la mitad de los paquetes de cigarros que se vendían en 2005.
Por el contrario, crece el consumo de cigarrillos “hechos por uno mismo”. En 2006, por ejemplo, solo tres de cada cien fumadores elegían esta opción. Mientras que el año pasado, la cifra rozó el 27 por ciento. Los fumadores jóvenes, de entre 15 y 34 años, son los que más escogen esta alternativa.
“La crisis económica ha hecho que muchos consumidores se hayan pasado a esta modalidad”, apunta Josep Puig, del CAP Sant Llàtzer, que añade: “Hay quien tiene la percepción errónea de que esta clase de pitillo liado por uno mismo no es tan dañino para la salud. Pero nada más lejos de la realidad. Al fin y al cabo, el tabaco, sea en la forma y la apariencia que sea, genera una adicción crónica. En el sentido de que es posible dejar el hábito, sí, pero recaer resulta un riesgo permanente e inseparable al de haber sido fumador”.
Cifras significativas
1,6 millones de catalanes fuman.
Representan el 25,7% de la población mayor de 15 años.
270 mil han dejado el hábito en los últimos diez años.
Desde 2005, la venta de cajetillas convencionales de cigarrillos con filtro ha caído más de la mitad, en beneficio del tabaco para liar.