Eliseo, trabajador de origen dominicano, padre de familia, con pareja y dos hijos menores de edad, no puede afrontar la derrama bipartita a la que, en principio, se ve obligado por la triple acción delictiva que unos compatriotas cometieron en su edificio, en el barrio de Ca n’Anglada: esos compatriotas “okuparon” unos bajos de su bloque de pisos, pincharon la luz y así, con electricidad de fraude y tapadillo, alimentaron la plantación de marihuana en que habían convertido la vivienda. El cuadro eléctrico del edificio reventó por sobrecarga el jueves 26 de mayo y desde entonces ni la familia de Eliseo ni el otro vecino del bloque, José Luis, tienen luz en sus viviendas.
Aquel jueves, al mediodía, la Policía Municipal y los bomberos se presentaron en el inmueble porque estaba ardiendo un cuadro eléctrico en el portal; había pocas dudas: el fuego se había originado, seguramente, por una sobrecarga, pues unos vecinos, los de la vivienda ubicada en los bajos, tenían pinchado el suministro para obtener electricidad gratis.
Acabó la extinción del fuego, pero la policía tuvo que volver al mismo sitio horas después. Primero, por las sospechas de que en la vivienda de los bajos hubiese una plantación de marihuana. Segundo, porque alguien informó de que habían reventado unos contadores.
El presunto responsable de la plantación de maría había recogido enseres personales minutos antes, aquella misma madrugada, y se había largado, acaso previendo lo que se le venía encima, y lo que se le vino. Unos testigos lo vieron meterse en un coche. Cuando tras su huida, esa misma madrugada, unos guardias entraron en la vivienda, ya sin cerradura, hallaron las plantas de cáñamo, de cuya existencia ya sospechaba el vecindario desde hacía semanas. Unos policías custodiaron el domicilio durante la noche para registrarlo a la mañana siguiente, el viernes, y proceder a desmantelar la plantación. Sacaron ochenta plantas de maría. El presunto traficante fue detenido horas después de su marcha.
“Aquel olor era insoportable para los que no estamos acostumbrados a eso”, dice Eliseo Emmanuel Feliz Alcántara con un rictus entre el desagrado y la repugnancia. Su mujer, alérgica, sentía naúseas al respirar aquellas emananaciones que ascendían desde el piso de los bajos. Ellos viven en la primera planta. “No podíamos permanecer mucho tiempo en el cuarto de baño”.
La casa que devino plantación cannábica fue “okupada” año y medio atrás. Es propiedad de un banco, que se hizo con ella cuando sus dueños, personas de procedencia marroquí, no pudieron hacer frente a la hipoteca. Y hace un año y medio llegaron los “okupas” que acabaron llenando la vivienda de tiestos con plantas de hierba con su correspondiente material para mantenimiento. Varias personas residían allí, entre cáñamo, en una atmósfera difícilmente respirable. “Había dos mujeres y dos hombres. Una de las mujeres no era una fija del domicilio, entraba y salía”, dicen los vecinos. “Cuando pincharon el agua, inundaron mi casa”, recuerda José Luis Giménez Caja, el dueño del segundo piso.
Comprar comida al día
Lo del agua fue el anticipo. Los ocupantes pincharon también la luz, como acostumbran hacer quienes cultivan maría en interior. La manguera de cables conectada a la casa de los bajos cruzaba el portal y estaba enganchada a la acometida de electricidad del edificio. Y el jueves de la semana pasada todo reventó y la familia de Eliseo, y José Luis, se quedaron sin luz. La compañía eléctrica no asume responsabilidad porque el origen de la incidencia fue una conexión fraudulenta.
“Tenemos que comprar comida al día, porque no podemos usar el frigorífico”, se lamenta Eliseo, padre de un hijo de 14 años y de otro de 10, vecino desde el 2005 de ese edificio ahora a oscuras. “Soy un hipotecado”, dice. Trabaja en el sector de la metalistería y no puede pagar una nueva instalación eléctrica. Tampoco José Luis Giménez, su vecino, de 57 años, parado, extrabajador de artes gráficas, que, asegura, ya no puede ni ir tirando de sus ahorros. Pasa muchas horas fuera de casa y vuelve al hogar “sólo para dormir”. En la escalera, tiznada de negro por el incendio, se alumbra con una linterna, auxilio lumínico de emergencia que debe usar también en su casa. Eliseo y los suyos recurren de noche a las velas para sortear los rigores del apagón forzado. El Ayuntamiento está encima del asunto.